1 Parte

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Un sinnúmero de niños y adolescentes nos encontramos en un parque. Estas personas desconocidas frente a nosotras nos hacen tirarnos por unos juegos que se encontraban a altos metros del suelo. Eran como esos fierros de los bomberos en sus estaciones.
El hombre a mi lado me empujó, insitandome a que me enrolle en el metal helado y me lance. Cedo a sus órdenes y lo hago.
Al aterrizar en el suelo de arena observo que los demás hacen lo mismo. Cuando ya todos nos encontrábamos en tierra, nos agruparon.
Según lo que pude apreciar todos eramos menores de 18 años. No sé cómo esa información llegó a mi cerebro, solo sé que ahí estaba, y que debía recordarla.
A mi lado estaba mi hermana Andrea. Ambas queríamos escapar, pero yo era la más interesada en cumplir el objetivo y por lo que pude evaluar a mí alrededor los demás deseaban lo mismo. La mayoría se veía aterrada y nerviosa.

Supe, de alguna forma, que a donde nos llevaban no era un buen lugar.
Y aunque no lo supiera, con solo la presencia de esas personas y su apariencia se podía deducir sus intensiones.

Junto a la Andy logramos escapar de ahí. Lo único que pensé en esos segundos era en correr. Correr lejos de todo aquello.
Ni siquiera pensé en los demás, solo en nosotras. Un poco egoísta, pero que en esos momentos no me importó.
Vastó que los hombres se descuidaran unos segundos para que ambas nos escabulleramos entre los demás. Al haber muchos niños ahí, pasamos inadvertidas en ese minuto.

El cielo se estaba oscureciendo precipitadamente y estaba casi en una totalidad nublado.
Asimismo, existía una brisa extraña por la que incluso se podía decir que estaba por llover.
Luego de correr y correr, aunque mis músculos me rogaban que me detuviera, no lo hice.
No sé cómo con exactitud, pero llegamos a nuestra casa.

No recuerdo cuales fueron mis palabras exactas pero le dije a la Andrea que teníamos que irnos.
Nos estaban buscando y no podíamos quedarnos mucho tiempo.
Tampoco recuerdo como entramos a la casa. Creo que saltamos la reja y yo trepe por la ventana del segundo piso para luego dejar que la Andrea entrara por la puerta principal.

Rápidamente me encontré en mi habitación tomando una mochila en la cual metí un montón de ropa, ella imitó mis movimientos.
Podría decir que se encontraba en shock, ya que no me decía nada y su rostro no tenía expresión alguna. En un minuto, incluso, pensé en gritarle y decirle que se apurara, que está era la vida real y que de ella dependía si nos salvábamos. Pero comprendí que al ser la hermana mayor yo era la que tenía las responsabilidades y debía asumirlas. No podía obligarla a actuar como yo. Ambas supimos reaccionar diferente a esta situación. Tras unos segundos de meditar bien su situación me acerqué lentamente a ella y le pedí gentilmente que se apresurara.
Mientras tanto miré mis pies y me di cuenta que estaba descalza, por lo que me puse y ate las zapatillas que encontré cerca. Deben haber pasado unos 3 minutos desde que llegamos, así que deduje que todavía nos quedaban unos minutos de ventaja.

Ese pensamiento fue totalmente erróneo.

A lo lejos sentí un ruido extremadamente fuerte y supe inmediatamente que era de un helicóptero.
También me aterró llegar a la conclusión de que era demasiado tarde.
Por acto inconsciente agarré mi celular y le mande un audio a mi mamá, explicándole todo. Solo existen pequeños fragmentos en mi memoria de lo que le dije en ese entonces.

—Mamá...nos secuestraron y nos están llevando a otro lugar porque dicen que somos importantes...nuestro ADN tiene algo especial, dicen que nos necesitan. Te quiero mucho... A todos, nunca quisimos dejarlos. Te queremos...adiós... —recuerdo que no lloré. Aunque la agonía reventaba mi pecho.

Eso fue todo.

El ruido se intensificaba con cada segundo que pasaba y a pesar de que estábamos acorraladas en la pieza del segundo piso, aún quería escapar. Dejé el celular en la esquina de la ventana y de ahí pude ver claramente la luz del helicóptero que apuntaba hacia nuestra casa. Me aseguré de que el mensaje se enviará y me junté con mi hermana.
Por los vagos recuerdos, creó que intentamos defendernos porque ellos comenzaron a dispararnos. Nos escondimos debajo de la cama más lejana a donde ellos se encontraban, sin embargo eso no fue suficiente.
También puedo asegurar que sentí un profundo miedo azotar todo mi pecho. Eso fue lo último que logró entrar en mis recuerdos.
Ellos lograron atraparnos.

Nada las detendráDonde viven las historias. Descúbrelo ahora