Capítilo 1: Vuelta a casa

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El sol calentaba mi espalda, me había quedado dormida en la manta sin darme cuenta y el calor ya se estaba empezando a notar. Por suerte, tenía la parte del biquini puesto y tendría que haber cogido color. Se sentía muy bien estar allí, con el ruido del mar detrás, y sintiendo que no hay preocupaciones. Me estiré entonces, cuando noté como algo faltaba a mi lado. Un cuerpo que tendría que estar a mi lado durmiendo como nos habíamos quedado hacía pocas horas:

-¿Tori?-me estaba asustando- Tori- me alcé un poco buscándola, cuando la vi.

Sonreí nada más verla, al igual que esta a mí. Se había levantado para dar un paseo mientras que yo estaba dormida, debería de habérmelo dicho; aunque con esa sonrisa, nada se lo podría negar.

Esta levantó el brazo y saludó con un simple gesto del brazo, cuando empezó a meterse en el agua con la ropa incluida. Se iba a notar que no había asistido a clase como se bañara a casi hora de irnos. Tenía que salir antes de que entrara más adentro, aunque ella seguía y seguía cuando, de repente, entró bajo el agua. Reí. Pensar que hacía a penas semana y poco más, era una niña insufrible y ahora, allí estaba, bajo agua. Demasiado tiempo para decir verdad:

-¿Tori?- nada, ni rastro- ¡Tori!- salí corriendo enseguida metiéndome en el agua- ¡Tori!- el agua estaba helada y no podría sobrevivir mucho allí metida-¡Tori!- me estaba empezando a desesperar- ¡Tori! ¡TORI!- grité a los cuatro vientos, pero ni rastro- ¡TORIII!

-¡Señorita!- abrí los ojos cuando noté la mano sobre mi hombro- ¿Está bien?- una azafata del avión me zarandeaba un poco.

-Sí, lo siento- me disculpé un poco cuando vi que la gente me miraba- Estaba soñando- les respondí para que volvieran a sus vidas.

-Ok, es solo que vamos a llegar en treinta minutos, póngase bien- asentí calibrando mi asiento.

Me di cuenta entonces, no había pasado nada, solo había sido un maldito sueño que me había angustiado:

-Oye, ¿pero que pasó con la chica?- me giré a mi derecha encontrando a mi acompañante- Cuéntalo.

Ya se me olvidó: de camino de Londres aquí, le había empezado a contar la historia de Tori y yo a una anciana que había "empezado" a ser mi amiga en el viaje y, tras que esta fuera al baño, me había quedado dormida sin contarle el final:

-Pues nada, que me dejó- respondí- No supe más nada de ella en estos dos años.

-Oh, valla, pequeña, lo siento- sonreí quitándole importancia.

-No importa, estoy bien- asintió esta.

Y bueno, el viaje a Londres al final, había dado sus frutos. En estos dos años había podido ahorrar lo suficiente para ir viviendo y mi capricho. Ahora tocaba regresar un poco a la vida anterior. Añoraba a todos. Ya me había encargado de llamar a Cat y Ezra me dijo que me iba a estar esperando en el aeropuerto. Casi no aguantaba más llegar a la casa. Se veía que Londres me había cambiado, pero no tanto. Aún echaba de menos mi faceta macarra. En Londres, todo el mundo era muy serio como para hacer alguna de las mías, la vida era muy aburrida. Todo el tiempo lo tenía dividido entre los dos trabajos que había conseguido: actriz para un reality de la televisión con pocos videntes y el trabajo que me consiguió Jesse, mi amigo de Londres.

Por lo que, nada más aquel avión tuvo sus ruedas en el suelo, salí disparada por la puerta para observar mi ciudad. Había cambiado un montón en estos dos años. Habían modernizado el aeropuerto, aunque el servicio de maletas seguía siendo tan lento como cuando me fui. Más de vente minutos tuve que esperar a recoger mis dos maletas que se habían visto agrandadas en estos años. La ropa de Londres es lo que tiene, que, o sigues la moda, o no eres nadie. Asique, nada más cogí por fin mis maletas, salí por la puerta en busca de Ezra que no lo veía por ningún lado. Como lo hubiera olvidado, si que iba a formarle una buena; pero no. Enseguida escuché sus pasos por detrás mio cuando me tiré sobre él abrazándole por sorpresa:

TENGO GANAS DE TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora