El pueblo minero San.

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Ricochet

Mientras tanto ahí estaban todos mirándolo mientras sufría mucho, yo era uno de ellos, el señor Tron hablaba con él doctor Stone, solo le contaba sus chistes malísimos, mientras que al doctor Stone no le importaban, lo que si le importaba eran las zanahoria que el señor Tron le había ofrecido.

Llevaba dos días en cama el señor Kensai y ya se le notaba la mejoría, los medicamentos de yerbas especiales del doctor Stone eran de una gran calidad, por no decir; lo mejor del sur, aunque siendo sinceros, es raro que no se coma sus yerbas medicinales convirtiéndolas en ensaladas, ignoren que dije eso por favor.

Saben Kensai es un chico ni muy alto ni tampoco bajo, de tez trigeña, muy delgado; eso lo hacía ver largo en aquella cama, sus extremidades eran largas, nariz perfilada, frente prominente con su cabello echado hacia atrás, su rostro siempre se veía relajado aunque en ese momento se veía bastante mal. Nunca vi una apariencia tan débil en un canción de cuna antes, los seis jóvenes anteriores se veían en condiciones pero ninguno llego tan lejos, todos murieron a manos de la armada real; ellos decidieron regresar a sus respectivos mundos dado que cada uno tenía una familia por la cual regresar, me preguntó si el señor Kensai, tendrá familia, pero hay algo en sus ojos que es diferente; vi una llama en sus ojos negros y grandes, esos enormes ojos no tenían duda de nada, todos los demás se veían indecisos a todo lo que les sucedía en lo que era para ellos este nuevo mundo, saben que me parece cómico es que Kensai lleva puesta una pijama con dibujos de notas musicales, azul con negra. Cuando despierte buscaremos algo para él.

Al pasar un día, llegaba el momento, Kensai se veía estable, el doctor Stone dijo que hoy él despertaría, y así fue, en la mañana despertó, tuve que contarle todo lo que paso.

Kensai

Cuando desperté me sentía muy aturdido, no sabia lo que había ocurrido, pero Richochet me contó todo. Conocí al doctor Stone, un señor muy grande por cierto, y le agradecí por salvarme, a pesar de que solo se la pasaba comiendo y ni parecía importarle que yo le diera la gracias.

Cuando llegó la tarde Ricochet me dijo que fuéramos con el herrero, para que hiciera mi Katana, a lo que yo respondí feliz -Claro, vamos- pero antes de partir Ricochet sugirió -Oiga señor Kensai, podría cambiarse de ropa-

-¿Que pasa Ricochet no te gustan las pijamas?-
-No es eso, es que todos se burlaran de usted-
-¿En serio? Pero es bonita-
"vaya que es tonto" se decía así mismo el conejo
-Bien, pero no tengo ropa- replico Kensai.
- Tranquilo, te conseguí algo-

Me dio la ropa y me la puse, era un pantalón marrón que llegaba hasta poco mas abajo de la rodilla, unos tenis blancos maltratados, y una camisa blanca rasguñada.

-Estoy listo- exclamo Kensai
-Le queda perfecto, vaya que tengo un buen ojo-
-Gracias Ricochet-
-De nada, discúlpeme usted por elegir su ropa, no sabía que estilo le gustaba-
-No te preocupes, esto está bien, es cómodo- mientras que de fondo a nuestra conversación se escuchaba las altas carcajadas del viejo Tron que repetía constantemente entre sus fuertes risas:

- pijama de notas musicales, como no me di cuenta.-

Cuando se calmo hubo un silenció, y en ese instante aproveche para invitar al viejo Tron -¿Vienes con nosotros? Vamos con el herrero-

-Tranquilo jovencito, vayan yo estoy muy viejo para esos viajes largos, son cuatros horas desde aquí-

Entonces procedimos a irnos, pero el viejo Tron detuvo a Ricochet - Espera, vayan al río, traigan agua, les queda de camino- nos dio un galón cilíndrico, el que puse a mi espalda como si fuera una mochila, luego nos despedimos y nos fuimos.

Sentimientos ParalelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora