Capítulo III

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El Duque de Richmond salía de la antigua habitación de su amada Juliette, con el firme propósito de terminar de revisar y controlar las cuentas que hacía su nuevo administrador.

Recordó, a último momento, que en la biblioteca había olvidado los libros diarios. Dobló hacia la izquierda, cuándo en el pasillo oyó a alguien cantando. Se acercó un par de pasos y sin querer hacerse oír para no interrumpir la dulce melodía, se quedó estático frente a la puerta que daba al salón de dibujo de su hermana menor. Era la señorita Braun, no había duda, únicamente la dulce voz que había oído cuando la sorprendió en el gallinero era capaz de llegar a aquellas notas que eran como una caricia al alma. Cerró los ojos y se dejó llevar por los encantos propios de una sirena de la mitología griega.

Una vez que hubo terminado de cantar, él abrió los ojos sintiendo como su estómago daba un vuelco.

—Elise, eres poseedora de una voz encantadora.

Le escuchó decir a su hermana. Lord Ravencroft negó. Él no catalogaría precisamente aquella voz cómo simplemente "encantadora".

Era exactamente maravillosa.

—Mi Lady, usted tiene un talento en el dibujo casi único, pareciera que arrancara ese momento y lo guardara en el papel.

Una punzada en el corazón se presentó al escucharla decir aquellas palabras. Las mismas que le decía Juliette cuando hablaban a solas de las habilidades de Georgiana.

Hundido en sus pensamientos se sobresaltó al escuchar como habrían la puerta.
Rápidamente dio un par de grandes zancadas hasta el inicio del pasillo y dobló con fingida despreocupación, aunque sintiera que el corazón le latiera a mil caballos por minuto, como si apenas hubiera llegado.

Elise se detuvo ante la imagen de Lord Ravencroft y le hizo una reverencia. Sintió los ojos del duque examinándola y tembló casi imperceptiblemente. Georgiana arrugó el entrecejo, algo impropio en las señoritas de su clase, y le moduló lentamente con los labios a su hermano.

"La intimidas"

Captó el mensaje Lord Ravencroft, y haciéndose a un lado las dejó avanzar.

"¿Qué te está suciendo?, tranquilízate"

Se reprendió Elise internamente. Con los latidos aún retumbándole en la cabeza se despidió de su reciente amiga y se fue a dormir.

A la mañana siguiente le costó levantarse, fruto porque la noche anterior se había desvelado pensado en cómo sería ir a una fiesta, de esas que leía en sus libros románticos. Cómo sería que un noble con medallas y condecoraciones la invitara a bailar como si fuera una princesa, aunque eso quedaba como un imposible. Nadie, nunca antes, la había invitado a un vals, más allá de la cortesía y aprecio que le tenían a su padre, porque era sabido que ella misma no tenía la desenvoltura necesaria para remontar una conversación, convirtiéndola a ella en una jovencita insulsa y aburrida. Eso, y porque su dote no eran precisamente de lo más llamativa. Elise sabía que tendría suerte si alguna vez lograba una propuesta de matrimonio.

Descendió las escaleras algo apresurada por la demora. Intentó bajarlas de dos en dos mirando hacia los lados para ver que nadie la vería. Pues bajar como un torbellino los escalones no era propio de una jovencita, y casi podía ir la voz de su madrastra regañándola dulcemente.

Luego de descender el último escalón y haber tocado el suelo con ambos pies, al levantar la vista se encontró con algo más que con un salón lujoso y vacío.

Los ojos escudriñadores de Lord Ravencroft se detuvieron en el rostro de la señorita Braun, la había visto saltar lo últimos escalones como si fuera tan sólo una niñita revoltosa. Sus mejillas estaban pinceladas con leves tonos carmín y su cabello estaba con algunos mechones sueltos, ambos por la pequeña carrera que ella había tomado.

Con el pecho subiendo y bajando con un ritmo apresurado, lo observó con asombro y vergüenza. El corazón se le detuvo de golpe al ver que era nada más y nada menos que el mismísimo Lord Ravencroft. Sus mejillas aumentaron el color rojo que las decoraba y sus oscuros y aniñados ojos se abrieron de par en par al verlo a él, de pie, observando su proceder errado y falto de educación.

—Señorita Braun —añadió Lord Ravencroft con una leve inclinación.

—Lord Ravencroft —musitó en respuesta con un hilo de voz, pues eso fue lo máximo que el sofoco que la estaba invadiendo le permitió.

El duque pasó por su lado y ascendió por los escalones con un increíble porte y soltura. Como si le demostrara como se tenía que comportar.

Elise cerró los ojos y mordió su boca como cada vez que la invadía el nerviosismo. Llevándose ambas manos al rostro, se preguntó si era posible que una persona muriera por la vergüenza que sentía. Caminó despacio, haciendo que cada paso fuera una demostración de su buena postura y educación.

Llegada a la sala donde se servía el desayuno se encontró que Lady Loughty y su reciente amiga, Lady Ravencroft. Estaban aún sirviéndose el desayuno.

—Lady Loughty —pronunció con educación y volteando hacia su nueva amiga, se inclinó con un: —, milady.

—Desayune abundante, señorita Braun, hoy estaremos bastante tiempo ocupadas.

Georgiana asintió a las palabras de su tía y con una sonrisa le prometió Elise que el paseo sería fantástico.

La modista las espero en la sala de mujeres. Lady Loughty ya había mandado a hacer su vestido y como era de imaginarse era deslumbrante. Tan sólo faltaban el de Lady Ravencroft y el de ella.

Luego de que Lady Ravencroft se decidiera por un vestido color rosa pálido, llegó el turno de Elise. Ella dio un par de vueltas acatando al pie de la letra las indicaciones de la modista. Le sacaron sus medidas y diseñaron su vestido.

—Este modelo, señorita Braun, es el que estará de moda esta temporada —había dicho la señora Jules mientras guardaba su cinta métrica.

Georgiana se acercó hasta su amiga y enganchó su brazo en el de ella. Con una sonrisa le confesó:

—Estarás magnífica, Elise.

Según la modista, para dentro de un par de días estaría el modelo de prueba. Elise no entendió mucho lo que hablaban sobre la suavidad y la caída de las telas, pero asintió conforme a las palabras de la señora Jules.

Cánteme, EliseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora