Capítulo 5

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―Ah, noona... ―dijo Jimin una vez abrió la puerta. Parecía nervioso y no paraba de echar rápidos vistazos a su espalda, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

―¿Dónde está? ―pregunté sin necesidad de decir su nombre, pues él sabía muy bien a quién me refería.

―Lo siento, se ha ido hace un rato. Intenté llamarte pero no contestabas al teléfono ―Jimin se llevó la mano a la nuca de forma nerviosa en un intento por esconder su culpabilidad y yo me maldije internamente por haberme dejado el móvil en casa.

―Genial... ¿Sabes a dónde ha ido? ―cuestioné, aun sabiendo ya cuál sería la respuesta a mi pregunta.

―No tengo ni idea. Aish... ¡maldito hyung! Lo único que hace es venir aquí, beberse mi alcohol y marcharse sin decir una sola palabra ―se quejó el pelirrojo. ―Debió enterarse de que venías y...bueno, ya sabes.

Tras estas palabras, Jimin abrió los ojos en señal de sorpresa y se llevó la mano a la boca, posiblemente maldiciéndose por ser tan bocazas. Sacudí la cabeza como respuesta, haciéndole saber que todo estaba bien.

―Lo más probable es que haya vuelto a su hostal. ¿Por qué no te pasas por allí de camino a casa? ―sugirió.

―No creo que sea buena idea. Ya ha salido corriendo una vez, ¿quién dice que no volverá a hacerlo? ―pregunté en un patético intento por bromear. Jimin sonrió amablemente, pero en sus ojos pude apreciar un atisbo de amargura.

―Puedes quedarte aquí si quieres. De todas formas, aún no habrá llegado. Quédate un rato, dale tiempo, y piensa bien si quieres ir o no.

Sabía que Jimin tenía razón, quizá me vendría bien despejarme un rato y el solo pensar en encerrarme de nuevo en mi apartamento me producía un terrible dolor de cabeza.

El apartamento de Jimin era algo más pequeño que el mío, pero tenía las dimensiones suficientes para alojar a una sola persona. El salón, el cual se encontraba al otro lado de un estrecho pasillo, era pequeño y acogedor. Todo estaba limpio y ordenado a excepción de unos cuantos cristales que había esparcidos por el suelo, los mismos que escuché romperse al estar al teléfono con Jimin. Este me observó echándole un vistazo al desastre, así que fue rápido en explicarse antes de que comenzase a pensar en lo peor.

―No ha pasado nada, no te preocupes. Había una botella apoyada en el sofá y le dio sin querer con el codo. No me la ha roto en la cabeza ni nada, si es lo que estabas pensado ―rió mientras agachaba la cabeza para demostrar la veracidad de sus palabras.

Me acerqué a él y, dándole un ligero golpe en el hombro, también comencé a reír. Se sentía bien evadirse de la ansiedad por unos minutos.

Una vez recogidos los cristales y fregado el pequeño charco de cerveza que se había formado, nos sentamos en el único sillón que había en la habitación y Jimin me ofreció un nuevo botellín de cerveza, a lo que negué con la cabeza rechazándolo cordialmente. En ese momento pude ver cómo Jimin llevaba la mirada hacia mi vientre, pero la apartó tan rápido que me hizo debatir si solo habrían sido imaginaciones mías. ¿Ya lo sabe?, pensé.

―¿Así que es cierto? ―preguntó finalmente llevándose su botellín a los labios. Y sin más dilación, ahí estaba la respuesta a mi pregunta. No tenía sentido esconderle la verdad, pues en algo más de tiempo mi barriga expondría el secreto de forma evidente, así me preparé mentalmente para su reacción.

Ni hizo falta que respondiera, pues mi silencio delataba la afirmación de aquella pregunta.

―Oí decírselo a Suga-hyung ―confesó. ―Pero al verlo tan borracho... no sabía si estaba en su sano juicio.

Nevermind (Suga)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora