Cuarto capítulo

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–¡Nos vamos de compras! –le dije emocionada a Laura mientras hacía un baile y sacudía las entradas en mis manos–. El sr. Friedman me llamó para decirme que hay un evento de caridad este sábado y que debo ir con alguna otra persona en representación de Christie Sulejman Cosmetics.

–¡Qué emoción! Siempre he querido ir a uno de esos eventos.

–Yo igual. Tenemos que conseguir los vestidos más hermosos de toda Nueva York.

–Pero no sé en qué momento lo vamos a hacer porque hoy tú te vas volando al ballet, después a la obra de las niñas y ya a las 10 no hay tiendas abiertas.

–Tranquila que ya yo planeé todo. Mañana voy a traer las cosas del ballet al trabajo. A la hora del almuerzo vemos unas tiendas y en el tiempo que tengo desde las 3 hasta que comienza el ballet, vemos otras. El viernes podemos hacer lo mismo y el sábado tenemos el día entero porque las niñas tendrán vacaciones por una temporada. Pero debemos ir también a un salón de belleza.

–¡Me parece maravilloso! Por cierto, ¿Qué tal les fue a las niñas ayer?

–Llegué un poco tarde porque tuve una pequeña discusión con Charlie. Pero bailaron de maravilla, él las felicitó y les dijo que eran mejores que algunos ballets que había visto en Francia. Eso las emocionó mucho. No creo que sea cierto pero…

–¿Charlie les dijo? ¿Fuiste con Charlie? –me interrumpió Laura con los ojos abiertos como platos pero con una sonrisa en su rostro.

–Bueno, sí. Es que desde que entramos al estudio no me prestó atención en ningún momento–empecé contándole a Laura todo lo que había sucedido hasta que salimos del acto de las niñas– Y me preguntó que si tenía hambre. No entiendo cómo me pregunta eso, si yo siempre tengo hambre. Es ilógico.

>>Fuimos a un restaurant de comida rápida los dos vestidos con nuestras mayas de ballet. Me parece una dulzura: al bajarnos me dijo: “Lo siento por traerte a este lugar, sé que estás acostumbrada a algo mejor, pero por ahora no puedo pagar otra cosa”. Yo lo tranquilicé diciéndole que yo lo invitaba, que para eso eran los amigos. Él se rió, pero cuando estábamos en la caja, ambos sacamos el efectivo para pagar, la cajera nos miró, sonrió y tomó el dinero de Charlie.  Cenamos hablando de tonterías, nos quedamos un rato viendo videos cómicos en la mesa desde su celular y después lo dejé en su departamento.

–Creo que no he conocido a una persona más perfecta, Samantha Anette Romance Garivaldi. Por favor, cásate con él.

Yo me reí desde que oí ese nombre. Laura siempre me inventa nuevos.

–Tranquila, Lau, que bastante avance ha sido que seamos amigos.

***

Llegué a tiempo para desearles suerte a las niñas antes de empezar. Como el primer día, pude verlas desde un costado del escenario.

Bailaron mejor que los dos días anteriores, y yo que pensaba que iban a estar cansadas.

Cuando salí a dar las gracias con ellas. Vi entre el público a Charlie con sus 5 hermanos (estaban los 4 que conocía junto con un niño que me imaginé que era Lucas, el de 9 años), su papá y su mamá. Me impresionó verla. Estaba sentada en una silla de ruedas. No aplaudió pero si estaba sonriendo.

Apenas terminó de cerrarse el telón, bajé corriendo a saludarlos.

–¿Cómo están todos? –pregunté con una sonrisa–. Gracias por venir. 8 entradas nos ayudan muchísimo.

–No tienes por qué agradecernos. La obra fue buenísima –dijo Gemma, la hermana gemela de Charlie– Creo que no conocías a Lucas. Es esta cosa fea que está aquí.

Yo me reí y me puse en cuclillas para saludar a Lucas. Después me acerqué a la sra. Friedman.

–Hola señora Friedman. ¿Qué tal le pareció la obra?

–Pues muy buena. Quisiera felicitar a esas niñas personalmente.

–¿Ah sí? Deme un segundo para buscarlas.

Subí y les dije a las chicas que una señora muy importante quería verlas. Ellas bajaron riendo y murmurando. Cuando llegamos, tenía un sobre que decía por fuera “de parte de la familia Friedman”.

–Niñas, bailaron excelentemente. Fue una estupenda presentación. Y nosotros les queríamos dar este regalo para animarlas a seguir siendo cada vez mejores.

Me entregó el sobre. Yo le agradecí. Me despedí y subí para ayudar a recoger todo. Le di a la directora el sobre junto con el dinero recaudado y cuando lo abrió, era un cheque con una suma exorbitante. Ella se negó a aceptarlo pero después de bastante forcejeo, la convencí de que lo tomara.

***

–¿Hola?

–Hola, Samantha. Es Christopher Friedman quien te habla.

–Buen día Christopher. ¿En qué puedo ayudarte?

–Quería saber cómo va el asunto del ascenso de mi hermano.

–Bueno, pues apenas lleva media semana trabajando. Lo ha hecho muy bien pero creo que se vería sospechoso si le doy un puesto alto en estos momentos.

–De mí no va a sospechar. Y no nos importa que piense que tú lo quieres ayudar. ¿No es así?

–Tienes razón –mentí. No quiero que piense que le tengo lástima, pero no me queda de otra–. Hoy hablaré con él.

–Muchas gracias y hasta luego.

–Hasta luego.

Primera posición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora