Tercer capítulo: Adiós Burbuja

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Cuando entré al departamento de Laura eran alrededor de las 12. La encontré tirada en la cama roncando. Su celular estaba en el suelo. Lo tomé y tenía 7 llamadas perdidas de mi número.

Lo dudé un momento pero decidí despertarla. Sé que estaba enferma pero todo lo que tenía que decirle hacía que valiera la pena privarla de un rato de sueño

–Samantha –dijo con una voz somnolienta–. ¿Por qué me despiertas?

–Creo que olvidaste algo hoy –en ese momento abrió los ojos y me miró de arriba abajo.

–¡La cena de los sábados! ¡Pero te prometo que no lo olvide! –yo me reí en alto y ella se calmó. Se dio cuenta de que no le estaba reprochando en serio.

–No te preocupes. La noche terminó siendo mejor que nunca. Cuando estaba saliendo a buscarte, apareció Charlie –empecé a contarle todo lo que había ocurrido en la noche hasta el momento en el que me bajé del elevador.

–De verdad que ese chico se las trae –estaba sonriendo–. Estoy segura de que va a hacer el que te ayude a salir de ese escudo- burbuja-máscara o como quieras llamarlo.

–En realidad he estado pensando tanto las cosas… No es que quiera tener un novio o algo así. Sino que me di cuenta hoy en la mañana de que amo a las niñas, las quiero muchísimo así como te quiero a ti, disculpa por ser cursi. Y se siente demasiado bien, no tengo miedo de decirles algo o de demostrarles mi afecto. Estoy abierta y entregada a ustedes y quisiera ser así con los demás. Confiar en ellos, no tener miedo de hablar de mí o de lo que pienso. No sé si me entiendes, es demasiado extraño. Es tener ganas de hacer algo y no poder.

–La verdad es que no. Es decir, nunca he tenido ganas de querer a alguien y no he podido. Creo que me ocurre lo contrario. Pero lo que sientes es impotencia, y si la he experimentado. Muchas veces veo que ocurren cosas tan horribles en el mundo, me duelen pero no puedo hacer nada. Intento conformarme con ayudar lo más que pueda a la gente que tengo a mi alrededor.

>>Dale una oportunidad, Sam. No es lo mismo querer tocar guitarra y no tener manos a querer aprender a amar. Todo el mundo tiene sentimientos. Tú sí puedes amar. Además de que ya lo haces con algunas personas. Yo pienso que no pierdes nada.

–Es que no puedo –respondí un poco frustrada–. De verdad me siento como si no tuviera manos. Ya le dije que lo iba a intentar porque él ha hecho lo imposible para ser mi amigo y me da un poco de lástima. También porque ahora siento que mi vida es un poco interesante –terminé la última frase sonriendo.

Laura se rió. En la secundaria ella era muy popular. Siempre la invitaban a fiestas e intentaba obligarme a ir, pero yo me negaba. Muchas veces peleamos por eso. Todavía tiene muchas amistades pero la mayoría se han mudado así que casi siempre salimos las dos solas.

Después de bastante rato de charlar, me despedí de Laura y llamé al elevador.  Mientras bajaba iba pensando sobre esta noche. Nunca me había gustado ser el centro de atención –exceptuando en el escenario– pero me encanta pensar que hay una persona interesada en mí –Me estoy dando cuenta de que soy algo vanidosa. Veremos qué podemos hacer por eso–. En la universidad, Charlie no me había gustado para nada. Me sentía extraña porque yo a él lo había visto todos los días durante 4 años, y al final, después de que había salido con todas las chicas que quiso, me notó. Me llenaba de indignación cada vez que me hablaba. Me sentía la última opción que le quedaba.

Ahora no me considero así porque el chico es guapo, y puede elegir a cualquiera de las otras del ballet, que las he oído murmurando sobre él y visto como se le insinúan. Quizás hasta hayan chicas que yo no conozco que se sientan atraídas por él. Pero por primera vez alguien se fijó en mí, y aunque eso no signifique que voy a salir con él, si me siento mejor: un poco más linda –bueno, menos fea–.

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