Capítulo 4

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"Después de aquel último día en su apartamento, Suga y yo decidimos ingeniárnosla para sacar algo más de tiempo durante el día y vernos durante un rato aunque solo fuese para cenar o dar un paseo. Nuestros amigos decían que nunca habían visto a una pareja tan extraña, ya que estábamos constantemente picándonos el uno al otro y siempre parecíamos discutir por las cosas más estúpidas. Sin embargo, de puertas para dentro todo era diferente. Cada día que pasaba sentía que más lo quería, y eso era algo que hasta entonces jamás me había pasado.

Un par de meses después de que confesáramos nuestros verdaderos sentimientos, la situación de Suga parecía caer cada vez más en picado. Como él ya predijo, su trabajo de hostelería no le proporcionaba lo suficiente para seguir pagando por el apartamento, así que un día recogió sus cosas y decidió mudarse temporalmente a un hostal cercano. Lo que más le molestaba no era vivir en un hostal precisamente, sino que en este no disponía de habitación extra para volver a montar su pequeño estudio. Ahora todo se encontraba amontonado entre las mismas cuatro paredes.

―¿Por qué no vuelves a Daegu? ―pregunté un día. Muy en el fondo esperaba que nunca lo hiciera realmente y se quedara en Seúl, pero sabía que en aquel momento esa era una de las pocas opciones que le quedaban.

―¿Y dejarte aquí sola? Quién sabe lo que podría pasarte por ahí. Tampoco es que seas muy lista que digamos.

Resoplé y le di un leve empujón, haciendo que Suga trastabillara ligeramente. Como respuesta, posó una mano sobre mi cabeza y me despeinó hasta que tuve que suplicar que parara. Nos miramos fijamente durante unos segundos y a continuación nos echamos a reír, sacudiendo la cabeza en el acto.

―No, ahora en serio. ¿Alguna vez has pensado en volver? ―insistí nuevamente.

―No voy a volver a Daegu, Sooyun-ah. No me daré por vencido tan fácilmente ―expresó rotundamente. ―Además, hablaba en serio con lo de no dejarte sola.

Sentí el calor subir a mis mejillas pues, aunque ya estaba acostumbrada a sus palabras, nunca dejaban de hacerme efecto.

―Eres un romántico cuando quieres, Min Yoongi ―declaré.

Suga me miró de reojo y sonrió tímidamente, mostrando las encías además de sus perfectos dientes. Sacó una mano del bolsillo de sus vaqueros rasgados y la dirigió a mi cabeza para retirar una pequeña flor de cerezo que se me había quedado enganchada en el pelo. Los árboles seguían floreciendo y pasear bajo ellos provocaba una sensación indescriptible.

Aquella noche cenamos en uno de los pequeños restaurantes de ramen que había cerca de mi apartamento. Como siempre, Suga se ofreció pagar la cuenta, pero de nuevo como siempre, conseguí convencerlo para que la dividiéramos entre los dos.

Más tarde acabó acompañándome a casa, y he de decir que el día habría acabado de maravilla si no hubiera pasado toda la noche arrodillada y postrada sobre la taza del váter. Mi compañera había vuelto a su casa para pasar el fin de semana con su familia, así que Suga decidió pasar la noche conmigo al no querer dejarme sola en aquel estado. Por muy asqueroso que fuera, permaneció a mi lado en todo momento, sujetándome el pelo y acariciando mi espalda cada vez que lo necesitara.

Jamás volveré a comer ramen, pensé.

Al cabo de los días las náuseas parecían no querer desaparecer, así que intuí que quizás me habría contagiado de algún virus.

―Por algo existen las mascarillas, babo ―me repetía Suga una y otra vez.

Las medicinas tampoco parecían ayudarme a recobrar el estado de salud. Empecé a preocuparme de verdad y los más disparatados pensamientos comenzaron a inundar mi mente.

Nevermind (Suga)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora