Aquel diminuto papel, arrugado entre las manos de Angélica, la ponía más nerviosa de la cuenta. No puede ser. Maldición. ¿Por qué ahora? Su cabeza no paraba de dar vueltas. Comenzó a caminar en círculos sin sentido por su habitación. Sentía encajonada, como un indefenso gatito acorralado. Su nudo en el estomago no hacía mas que empeorar la situación. Lo sabía, muy dentro de su corazón añoraba volver a ver aquellos ojos grises. Pero era incorrecto. Ya no era una adolecente descarriada, sin embargo, aun los recuerdos estaban allí ocultos en una esquina de su mente…
6 años atrás
- Por favor. ¿Porque me haces esto?- la voz de Angélica salía entrecortada de su garganta a causa del llanto.
- ¿Cómo que porque?- gritaba ansioso, provocando contracciones de miedo a la hermosa chica que tenia de frente- Lo siento… no quiero asustarte- dijo más tranquilo al verla llorar.
- Esto no tiene porque ser así. Podemos encontrar la manera de salir de esta.
La mano del chico cayó suavemente por el cabello de Angélica. Las cosas se habían salido de control. Ahora tenía que afrontar las consecuencias.
- Si me quedo, de seguro me perseguirán. E irán tras de ti, y eso es algo que no voy a permitir. Antes muerto- masculló para él.
- ¡Pero no quiero que te vayas! No quiero… que me dejes sola aquí.
- Pero así será. Es lo mejor. Y en el fondo lo sabes.
Los sollozos de Angélica se hacían eco entre las cuatro paredes de aquella vieja habitación. De pronto, el apuesto joven se acomodó a su lado. Levantó el rostro de la dulce chica y le secó las lágrimas.
- Escúchame bien- su mirada penetrante llamó su atención- volveré. Así sea lo último que haga. Esto es una promesa.
- ¿Pero cuando?
- Cuando cumplas tus veintiuno. Te encontraré en la universidad, porque quiero que sigas tus estudios- por unos segundo el chico la miró pensando que decir- Y otra cosa te prometo… nos iremos juntos, lejos de aquí. Seremos solo tú y yo. Nadie más te tocará para hacerte daño.
- ¡Pero tú me has hecho daño!- gritó levantándose del suelo.
- ¡Pero nos queremos! Y no te vas a echar para atrás ahora.
Sin permitir más palabras, el joven apartó la pequeña distancia que los separaba, y estampó sus finos labios sobre los de Angélica. La besó con furia, sabiendo que aquella era una despedida para mucho tiempo. Pero ella no lo creía. En su mente se repitió una y otra vez que no iba a volver. Así que aprovechó cada segundo de su último encuentro, para guardarlo en su memoria. Y para cuando abrió los ojos, su hermoso chico de ojos grises ya no estaba, se había desvanecido por completo. Solo quedó en su lugar un largo collar de diminutas perlas negras con una llave al final.
Ahora
Angélica apretaba fuertemente aquel collar que con tanto recelo había conservado. Su mente no daba para más y en un arranque de rabia y sufrimiento, cayó de rodillas derrotada.
- ¡¿Después de tantos años ahora es que apareces?! ¡Maldito Gabriel!
Rompió el papel en pedacitos, mientras todos aquellos deseos reprimidos en su corazón salían desbocados. Su lucha interna por saber si debía o no acudir a esa “cita” la mantenía inquieta a modos inimaginables. Ella no estaba lista para eso. Después de tanto tiempo, sin recibir ni siquiera una llamada, jamás pensó que iría a cumplir su promesa. Pero lo vio, y los pedazos de papel tirados por el suelo lo comprobaban. Ahora todo se resumía a una sola pregunta que rondaba por su mente: ¿realmente quiero volver a verlo después de todo lo que sufrí por él?
