CAPÍTULO 4: LA MUERTE DE SUPERGIRL

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Kara le había pedido a Alex que no les diera ninguna información sobre dónde iba a encontrarse con Maxima a James, Winn y Lucy. Los conocía lo suficiente como para saber que de poseer esa información, se presentarían en el lugar, aunque eso supusiera arriesgar sus propias vidas. Ya tenía bastante con el peligro que corría Cat Grant.

Cuando quedaban pocos metros para llegar a la entrada de los subterráneos, Kara se sintió débil, como si algo le robase toda su fuerza. Tal como J'onn y Alex temían, Maxima había utilizado kryptonita en toda la zona. Dos de los tipos con los que ya se había enfrentado en el pasado, se dejaron ver en la entrada, y de pronto, sus fuerzas parecieron aumentar. Pudo aterrizar cómodamente y seguirlos dando pasos firmes. Pero no tardó en volver a sentirse extrañamente débil.

—Bienvenida, Supergirl —saludó Maxima con una amplia sonrisa en cuanto la vio llegar—, habrás notado una fluctuación en tus poderes al entrar aquí —Kara la miraba en silencio—. Les dije a mis chicos que apartasen la kryptonita de la entrada, de lo contrario, no creo que hubieras podido pasar, como no podrá tu querido primo, Superman.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Kara.

—Verás, eres una mujer de palabra y has venido sola, pero dudo mucho que Superman o tu hermana se queden de brazos cruzados mientras tú... peleas contra nosotros —Maxima se dio la vuelta e hizo aspavientos con los brazos—. Sólo hay dos formas de entrar en estos subterráneos, una ya la conoces pero ha quedado bien protegida con kryptonita y algunas bombas camufladas, la otra sería abrir un agujero en el techo y penetrar en el suelo hasta aquí, pero eso provocaría desprendimientos y nuestra muerte, y seguro que tu primo no quiere responsabilizarse de tu muerte o la de Cat Grant.

—Maldita sea —susurró entre dientes Kara—. ¡Quiero ver a miss Grant! —demandó con energía. Maxima chasqueó los dedos y el tercer tipo apareció tras una puerta metálica cogiendo a Cat por un brazo con poca delicadeza.

—¡Miss Grant! —exclamó Kara al verla, haciendo el amago de ir hasta ella, pero se contuvo para no complicar las cosas.

—¡Supergirl! —dijo Cat, contenta por volver a verla y notar su impulso, pero preocupada por la situación en la que se encontraban ambas.

—Bueno, ya basta de tonterías. El programa está a punto de comenzar —anunció Maxima.

—¿Qué programa? —preguntó Kara.

—El de nuestra pelea, Supergirl —explicaba Maxima—, todo National City la verá en directo, y presentada por la reina de los medios, Cat Grant, la mujer que te puso el nombre y te presentó al mundo, ¿no es genial?

Cat miró a Kara con gesto compungido, formar parte de aquel juego retorcido le asqueaba, pero no tenía alternativa.

Cuando Maxima se lo indicó, Cat miró a la cámara que habían instalado allí y empezó a hablar. Y entonces, su imagen se apoderó de todas las pantallas de la ciudad. Los habitantes de National City tenían acceso directo a lo que ocurría en quellos subterráneos, incluidos James y Winn, que observaban con atención y miedo, lamentando no poder hacer nada por Kara.

—Buenas tardes, National City —empezó Cat en un tono bajo.

—Habla más alto, Cat, así no pueden escucharte bien —mandó Maxima.

—Hoy quiero presentaros un suceso insólito, el enfrentamiento entre Supergirl —Cat tragó saliva—, y Maxima, princesa de Almerac, ella... —La pelirroja la interrumpió, apartándola de un empujón.

—Este combate se lo dedico especialmente a Superman —Miró fijamente a cámara, como si supiera que Clark la estaba viendo—, espero que te guste lo que vas a ver. Disfrutadlo todos.

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