K.A.P.

36 1 0
                                    

Una vez bajo el nublado cielo y el frío delicado entre sus labios, comenzó a besarme. Recuerdo que fue la primera vez que le tuve en mis brazos; así completo. Recuerdo que mientras sentía su lengua inspeccionar mi boca, él comenzó a acariciar mi rostro, utilizaba mi piel cómo barro entre sus manos y formaba de mí, lo que sus ideas quisieran. En ese momento, yo comencé a despedazarme; él entonces tomó mi cabeza con sus manos; él me besaba cómo nunca nadie lo hizo. Siempre creí que ya nadie podía corromper mi alma, creía que ya estaba suficientemente maleada por lo efímero del deseo, pero luego llegó él con su dulce y etéreo ser; él que me tomó de la cabeza mientras me besaba, mientras mi cuerpo iba separándose parte por parte. Así, mi pierna derecha se desprendió de mi torso, secundo el acto la izquierda, en seguida un brazo cayo de lo alto y al instante dos se postraban ya junto a las piernas. Finalmente mi torso cayo junto con el cuello, y los restos de cuerpo sobrantes hicieron compañía a las partes desprendidas. Mientras yo seguía disfrutando del sabor de su lengua, la pesada sensación de placer desigual se presentaba. Por una parte, yo quería seguir gozando el acto, y por otra, yo deseaba ser dueña de mi cuerpo otra vez, sin darme cuenta que aunque él no me tenía en alma, en esencia, ya se había apoderado de mi materia, de mi ser.

Como no quedarme si me hacia sentir cómo una pieza de arte...

AlquimiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora