Esta es una historia, no muy antigua, de un joven en cierto lugar de Portland, que se adentraría en algo que se le saldría de las manos.
Su nombre era, James. Cursaba el noveno grado de secundaria, era un chico cualquiera, que apenas y era notado por los demás. Él tenía un mejor amigo, que solía llamarse Joel.
Un día, como cualquier otro, Joel llegó a la escuela más raro de lo normal, James lo notó así que de inmediato le preguntó qué sucedía.
Joel dudaba en decirle, pero le dijo:
-No debí hacerlo, fue un grave error.
-Pero... ¿De qué hablas? Respondió James.
-Hice... Hice algo malo. Decía Joel en voz baja.
James se quedó sorprendido, aún no sabía de qué exactamente hablaba Joel. Pero prefirió no molestarlo.
Habían quedado un día antes, de hacer la tarea juntos y después jugar video juegos.
Llegaron a la casa de Joel, James notó de inmediato un silencio sorprendente, se podían oír los latidos de su corazón.
James quería ir al baño, así que al entrar, sintió que algo no estaba bien, pero, eran días de exámenes, pensó que estaba con estrés, así que no le dio la importancia. Al salir del baño, vio a Joel con algo muy extraño en la mesa.
-¿Qué es eso? Dijo James, asustado.
-¿No sabes lo que es? Jajaja, es una ouija. Replicó Joel.
James estaba súper asustado, no sabía lo que hacía Joel con esa tabla, y por qué la tenía.
-¡Ven, vamos a jugar un rato! Exclamó Joel.
-¿Estás hablando en serio? Dijo James, aún asustado.
-Sí, vamos, no pasará nada malo.
Joel decía.
Bien, se pusieron a jugar esa extraña tabla, todo iba bien, le preguntaron cosas a ese ente extraño; hasta que Joel preguntó:
-¿Por qué no te podemos ver?
De repente se notó más silencio del normal. Fueron como 5 segundos, inmediatamente, los platos comenzaron a caer de la mesa, los libros y las mochilas por igual, James estaba muerto del susto.
-Ve detrás de ti. Dijo aquel ente.
-¡Tenemos que salir de aquí! Gritó James.
Joel miró detrás, no había nada, sólo se sentía una presencia extraña, pero el no saber donde estaba esa presencia hacía las cosas más tenebrosas.
-Bien, ¿así que vas a jugar así? Suspiró Joel a la tabla.
-Ya vámonos. Decía James una y otra vez.
Todo seguía igual, preguntaban y contestaba en la tabla. Las velas se apagaban y de la nada se encendían. Se hizo de noche, todo era escalofriante.
Pero, ¿qué esperaban de una tabla de ouija?
Todo iba peor.
-A ver, manifiesta te de alguna manera.
Dijo Joel.
Se apagaron instantáneamente las velas.
James estaba a punto de salir corriendo.
Se volvieron a encender las velas.
Joel estaba súper extraño.
Empezó a decir:
-No debiste, no debiste, no debiste...
Una y otra vez. Pero, con un tono de voz extraño, y por lo poco que dejaban ver las velas, sus ojos al igual no estaban en lo normal.
James se paró de la mesa, Joel agarró su mano, la empezó a doblar con tan brutal fuerza, que James sólo gritaba.
Agarró un plato y se lo soltó en la cabeza, a ese que podía ser Joel.
Lo soltó y huyó corriendo, a lo que aquel Joel, sólo reía y reía...