Capitulo Tres (adrt_0904)

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<< ¡No se qué hacer!>>

Angélica miraba con ansia como la hora pasaba y ella aun no tomaba la decisión de ir, por un lado, él todavía la recordaba y al parecer la había tenido presente durante todo este tiempo, pero por el otro, estaba asustada, después de un tiempo había abandonado la idea de su regreso, y ahora que él la había encontrado no sabía cómo iban a ser las cosas de ahí  en adelante.  << ¿Y si me vuelve a dejar sola? ¿Y si en lugar de felicidad me trae tristeza?>>.

Su miedo fue mayor y decidió quedarse en su casa,  creyendo ser amparada por las paredes de su habitación,  se recostó en su cama, reflexionando sobre su inseguridad y cobardía,   y tras derramar dos fina lágrimas  cayo dormida. Soñó con el día en que se vieron por primera vez, era una bella mañana pero ella no la podía disfrutar  porque estaba en clase, viendo como su lánguido profesor de matemáticas daba una de las clases más aburridas de su vida, en eso, sonó un golpeteo en la puerta y acto seguido entro al salón un joven acompañado del director del colegio. El joven vestía el uniforme de la institución, pero  se veía que era un rebelde, los zapatos sucios, la camisa por fuera, la corbata con un nudo flojo y con una cabellera bastante revuelta. Todo de él parecía indicar que no tenía muchos amigos. Ambos hombres se ubicaron en donde todos los pudieran ver y el director se dirigió al curso.

-          Jóvenes, denle la bienvenida a su nuevo compañero – Se dirigió hacia el muchacho y  murmuró -  Preséntate.

El joven hizo una pausa lo suficientemente larga como para que todos pensaran que  no iba a decir nada pero al ver la mirada sugestiva que le dirigía el directo decidió hablar.

-          Mi nombre es Gabriel y……. el resto no es de su incumbencia – se comportaba como si nada le importara, como si estuviera ahí por obligación.

Al director le molesto mucho la actitud del joven y con una seña marcada y brusca le indico que se sentara. Justo al lado de Angélica.  El muchacho camino por el pasillo que formaban los escritorios y justo antes de sentarse cruzo la mirada con ella. Sus miradas se entrelazaron y cada uno sintió esa tensión en el aire causada solo cuando dos personas, destinadas a conocerse, se conocen. Esa fue la primera vez que Angélica  vería  ese par de ojos grises que nunca más olvidaría.

 Despertó de golpe, sudando, llorando, el reloj marcaba las 23:50 y afuera  se vivía una fuerte tormenta. Pero ella estaba pensando, cayó en cuenta que había olvidado el día en que se habían visto por primera vez. Con ironía recordó como, después de muchos años, él volvía a aparecer de una forma tan similar en su vida. Sumida en sus pensamientos lo único que la pudo traer de vuelta a este mundo fue un golpecito que se oyó en su ventana, un golpecito causado por una pequeña piedrita que alguien había tirado desde abajo. Angélica se acerco  a la ventana y corrió las cortinas. Quedo estupefacta cuando vio ahí abajo, entre la torrencial lluvia, empapado pero con la mirada fija en la ventana,  al hombre que le había robado el pensamiento todo el día.

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