Estoy mirándolo fijamente. Podría jurar que si no fuese tan engreído, estúpido, mujeriego, idiota, malcriado, imbécil, machista... en fin, si no fuese Daryl Dixon, me acercaría y enredaría mis dedos en sus cabellos despeinados. Tengo que aceptar que realmente son hermosos. Y sus ojos azules, que siempre parecen sonreír. Y, oh... dios, esa boca. Esa exquisita boca que seguramente hace maravillas. Sacudo la cabeza y ruedo los ojos.
- Sabes que no vas a conseguir nada, Daryl.- suelto de repente.- ¿Qué haces aquí?
- Me deseas.- dice, el muy descarado. ¿Cómo rayos puede saber éste espécimen de hombre si yo -aunque sea verdad- lo deseo? Dios mío, es tan engreído. No lo soporto.
- Lárgate. No me molestes.
- Se te nota. En todo lo que haces.- se acerca a mi a paso lento.
- ¿Cuándo vas a comprender que no todas las mujeres que respiran mueren por estar contigo?- empujé su pecho para alejarlo de mi cuando estuvo muy cerca.- No-te-deseo.- Uh, seguramente tendría un lugar en el infierno por decir tantas veces esa mentira. Pero, por supuesto: no iba a aceptarlo. Jamás. Y menos frente a él.
- Si, si.- sonríe. Por dios, esa sonrisa.- Como digas, nena.- y se aleja.
- Solo dime que quieres y déjame en paz.- el se rié, otra vez.- ¿O piensas seguirme acosando?
- Oh, cariño.- dice, desafiándome. Como siempre.- Yo no te acoso. Yo te demuestro, siempre, cuanto te odio.- sonríe.- Pero ésta vez, no he venido a decirte lo mucho que apestas. Solo he venido a pedirte que vayas a la fiesta de Rosita. Ella insistió en que te invitase personalmente, porque ella no podía.
- Oh, ¿en serio?- abro la boca de par en par. Él suelta una maldición y se arregla el cabello.
- Ya sabía que serías tan inmadura como siempre.
Me río a carcajadas. Adoro molestarlo. Es tan... ¿desestresante? Sobre todo cuando está en plan conciliador porque su hermanastra, que también resulta ser mi mejor amiga, le ha pedido un favor y se supone que debe ser amable.
- Hagamos un trato.- digo, con una sonrisa. No puedo evitar reírme cuando chasquea la lengua y mira hacia arriba, exasperado.
- ¿Qué diablos quieres ahora?- espeta.
- Si tú te disculpas por todo lo que me has dicho, desde que nos conocemos, yo aceptaré ir a la fiesta de Rosita.- el frunce los labios y me mira con los ojos entrecerrados.
- Tú siempre tan optimista, Peletier.
Le miro a los ojos y mi sonrisa de ensancha. Debo parecer una auténtica loca. Pero, la verdad, es que no me importa ni un poquito.
- Bien puedo decir que me trataste tan mal que no quise ir. O que no me dijiste nada.
- Eres una...- gruñe entre dientes.
- Vamos, Daryl.- pido.- No es tan difícil pedir disculpas por comportarte como un auténtico imbécil con una mujer.
- ¿Con cuál mujer me he comportado así?- espeta. Pero ahora, sé que se está divirtiendo.
Entonces sé que dentro de poco va a perder la paciencia y comenzará a insultarme. No sé si dejarlo tranquilo, irme y seguirlo ignorando; o probar un poco más su paciencia hasta que se rinda y acepte ser un mujeriego empedernido, completamente insoportable. Me decido por la segunda. Tiene que pagarme unas cuantas.
- Crees que podrás salir de ésta, ¿no es así?- lo reto.- Pero esta vez no te la pondré tan fácil, Daryl.
Él se ríe. Y con ganas. Repentinamente siento ganas de abortar el plan.
- Quiero que te disculpes.- le miro a los ojos.- Por todo.
- Uhmm...- ladea la cabeza.
Su cerebro está maquinando. Y no me gusta cuando su cerebro está maquinando... contra mi.
- Por donde empezar.- se da leves golpecitos en la mandíbula.
- Te recomiendo que pienses bien lo que vas a decir.- musito.
- Podría empezar por el hecho de que eres totalmente desesperante, estúpida, insoportable. Que, además, vienes de un lugar del que nunca tuviste que haber salido.
Abro la boca de par en par.
- Ah, si... también que eres tan básica que me das asco. Oh y que, por supuesto: no eres más que una mujerzuela que piensa que se está comiendo el mundo y la verdad es que ni tú misma te lo puedes creer.
Trago saliva. Definitivamente si fue una mala idea.
- Pero, ¿sabes una cosa?- se fue acercando a mi.- No me das más que pena, Carol.- espeta con dureza.- Y, lo peor, es que tú sabes todo lo que te estoy diciendo.- gruñe.- Eres, simplemente, un intento de mujer. No sirves. Así como tu último novio: nadie te va a querer. ¿O es que necesitas que alguien más te monte los cuernos para darte cuenta que no vales absolutamente nada?
Esta vez jadee y di unos cuantos pasos hacia atrás, alejándome de él. Ésta vez él había rebasado el límite. De todas las cosas que me había dicho en casi un año: esas sin duda habían sido las peores. Quería estrangularlo cuando sentí que mis mejillas se mojaban por las lágrimas. ¿Cómo se había atrevido a nombrar la situación con Ed? ¿Cómo diablos sabía él eso? Seguí caminando hacia atrás. Él estaba serio. Juro que si no fuese por todo lo que me acaba de gruñir en la cara, pensaría que estaba arrepentido. ¡Jah! ¿Que rayos te pasa, Carol? Él no tiene corazón. Y tú cerebro. Eres una ilusa que forzaste demasiado la cuerda.
- Eres un cabrón.- dije con la voz extrangulada.
Él se mantuvo impasible. No dijo más nada.
- ¡Eres un cabrón!- repetí gritando.
Ahora las malditas lágrimas salían a estrellarse contra mis mejillas sin control. Eso solo servía para hacerme llorar más. ¡Era la primera vez que demostraba vulnerabilidad ante sus palabras! Y lo odiaba. El avanzó hacia mi con el rostro crispado y parpadeando repetidas veces.
- Oye, yo...- se atrevió a musitar.
Mi pecho se trancó, impidiéndome respirar. Tenía que sollozar para poder hacerlo. Me puse la mano en el cuello y miré al suelo. Me sentía tan derrotada. Solo me di cuenta que estaba junto a mi, cuando sentí sus manos rodear mis brazos. Miré hacia arriba, dispuesta a escupirle el rostro, pero me quedé congelada cuando noté su preocupación y sus ojos completamente abiertos.
¿Qué, en nombre de todos los santos, significaba esa mirada?