Friday: Jason (III)

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Rebecca llevaba mirándome fijamente durante unos diez minutos. Sus ojos grisáceos me seguían como una cámara de seguridad, analizando cada uno de mis movimientos. En estos momentos mi única distracción era la espuma del café, que seguramente ya estaba helado.

Desde la última sesión había estado teniendo pesadillas en las que Effie era la protagonista. Esa escena se repetía en mi cabeza una y otra vez, y una parte de mi volvía a morir. 

—Estuve teniendo pesadillas sobre Effie.—dije por fin.

Ella me mira sin emociones, a veces me pregunto si detrás de esos sombríos ojos grises hay una persona real.

—Háblame sobre ellas.—Su voz es neutra, sin un rastro de vacilación.

Mi pulso comienza a acelerase y mi respiración se vuelve irregular. No es sólo un sueño, también es un recuerdo.

—En realidad, es del día que murió.—susurré.—Era la única persona en la que podía confiar, y se fue.

Su silencio me indicaba que debía relatarle aquella noche en la que la perdí para siempre.

(...)

17 de Julio de 1993.

—¡Puedo acostarme con quien quiera en mi puta casa, Roxanne! —grita Chad estrellando su mano contra la pared.

La mujer de la cocina llora, tiene la cara con marcas moradas y el maquillaje esparcido por las mejillas.

—Soy tu esposa, se supone que no deberías acostarte con nadie que no sea yo.

Ella mira con dolor los chupones en el cuello de su marido mientras este intenta calmarse.

Sale de control nuevamente y su palma cae pesada en la cara de Roxanne.

—¿En que momento el amor se volvió tan violento? —susurra entre lágrimas. —¿Qué pasó con todo esto, Chad? ¿Qué pasó con el alma que solías ser?

Su voz está cargada de dolor y su cuerpo está a punto de derrumbarse.

El amor puede acabarte.

Mientras tanto, un niño de tan solo diez años se acurruca en la esquina de la cama intentando acallar su llanto. Sólo quiere crecer para por fin irse de aquel infierno al que llama hogar.

No puede seguir escuchando, así que seca sus inocentes ojos verdes y camina hacia la ventana con el miedo creciente en el pecho, esperando que Effie esté aún despierta.

Y como lo suponía la ventana de su vecina estaba abierta y la luz aún seguía encendida. Al entrar, Jason vio a Effie sentada en sobre un viejo sillón polvoriento con un clásico de Shakespeare entre sus huesudas y pálidas manos.

Cuando se percata de la presencia del pequeño, levanta sus muertos ojos por sobre los anteojos y le regala un intento de sonrisa. Jason la notaba aún más deteriorada que la noche anterior; sombras pronunciadas debajo de sus ojos, la piel demasiado pálida y los huesos más marcados.

—¿Qué ha pasado, Jassie? —dijo amable a pesar de su estado.

Él se echa a llorar al instante y corre a sus brazos. Si hay algo que Effie extrañaría cuando el cáncer acabe con ella eran los brillantes ojos verdes de aquel niño.

—Papá le dio su amor a otra de nuevo.—lloriquea.—Le está pegando a mamá, ella tiene miedo.

La anciana siente una opresión en el pecho y abraza con más fuerzas su pequeño cuerpo.

¿Qué sería de él cuando el cuerpo de Effie no sea más que cenizas y polvo?

—Confundimos demasiadas cosas con amor, lo que hay entre tus padres no es un sentimiento puro.—Ella le acaricia su cabello mientras él llora más fuerte.  — A veces, uno da todo por esa persona y lo único que recibe a cambio es dolor.

—¡Ellos deberían amarse! —gritó.

—Enamorarse no es para todo el mundo.

Jason se seca los ojos y la mira con curiosidad.

—¿Nunca te enamoraste? —preguntó.

La mujer sonríe y sus ojos se cristalizan.

—Por supuesto, todos nos enamoramos al menos una vez en la vida. Algunos privilegiados tienen suerte, mientras que la mayoría terminamos recogiendo los fragmentos de nuestro corazón roto.

La visión que Effie le estaba dando a Jason sobre en amor sonaba terrible, pero que más podía decirle una anciana que lo único que las personas le dieron en su vida fueron decepciones.

—¿Juntarás conmigo los fragmentos cuando me rompan el corazón? —preguntó con la voz cargada de inocencia.

—Eso quisiera, pequeño.—le aseguró.—Pero no creo llegar a esas alturas.

Quizás Jason sólo tenga diez años, pero puede reconocer un alma desgastada como la de Effie. Es lo único que le queda, lo único que siempre tuvo y ahora es consciente de que se está yendo.

Ella tose, y él le toma la mano.

—¿No puedes quedarte más tiempo? —pregunta con la voz quebrada.

—Tuve la opción de quedarme un poco más con tratamientos médicos, pero no quiero vivir artificialmente.—Sonríe, o eso intenta.—Voy a irme pronto, Jassie, pero siempre estaré cuidándote.

De todos modos, no tenía mucho que perder. Su única hija se había olvidado de la persona quien tanto años intentó darle la mejor, de sus demás parientes no tenía noticias desde hace varios años y jamas había llegado a casarse.

Sólo la ausencia de Jason le dolía. La realidad le estaba explotando frente a los ojos en una edad demasiado temprana.

—No sé que hacer para que te quedes.—dijo en un susurro.

El corazón se le parte en dos, no quiere dejarlo solo.

—La muerte es lo único que no puedes evitar.

Le da un beso en la frente con sus cortados labios. Jason le da un último abrazo, tiene que irse antes que sus padres noten que no está.

—Volveré mañana.—le asegura.

Pero uno nunca sabe cuando será la última vez que verá a alguien.

(...)

Las lágrimas calientes se juntan en mis ojos, pero no puedo llorar, no frente a Becca.

—Falleció a la mañana siguiente, la encontraron en el mismo sillón en el que había estado conmigo por la noche.—expliqué.—Asistí a su entierro esa tarde con mi mejor traje, no había nadie en él. Al parecer su hija llamó y pidió que la cremaran.

La muchacha asiente y frunce los labios.

—¿Qué dijeron tus padres sobre su muerte? —preguntó.

—Nada, nunca lo supieron.—Sentía mi pecho arder de furia.—Lloré meses por eso, pero nunca se dieron cuenta.

No puedo seguir hablando, así que me paro y salgo del despacho.

—Esta sesión ha terminado.—oigo que dice Rebecca justo cuando cierro la puerta tras mis espaldas.



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Espero que les guste, y gracias por ser tan pacientes en los capítulos.

-X.

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