Capítulo 2- Plan inminente

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-Y con las tarjetas podréis entrar en todas las habitaciones. Tenemos que hacerlo todo perfecto para que no nos pillen, ¿capisci?- terminó de explicar el hermano mayor, mirando a sus dos familiares.

-¡Sí~!- exclamaron los otros Vargas, levantando a la vez su brazo derecho.

Los tres chicos de sangre italiana habían cerrado las puertas de su restaurante para bajar al almacén, pero no para llevar los ingredientes para la comida a la cocina, en absoluto. El almacén escondía un pequeño secreto. Cuando se movía a la izquierda una lámpara de pared al lado de la caja de los tomates, una pequeña trampilla se abría en el suelo, la cual daba a la sala de reuniones de los hermanos Vargas, en donde Lovino pasaba la mayor parte del tiempo.

La sala era pequeña y solamente tenía un escritorio grande de color marrón con muchos cajones, un tablón de corcho con algunos papeles pinchados con chinchetas verdes, blancas y rojas, y justo detrás del escritorio, un enorme mapa de toda Italia pegado en la pared con algunas chinchetas rojas clavadas en distintos lugares. Una única lámpara alumbraba la habitación y la cara de los tres jóvenes.

El mayor de los tres estaba sentado en un pequeño sofá desgastado que había tras la mesa, desde donde tenía la visión perfecta de dos diminutos botones debajo del escritorio, ambos para llamar a sus hermanos al móvil con suma facilidad. El de la derecha para llamar a Feliciano y el de la izquierda a Marcello. Cuando requería la atención de los dos, simplemente con pulsar ambos botones a la vez, ellos ya sabían que les tocaba su "descanso".

El hermano del medio estaba arrodillado en el suelo con los brazos apoyados en el escritorio, pues en la sala solo había un asiento y su querido hermano gemelo lo acaparaba sólo para él. Y el menor de los tres estaba en una posición casi igual a la de Feliciano, con la diferencia de que éste tenía en sus manos una fotografía de un gran hotel, el "Monastero Santa Rosa", y la observaba detenidamente, examinando cada detalle del hostal.

-Ve~ Voy a llamar a Vash para que nos prepare las cosas- informó el castaño menor con una gran sonrisa, levantándose del suelo y acercándose a la escalera que llevaba fuera de la habitación oculta.

Vash Zwingli, el amigo de la infancia de Marcello. Trabaja en dos sitios. Su primer empleo es de panadero junto a su hermanita, pero en verdad trabaja de proveedor de armas y diversos artilugios para los Vargas, pero obviamente no lo hacía gratis. Con cada golpe que hacían, él se quedaba, como máximo muy a su pesar, un 55% de los beneficios, y ellos aceptaron el trato, como no. ¿De dónde sacarían entonces el material para cometer robos?

-Jou, ¿por qué no puedo hablar yo con él?- replicó el pelirrojo, haciendo puchero y cruzándose de brazos, dejando la imagen fotografiada en la mesa.

-¿Quizás porque desde que intentaste besarle, no quiere saber nada de tí?- dijo Lovino directa y fríamente, mirándole de reojo con el ceño fruncido.

-No digas eso, que me deprimo...- murmuró llorando dramáticamente, como si de un actor de telenovelas se tratara. El mayor solamente bufó, rodando los ojos.

Otro detalle de Marcello es que desde que conoció al suizo, se enamoró perdidamente de él, pero no quería que el otro se enterara. Sin embargo, hará unos 2 meses, por un accidente que el menor no quiere mencionar, ambos chicos estuvieron a punto de darse un beso, por lo que no tuvo más remedio que confesarle sus sentimientos y a partir de ese día, el rubio comenzó a evitarle sin dar ninguna explicación. Pero Marce no se rendía nunca, y quería arreglar las cosa con él... aún sin saber cómo.

-Feliciano, ve a llamar ya al tacaño- ordenó el mayor, refiriéndose a Vash al decir "tacaño"- ¡Y tú! ¡Deja ya de lloriquear!- le gritó algo molesto al pelirrojo, levantándose del, aunque no lo pareciera, cómodo sofá para acercarse a él y jalarle de la oreja, haciendo que se quejara por el dolor.

[PAUSADO] Hetalia "Los hermanos Vargas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora