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¿He dicho ya que los cambios bruscos en mi vida son estresantes? Porque lo son. Terriblemente. Sin embargo sé que este lo necesitaba.

Debo agradecer la consideración que tienes conmigo por escucharme y ayudarme con todo esto. Sé que a veces puedo ser un poco desquiciante, y de alguna forma estás haciendo que comprenda mejor el comportamiento –sobre todo en el ámbito social- del ser humano.

Creo que estoy teniendo avances positivos, ¿sabes? Poco a poco parece que me voy integrando cada vez más en las oficinas. La verdad, todo es gracias a Atieno –y a ti, claro-.

El otro día me choqué con ella en las escaleras que se dirigen a la morgue. Fue gracioso porque ella me estaba bajando un café y yo estaba subiendo para comprarle uno, así que por primera vez en la vida, nos sentamos a hablar durante más de dos minutos. De hecho, ¿creo que fueron 15 minutos? ¿Media hora? No sabría decir.

Todo fue como si estuviéramos metidas en una burbuja y el tiempo solo avanzara para el resto del mundo.

Hablamos de muchas cosas en nuestro descanso para el café. Ahí me enteré de que le encanta el cine y los libros, justo como a mí. Cuál fue mi sorpresa cuando me dijo que su película favorita era "Aterriza como puedas". Pensaba que le gustaban más las películas románticas, de hecho se lo dije. Ella me respondió con una carcajada que no supe interpretar muy bien.

¿Triste? ¿Amarga?

No hablé más del tema por si acaso, pero le comenté que si alguna vez tenía un problema, que contara conmigo. Ella me sonrió y yo me sentí, curiosamente, aliviada.

¿No es extraño? ¿Alivio por pensar que si necesita algo, acudiría a mí?

Necesito prepararme más para este tipo de cosas...¡Pero eso no fue todo! Como, para bien o para mal, yo no tenía trabajo que hacer y ella libraba por la tarde, nos dedicamos a ver tiendas y comprar ropa. Después de todo, siempre que me veía me decía que teníamos que ir.

Sinceramente, nunca había sido ninguna de esas chicas de las películas que se van de compras y volvían a casa cargadas de bolsas colgando de sus muñecas. De hecho, suelo comprar por internet. Si tengo dudas con la talla, compro una de más, solo por si acaso. Prefiero ir cómoda y que un jersey me quede ancho a no poder respirar de lo ceñido que está.

Lo que quiero decir es que no suelo salir de tiendas. No es por pereza ni nada de eso. Ya sabes...

...

Tampoco necesito ropa nueva cada poco tiempo, ¿no? Estoy bien con la que tengo.

El caso es que me llevó casi tirándome del brazo. Entramos en tiendas de nombres impronunciables cuyos precios rozaban lo absurdo. Tampoco entiendo mucho la moda de la actualidad. ¿Por qué una camiseta que apenas tiene tela es más cara que una normal? ¿Y por qué no encuentro ninguna normal? ¡No pido tanto! Solo algo que me tape el ombligo y no transparente mi pecho.

...

Perdón, me voy por las ramas.Una de las tiendas que más llamó mi atención fue la última a la que entramos. Con solo poner un pie en ella me sentí pequeña. Todo, hasta la forma de los espejos o de las paredes, me parecía elegante. Debí haberme quedado boquiabierta, porque Atieno me miró y se echó a reír.

Me cogió de la mano y me llevó hasta los vestidos más bonitos que había visto en mi vida. No sabía por dónde cogerlos por miedo a doblarlos o a estropearlos. Ella cogió uno de un color que me resultó familiar: era del mismo color de sus ojos, marrones con un toque verdoso. Me recordaban a una selva.

La verdad es que sus ojos son muy agradables de ver, pero no por su color –que por cierto, ella lo llama "pardo"- sino porque son muy expresivos, pero eso hace también que siempre parezca estar nerviosa. No sé muy bien cómo explicarlo.

PrognosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora