Capítulo II

3K 341 35
                                    

Una semana después, Elise armó todo para irse a vivir a la mansión Richmond.

No iba negarse jamás.

Parte, porque por más que lo hiciera, su madrastra no se lo permitiría, siendo que ésta era una magnífica oportunidad para que se codeara con gente de clase alta y consiguiera un esposo que lograra mejorar su vida. Y por otro lado, para su padre era una gran ayuda tener una boca menos que alimentar en estos tiempos que cada vez se tornaban más difíciles.

—Una flor tan hermosa como tú, no merece vivir reclusa en un campo de hierro y barro—la señora Braun se sentó en la orilla de la cama, como una madre entorno su enormes ojos verdes en ella—. Este rostro —le acarició la mejillas—, estas manos, esta delicadeza, no fueron hechas para que te mates trabajando en un campo, mi dulce pequeña.

Elise replicaba internamente que a ella no le importaba llenar sus uñas con tierra y desgarrar su enagua con una roca furtiva que se atreviera a romperlo, tampoco le importaba remendar con sus propias manos sus vestidos, ni mucho menos tener tela de seda para vestirse.

—Dios te dio la oportunidad de tener algo mejor, aprovéchala.

El viaje a Richmondshire duró un día y medio, muchísimo más de lo que Elise se hubiera siquiera imaginado. Lady Loughty lo hizo más pasajero contando mil y un anécdotas que la mujer había vivido en su pasada juventud.

Por otra parte el duque sólo se limitó a observar por la ventanilla sin mediar palabra alguna.

Cuando se detuvieron, Elise no se atrevió a preguntar si habían llegado, luego de haberse  ilusionado con varias paradas.
Pero, cuando un hombre mayor ataviado con un traje les dio la bienvenida no tuvo que pensarlo dos veces para darse cuenta que ahora estaba en su nuevo hogar.

Con el corazón en puño observó la ostentosa mansión erguida sobre ella. Tan imponente que Elise se sintió diminuta. Un extenso jardín delimitado con pequeños arbustos y un par de flores ornamentaban el frente de la casa del duque. Observó como un par de personas deambulaban por allí pesar del frío que caía.

Ella casi se desmaya al ver el interior del hogar.

Luego del primer impacto una mujer la guió hacia sus aposentos. Su habitación era sencilla, pero le triplicaba en tamaño a la que tenia antes en su hogar. Y, según le había entendido a la ama de llaves, su habitación estaba conectada con la de Lady Ravencroft para que no estuviera tan lejos de ella.

Las criadas le prepararon el baño, lo que la hizo sentirse un poco incómoda ya que solía prepárselo ella sola. Y sin ayuda de nadie, porque ese era su deseo, se tomó un relajante baño que le sacó de encima ese interminable viaje.

Estuvo un tiempo vagando por la habitación hasta que le anunciaron que ya era hora de que se presentara a la mesa.

Cuando bajó a cenar, con un sencillo vestido celeste, solo en la mesa estaba Lord Ravencroft. Ella le hizo una reverencia que él le respondió con una leve inclinación de cabeza. Y unos minutos después, cayeron Lady Loughty y por lo dicho anteriormente, la que supuso sería Lady Ravencroft.

Elise se colocó de pie rápidamente y les dirigió a ambas una reverencia. Cuando alzó la vista se topó con el rostro de una niña de quince años, cuatro años menor a ella, con el rostro delgado y de apariencia frágil. Lady Ravencroft despegó sus ojos de los de ella y se encaminó a su asiento justo a lado de Lady Loughty y justo enfrente de ella.

La cena comenzó en silencio, que segundos después fue roto por las preguntas que Lady Loughty hacia con el fin de integrarlas.

—Y dígame señorita Braun, ¿cuál es su actividad favorita para pasar el tiempo?

Cánteme, EliseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora