El creía que su vida había tocado fondo. El se sentía mal consigo mismo. Cuando escuchaba a unos críos reír, él pensaba que se reían de el; cuando escuchaba a la gente murmurar cerca de el, él pensaba que murmuraban sobre el.
El se sentía muy desdichado y muy desafortunado. Ya tenía planeado lo que iba a hacer esta noche: subiría a la azotea del edificio más alto de Ubuku, estaría unos minutos echándole un último vistazo a la vida y luego, se arrojaría al vacío por algún lugar en el que no hubiera gente, no quería matar a nadie en su último día de vida en la tierra.
Cada paso era un lamento; cada escalón era un vía crucis y cada minuto que pasaba, una tortura. Definitivamente, Ernesto Abad se iba a suicidar.
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Ernesto, en su completo estado de tristeza no podía darse cuenta de que alguien le estaba siguiendo, alguien, efectivamente, seguía sus pasos. Alguien a quien no conoce, alguien retorcido y con una mente llena de fuego; alguien que busca diversión a costa de otros, un depredador emocional.
A cada escalón que subía Ernesto, Heráclito subía otro; las paradas que hacía Ernesto las hacía Heráclito también; cada llanto de Ernesto era una sonrisa en boca de Heráclito. Definitivamente hay gente muy rara por la noche en esta ciudad...
Alguien que se divierte de esa manera a costa de los demás no está bien visto por la sociedad; pero puede darse el caso de que a esa persona no le importe lo más mínimo y el único límite que tenga sea su propia integridad. Heráclito, obviamente, sabía que ese pobre diablo que se iba a suicidar no podría atacarle ni podría herirle de forma alguna.
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La Noche - Solo el lo haría
Short StoryA punto de suicidarse, Ernesto conoce a alguien que le puede ayudar, alguien que le puede dar a su vida el significado que perdió hace tiempo. ¿Cómo?