Capitulo 12

276 14 0
                                    

Capitulo 12

Me desperté por un terrible sonido que vibraba y sonaba al lado de mi oreja.

Gruñí frustrado y giré sobre el colchón para tomarlo. Lo acerqué a mi oído.

—¿Hola? —dije con voz rasposa ya que recién me despertaba.

—Suripanta, ¿estabas durmiendo? —me preguntó él.

—¿Y tú que crees Adrian?

—Lo siento, lo siento —se disculpó —No pensé que estarías dormido a estas horas.

—¿Qué hora es? —le pregunté, mientras me sentaba en la cama.

—Son las 12 —dijo.

—¿Las 12?

—Si, si y no digas que eso es temprano, porque no lo es. Mueve tu maldito trasero y ven a abrirnos la puerta, que el maldito café me esta quemando las manos —me dijo Tony—¡Ya voy! —me quejé y colgué el teléfono.

Me puse de pie y salí de la habitación, caminé por el pasillo y llegué a la puerta.

La abrí y ellos dos estaban allí parados.

Giré y volví a caminar hasta la habitación, me volví a tirar en la cama.

—¡Oye! ¿Dónde están las tazas? —me preguntó desde la cocina Tony.

—¡Por ahí! —le respondí cerrando de nuevo mis ojos.

Escuché como la puerta se volvió a abrir, de seguro esa era Rose. Mi nana.

Rose me cuida desde que tengo memoria, y es la que se encarga de mantener limpio mi departamento los fines de semana.

—Buen día muchachos —escuché su dulce voz.

—Hola Rose, ¿Cómo estas? —le preguntó Adrián.

—Bien pequeño —le contestó ella —¿Quieren que les prepare el desayuno?

—Si, por favor —imploró Tony.

—¿Dónde está Gary? —escuché que preguntaba por mi.

—Nos abrió la puerta y volvió a acostarse —me acusó Tony.

—¡Renteria! ¡Levántate ahora mismo! —me llamó por mi apellido, y solo lo hacía cuando elevaba la voz conmigo.

Sino siempre era su pequeño Gary.

Sin abrir los ojos me puse de pie y bostezando salí de la habitación.

Un olor a medialunas recién hechas entró por mi nariz.

Me acerque hasta Rose y la abrace por la espalda.

—Buen día, nana —le dije y besé su cabeza.

—Buenas tardes diría yo —me reprochó, mientras yo saludaba con un apretón de manos a mis amigos, y me sentaba en la mesada frente a ella.

—No es tan tarde —dije mirando el reloj, que apenas marcaba las 12:20 del medio día.

Ayer me había costado dormir, más de lo que deseaba pensando en… ella.

Tomé una de las medialunas que mi nana había traído y le di un mordisco.

Ella me miró.

—¿Te has lavado la cara? —me preguntó. Negué con la cabeza —¡Ni siquiera has entrado al baño Gary Rentería! Ahora mismo, ve…

—Bueno —dije con la boca llena y me puse de pie para ir al baño.

Escuché como esos dos se reían por lo bajo —Ustedes, vengan.

Peligrosa ObsesionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora