He tenido pesadillas desde hace cuatro días. La verdad, ya ni se me antoja dormir, debo tener unas bolsas enormes bajo mis ojos. En estos cuatro días han pasado muchas cosas, pobre por primera vez una manzana, Miguel converso conmigo y decidió ayudarme, Clarence desapareció, Charles lleva sentado en la ventana tres días, he empezado a alucinar, creo, y para completar, Miguel no ha aparecido. Algo me hace pensar que se ha retractado de ayudarme. Vaya, nada me sale bien. Supongo que habrá otra oportunidad, ¿verdad? Debe de haberla, no puedo quedarme aquí. Me rehúso.
Tengo ganas de mirar por la ventana, pero Charles está ahí, y no quiero acercarme y molestarlo. Pues, últimamente, cada vez que me le acerco intenta arañarme, así que es mejor mantener distancia hasta que su histeria de viejo se le pase. En fin, muero de hambre, pero no pienso golpear la puerta, se que Miguel anda por ahí, y en cuanto se asome, lo agarraré. No me puede dejar así.
Estoy aburrida, lo cual es algo muy común últimamente. Ya que a pesar de la intensidad de los últimos días, si no estoy alucinando o intentando quitarme a Charles de encima, entonces estoy sentada en la mitad de la habitación analizando las paredes. Suspiro y miro a Charles. Suena gracioso, pero extraño a mi gato. Él se percata de mi mirada y se gira, nos miramos unos segundos y me muestra sus afilados colmillos. Lo entiendo. Desvío la mirada hacia la cama.
- ¿B? – escucho su voz entre el chirrido que emite la puerta. Le falta aceite. - ¡B!
- ¡¿Qué quieres?! – me giro y le lanzo una mirada fulminante. – Ha de ser algo importante para mostrar tu rostro luego de tres días, ¿no?
- Lo siento, de verdad. – cierra la puerta y yo pongo los ojos en blanco.
- Sí, bueno, como sea. – me cruzo de brazos. – ¿qué quieres?
- Te traje algo de comer. – su mano apareció frente a mi rostro.
- ¡Manzana! – pegué un saltito y la cogí rápidamente. Le di un mordisco. – Delicioso.
- Me alegra que te guste. – se sentó a mi lado. – Tengo una buena noticia.
- Sigo enojada. – digo con un bocado en la boca. Trago y lo miro. - ¿Qué pasa?
Lo miro fijo y noto como se mueven sus labios pero no puedo escuchar lo que dice. En cambio, escucho unos susurros que no entiendo, es un idioma desconocido. Niego con la cabeza y cubro mis oídos. Miro a mí alrededor. Charles me observa. Miguel observa a Charles. Oh, vamos, ¡No es momento para jugar al tren de las miradas! Joder.
- ¡Basta! – grito, y Miguel me mira. Le grita algo a Charles y este le gruñe.
Un escalofrío recorre mi piel y me estremezco. Los susurros se hacen más fuertes, ya no son susurros, son gritos. ¿Quién grita? ¡No hay nadie más en esta habitación de porquería! Tiene que ser una pesadilla. Debo estar dormida. Aprieto los ojos y me ordeno a mi misma despertar. No funciona. Tengo que esforzarme un poco más. Me giro hacia la pared y me golpeo la cabeza. Miguel me toma de los hombros y me detiene antes de que lo vuelva a hacer.
- ¡Tengo que despertar o será peor! – le grito y me zafo de sus manos, enseguida golpeo mi cabeza de nuevo. Él pone sus manos alrededor de mi cuello. - ¡Si no despierto él vendrá!
- Oh, pequeña mía, ya estoy aquí.
Los gritos cesan, hay silencio. Ni charles ni miguel se mueven. Sus manos siguen en mi cuello. Me zafo y descubro mis oídos. Miro a mí alrededor. Charles aún me mira, pero hay algo diferente en su mirada, picardía, satisfacción. ¿Se habrá comido mi manzana? Miro al suelo y la manzana ya no está. Se la comió mientras yo sufría, que gato tan maravilloso. Me giro hacia Miguel, en sus ojos puedo ver una profunda preocupación. Ahora sí que estoy confundida. No era una pesadilla. Él me hablo, quien quiera que sea, me hablo. Está aquí.
- Está aquí. – susurro mirando mis manos.
- ¿Eh? – pregunta Miguel.
- En algún sitio, se está escondiendo. – muevo mis ojos buscándolo sin levantar mi rostro.
- ¿Quién? – dice mientras pone su mano sobre las mías deteniendo lo que se estaba convirtiendo en una autolesión.
- ¡No sé quien es! – grito y levanto el rostro. El me suelta y se echa para atrás. - ¡Me acosa! Primero en sueños y ahora... también despierta.
- ¿Cómo es él?
- No lo sé. Feo, supongo. – me encojo de hombros.
- ¿Nunca lo has visto? – me mira confundido.
- No, no completamente. – muerdo mi labio. – He visto sus ojos. Sus asquerosos y amarillosos ojos. Y he escuchado su voz.
- ¿Amarillos? ¿Cómo los de tu gato? – me dice, haciéndome caer en cuenta. Los ojos de Charles son idénticos a los de él. Asiento y miro a Charles, confundida. Miguel se acerca a mí. - ¿Qué te dice?
- Me necesita. Me quiere. – aprieto las manos.
- ¿Para qué? – de nuevo, toma mis manos.
- ¡Yo que sé! – grito y me levanto de golpe. – Si supiera ya lo habría ayudado. Así me deja en paz.
Camino en círculos, y examino cada parte de la habitación. Hace frío, pero la ventana está cerrada y afuera hace sol. Paso mis manos varias veces por mis brazos para darles calor. No funciona. Tal vez no hace frío, tal vez la que está fría soy yo. Me siento en la cama y apoyo mis codos en mis muslos, cubro mi rostro con mis manos y emito un gruñido.
- ¿No te gusta jugar a las escondidas?
Me sobresalto. Mi corazón se acelera y caigo de la cama. Lo busco, de nuevo. No está.
- Vamos, estoy esperando por ti.
Niego con la cabeza y me levanto.
- ¡Pues te vas a quedar esperando! – grito con todas mis fuerzas. Miguel se gira hacia mí, tiene miedo. Pero no es el único, yo también. Me apoyo en la pared y miro la habitación.
- Ya vendrás, ya vendrás.
Su voz se desvaneció en las últimas letras. Se fue. Suspiro aliviada y dejo ir la tensión en mi cuerpo. Escucho el sonido de unas gotas golpeando el suelo. Miro hacia abajo. Soy yo. Es mi sangre rebotando en el suelo. Toco mi nariz pero no sale de ahí. Noto entonces como mi vista se nubla, veo rojo. Mierda, no es mi nariz. Son mis ojos. Los limpio pero la sangre continúa saliendo. Miguel se levanta y se me acerca, me mira a los ojos y susurra algo que no entiendo. Le ruego que me ayude.
- Tengo que sacarte de aquí. – me dice y yo asiento.
Lo último que recuerdo es mi cuerpo tendido en sus brazos, el frío recorriendo mi piel y a mi gato observándonos desde la ventana.
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A S Y L U M
Mystery / ThrillerNo puedes seguir bailando con el diablo, y preguntarte ¿por qué sigo en el infierno?