Estoy soñando. Estoy soñando- se decía para sí misma. Angélica se quedó ahí parada mientras se pellizcaba en brazo. Pero se dio cuenta que todo era real. El estaba allí, mirándola con aquellos ojos que le quitaban el aliento. Gabriel le decía algo, pero solo movía sus labios, como si de un rezo se tratase. Ella se despejó todo pensamiento. Sentía que debía hacer algo al respecto. Porque por mucho que quisiera evitarlo, no lo podía dejar allí tirado, bajo la lluvia.
Abrió la pequeña ventana rápidamente. Y solo se limitó a ver como este comenzaba a trepar por las paredes y las pocas ramas del árbol que estaba junto a la casa. Ella estaba nerviosa. Recordaba la nota que había leído de él, pidiéndole que se encontraran en aquel lugar. Angélica se sentó en el borde de la cama, mirando sus dedos. Hasta que sintió una presencia justo a su espalda.
- No llegaste. ¿Por qué?
El tono de voz de Gabriel la dejó descolocada. Era apenas un susurro delicado. Algo que no era para nada común en el.
- Me quedé dormida- le dijo dándose la vuelta para mirarlo, donde este estaba recostado sobre la ventana.
- Pues ahora estoy aquí, contigo. Te lo prometí una vez, ahora…
- No- le cortó- Gabriel, ya tengo una vida. No puedes venir así y… pedirme que…
- ¿Pedirte qué? ¿Que nos vayamos juntos?- este soltó un bufido- ¿Acaso pensabas que solo vine para verte y ya?
- Gabriel- se cruzó de brazos- no lo entiendes.
- ¡Entonces hazme entender!- le dijo levantando la voz- Porque no sabes todo el tiempo que he esperado para esto.
- ¿Y tú crees que acaso yo he vivido feliz y tranquila?- él la miraba con atención, sin contestar. A lo que ella siguió hablando- No sabes todo lo que he sufrido desde que te fuiste. No sabes las cosas que tuve que soportar en la escuela. Y no sabes lo que me costó superar todo.
- ¿Pero como me puedes decir eso?- Gabriel se alarmó, acercándose a ella hasta quedar arrodillado- ¿Acaso alguien te hizo daño?
- No físico, Gabriel. Pero los chicos de la escuela no se cansaban de decirme cosas…- ella bajó la mirada, donde veía las manos de Gabriel cerradas en un puño.
- Mírame- le levantó el rostro con la punta de sus dedos sobre la barbilla- Ellos no saben nada. Todos son unos malditos engreídos que no tienen sentimientos.
- Pero eso ya pasó- le dijo limpiándose la única lagrima que corría por su mejilla- He logrado obtener una beca en la universidad, mi madre por fin dejó al estúpido con el que estaba y todo va bien.
- ¿Todo va bien?- Gabriel la miró, y con su mano acarició el rostro de Angélica. Ella sintió como su rostro ardía. Miró intuitivamente el collar que nunca se quitaba, y este, como sucedía muchos años atrás cuando solo estaban juntos, comenzó a brillar- No me digas que todo va bien. Lo veo en tus ojos, Angélica.
Ella se sorprendió al ver como su collar volvía a tomar su brillo hermoso, ese que solo brillaba cuando estaba junto a él.
- Había olvidado lo hermoso que es- le dijo refiriéndose a su collar mientras lo miraba entre sus dedos.
- Brilla por lo que sientes, por lo que sentimos los dos cuando estamos juntos.
Por un momento, Gabriel se acercó mucho más a su rostro. Pero él se limitó a respirar el mismo aire, sumido en sus pensamientos. Mientras que Angélica sentía como el corazón le latía desbocado.
- Volveré- le susurró al oído de forma tranquila y dulce- pero esta vez no me evites. Tenemos mucho que hablar.
- Pero si has decidido ir a la misma universidad que yo, entonces nos veremos todos los días- sus palabras le salían con mucha dificultad.
- Oh, Angélica, tu sabes bien a lo que me refiero- sus miradas se cruzaron al instante- Ahora cierra tus ojos. Se bien que no te gustan las despedidas, ni a mí.
- Gabriel…
Fue lo único que pudo decir. Ella cerró los ojos, sabiendo lo que iba a suceder, porque como dijo Gabriel, ellos odiaban las despedidas. Un segundo. Solo un segundo le bastó para que él se fuera, desvaneciéndose en el aire. Angélica abrió los ojos de nuevo, suspirando resignada por la forma en que Gabriel se marchó, pues ella lo conocía bien, no le sorprendía. Ya había superado aquel tiempo cuando no podía creer que Gabriel pudiera desvanecerse en el aire como si fuera un espíritu. Pero el era muy humano, solo con algunas… ventajas especiales. Angélica volvió a cerrar sus ojos mientras se dejaba caer de espaldas a la cama. Clavó la vista al techo, sin saber que pensar o hacer. El había vuelto, estuvo en su casa, frente a ella. Y ahora le había dicho que volvería. ¿Qué cosas le tendría que decir Gabriel a ella la próxima vez? ¿Le contará en donde estuvo? ¿Le contara las cosas que tuvo que hacer para asegurar sus vidas que aquellos malditos?