Han pasado tres semanas desde que me enteré de que era el dios del Océano, veintiún días desde que me enteré que quizá muera y un mes desde que comenzamos la búsqueda de Aysel.
En ese tiempo tanto mi hermana como Amber no han dejado de merodear cerca de mí esperando que en cualquier momento me esfume.
—hola, sigo aquí—digo sonriendo a Yvett mientras me observa desde el lado opuesto de la mesa.
Ella no aparta la vista, ni siquiera cuando va a lavar su plato.
—entonces, ¿alguno me va a decir que porque han estado actuando tan extraño ustedes dos últimamente? —pregunta nuestra madre alzando su ceja.
—ya te lo dije, una apuesta, ya sabes, quien puede mirar más tiempo a Adrian sin que se le caigan los ojos, una tarea muy difícil teniendo en cuenta lo horrible que es su cara—responde mi hermana mientras vuelve a sentarse, aun mirándome.
Se torna escalofriante de a momentos.
—de acuerdo, eres mi hija y te amo pero detente, tienes que darle privacidad a tu hermano—dice mi madre poniendo su voz autoritaria.
—pero mamaaá no quiero perder, sabes lo insoportable que se vuelve cuando gana algo—mi hermana hace pucheros y berrinche.
Sin dejar de mirarme.
—está bien, claramente no puede dejar de ver algo tan hermoso como yo, después de todo, tener que vivir con su cara no debe ser fácil—digo burlonamente mientras termino mi almuerzo.
Resopla y dice algo por lo bajo que no llego a entender.
Nuestra madre solo nos mira extraño antes de levantarse—me voy a trabajar, Yvett no molestes a tu hermano, Adrian no molestes a tu hermana, los quiero—nos besa en la frente como cuando éramos pequeños y se va a trabajar.
Tan pronto como cierra la puerta, Yvett salta fuera de su asiento y llama a Amber, habla en susurros con ella unos minutos, y cuelga.
La observo desconfiado unos momentos.
—Aún no ha encontrado nada—dice suspirando cansada.
—tranquila, la encontraremos, yo no desapareceré y todo estará bien. —digo abrazando a mi hermana y rascando su espalda.
—no sé cómo puedes ser tan optimista sobre esto Adrian—escucho que murmura contra mi pecho.
—bueno, es todo ciencia básica, tu eres pesimista, entonces yo tengo que ser optimista, somos opuestos y eso.
Despega su cara de mi cuerpo y me observa—tu eres tonto y yo soy inteligente, entendido—dice con una sonrisa.
—buen uso de antónimos hermana, no es en ese orden, pero bien hecho—digo despeinándola.
Ella me tira el cabello en respuesta mientras se burla—oh, no hiciste eso—le digo observándola sorprendido.
Ella abre exageradamente sus ojos antes de comenzar a correr, sin embargo la alcanzo en pocos segundos, intentando, básicamente, escupirle—Adrian tú me tocas con tu baba y yo le cuento a mamá eso que hiciste hace mucho tiempo—me advierte.
El teléfono suena y ella se abalanza sobre el—tiempo fuera—me grita antes de atender.
Pongo los ojos en blanco, me siento en el sofá y prendo el televisor, estoy tan ocupado haciendo zapping que no veo la cara de mi hermana hasta que ella grita.
Salto poniéndome de pie y avanzo hacia ella rápidamente.
—¿Qué pasa Yv? —pregunto cuando llego a ella.
El teléfono esta tirado en el piso, su mano derecha cubriendo su muñeca izquierda y lágrimas están deslizándose por su rostro contraído por dolor.
—mi muñeca se siente extraña, grité por la sorpresa, eso es todo—su voz tiembla levemente y no aparta su mirada de sus manos.
—muy bien, déjame ver—pido suavemente mientras retiro lentamente uno a uno sus dedos, veo por el rabillo del ojo que ella mira hacia otro lado.
Vuelvo a concentrarme en mi tarea y cuando termino, me quedo en silencio.
Un extraño símbolo celeste que parece vivo ondea en su muñeca, cuando lo toco, se desarma antes de formar un círculo alrededor de mi dedo.
Cuando me inclino para examinarlo más de cerca, Yvett chilla—¿Por qué tardas tanto? ¿Qué es?
En ese preciso instante, el círculo se torna amarillo y siento que me da electricidad. Salto hacia atrás sorprendido y mi hermana me observa pálida—me dio corriente—digo molesto.
Yvett observa su muñeca con horror al instante antes de rozarla con sus dedos, abre sus ojos extremadamente grande y luego me mira acusadoramente—¡Cy no podría hacerte daño! Tú, monstruo ¡¿qué le hiciste?!
La miro sorprendido—¿de qué hablas?¿quién es Cy?¡yo no le hice nada! ¡Ella me dio corriente a mí! deberías proteger a tu pobre hermano en vez de defenderla. —digo confundido. —¿Qué es un Cy? —vuelvo a preguntar.
Mi melliza abre la boca varias veces intentando explicarse antes de dar media vuelta y avanzar hacia la cocina, yo la sigo por detrás—¿Quién llamo?¿qué haces?¿porque pones agua en un vaso?¿era Amber?¿paso algo con Aysel?
Escucho un bufido molesto por parte de mi hermana y yo le contesto igual, se da la vuelta y coloca el vaso sobre la mesa. Fuerte.
—llamó mamá, quería saber si seguía molestándote, no sé nada de Aysel, ya verás ¡y deja de preguntar! —con cada palabra su tono de voz sube y cuando finaliza sumerge su mano en el vaso violentamente.
La observo callado, elevo una ceja y no despego mi mirada de la suya hasta que un pequeño sonido, como el de alguien silbando, llama mi atención.
Busco el origen a mi alrededor hasta que Yvett se aclara la garganta, vuelvo mi mirada hacia ella aun molesto y con una sonrisa de suficiencia en su rostro, mira hacia abajo, cuando bajo mi vista, no veo nada hasta que vuelvo a escuchar el sonido, viene del vaso. Agachándome para quedar a la altura de este, miro hacia dentro y estrecho mis ojos, una suave ondulación del agua es lo único que veo, sin embargo cuando coloco mi mano contra el cristal, puedo sentir los pulsos de una criatura allí adentro.
Grito sorprendido y salto hacia atrás.
¿Cómo pude sentir eso?
—te presento a Cy—dice mi hermana orgullosa, su muñeca aun sumergida junto a eso ahí dentro. —¿no es una hermosura?
Alterno mi mirada entre ella y el vaso, mientras la observo como si me hubiese dicho que tiene a una criatura en la muñeca.
¡Lo que en realidad hizo!
ESTÁS LEYENDO
Como Agua y Sal [ CSyL #1.5]
Короткий рассказMi madre siempre dijo que mi hermano y yo éramos como agua y aceite. Que él siempre fue el estudioso y dedicado mientras que yo siempre fui la impulsiva y resolví las cosas sobre la marcha. Pero nunca nos vi así. Para mí, siempre fuimos como agua y...