Cheeshire

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Una pequeña aclaración. Esta pequeña historieta puede ser un poco liosa así que si hay alguna duda siempre podéis preguntarme.

















Cuando era pequeño encontré un gato morado.
Al acercarme el gato morado maulló y desapareció de mi vista.
En su lugar apareció una persona extraña, aunque no estaba seguro de que fuera siquiera una persona.
No podía vislumbrar su rostro, en su lugar, observaba dos ojos brillantes debajo de su capucha.
Uno amarillo.
Otro azul.

Acercandome presencié su sonrisa.
Brillaban cada uno de sus filosos colmillos. Me veía reflejado en ellos débilmente.

Al hablarme por primera vez sólo decía cosas sobre ranas y amor. Yo le contestaba que no estaba seguro siempre que preguntaba algún delirio suyo.
Siempre pensé que un día me haría daño o me secuestraría, cumplía perfectamente el perfil de persona sospechosa y desgarrada que hablaba raro del que mis padres me advertían.

¿Pero sabéis que?

El nunca me hirió.

Debí haberle gustado mucho pues le había visto matar otros seres o visitarme cubierto de sangre.

Siempre quise saber como era su rostro.
¿Sería como el de un gato o sería humano?
¿Tendría cicatrices?
¿Bigotes?

Una vez que se lo pedí me dijo que me lo enseñará si cumplía algunas condiciones.

Alomejor era un abrazo un día.

Algunos otros me dejaba besar por el.

Pero la mayoría de las veces era que cantara mientra se recostaba a mi lado.

Eran condiciones extrañas pero nunca me planteé desobedecer, quizá me había familiarizado demasiado con el.

Al pasar un año el "gato" seguía sin enseñarme su rostro.
No me alteraba fácilmente pero ese detalle me frustraba considerablemente.
Enseñamelo...

Hazlo, he cumplido mi promesa...

Pero no me hacía caso.
Apuntaba a que no era suficiente.
Nunca era suficiente.

El me acariciaba mientras dormía. Siempre lo hacía cada vez que tenía una pesadilla, curioso como sabía cuando las tenía.
Cuando habría mis ojos observaba los suyos, brillantes en la oscuridad de la noche.
Entonces también le acariaba.
No sabía como era su rostro pero al menos conocía su tacto y para mi sorpresa no era peludo, se notaba el suave tacto de la piel humana en las llemas de mis dedos.

¿Quizá me mantiene a su lado mi curiosidad?

Un día tuve una pesadilla muy fuerte. Creía que un señor de negro me sepultaba bajo los libros de una biblioteca. Todos los libros se llamaban igual "La mamá gansa". Cuando los libro se precipitaban hacia mi me despertaron las caricias de el de nuevo.

Esta vez...

No llevaba capucha.

El era

Frágil.

En su rostro de porcelana agrietado por las rojas cicatrices se escurrían lagrimas de sus ojos bicolores.
Su pelo desgarvado y morado se alargaba hasta su pecho y su cabeza era coronada por dos orejas félinas profundamente negras.

Alargue mi mano temblorosa a el.
Yo era feliz.
Yo por fin sabía como era y aunque era frágil era hermoso.
Acuné su sollozante rostro entre mis palmas y le hice recostarse en mi cama.

Bajo las frazadas descubrí que desprendía un profundo calor.

El seguía llorando.

Mi Papá me decía que para hacer que alguien pare de llorar hay que besarla y eso hice.

Y paró de llorar.





A la mañana siguiente ya no estaba.

En su lugar había un broche morado con forma de gato acostado entre las desordenadas sábanas.

Me sentí triste.

Mi persona especial había desaparecido.

Pero desde ese día no tuve más pesadillas en mi vida.




Te daré besos y abrazos cuando quieras.

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