Capítulo 6.

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El fastidioso ruido del despertador de mi celular me hizo levantar de un sobresalto. Suerte que lo tenía cerca para detenerlo antes de que mis tímpanos sufrieran las consecuencias. Una vez el sonido desternillante había cesado, lancé el aparato por algún lugar de la sala, esperando poder volver a mi cómoda posición y dormir nuevamente. Pero algo se interpuso entre yo y esa intención. Descubrí los brazos de la mujer más hermosa de este mundo, rodeando mí cuerpo mientras su rostro continuaba apoyado en mi hombro, como si en vez de su amiga, fuera el osito de peluche más cómodo al que jamás había abrazado. Está de más decir, que esta imagen borró de mi mente cualquier rastro de sueño que pudiera haber, dibujando en mis labios una sonrisa de completa estúpida.

¿Qué habré hecho yo para ser torturada de esta forma las dos últimas mañanas? Por favor... que alguien me lo diga, para repetirlo cada día.

Un ligero movimiento de sus ojos cerrados me hace salir de esta absurda hipnosis en la que me encontraba.

‒Despierta, dormilona. –murmuré sin poder controlar el impulso de besar su frente.

‒¿Uhm? No quiero. Un ratito más...

‒Vamos... que tienes que ir al cole.

Sus ojos se abrieron ligeramente, a medida que fruncía el ceño y yo permanecía con una sonrisa tan burlona como estúpida.

‒Idiota... ‒sentenció volviendo a cerrarlos. –Me tuviste toda la noche en vela y ahora quiero dormir.

‒¡¿Ah yo?! No sé como lo hago contigo para siempre llevarme las culpas.

‒Ya cállate y ven a dormir –ordenó impulsando mi cuerpo hacia abajo, consiguiendo que quedara prácticamente sobre ella.

Esta adrenalina por la mañana no debe ser buena, pensé mientras sentía mi corazón acelerarse de nuevo y su respiración golpeando mi cuello.

‒A...Any...Creeme que me encantaría quedarme así... digo, aquí, toda la mañana. Pero si llego tarde, le diré a Pedro que fue tu culpa.

‒Asumo el riesgo –respondió como si nada.

‒Está bien... ‒acepté resignada ‒Si no puedo a las buenas... te sacaré a las malas.

Sus carcajadas comenzaron en el preciso momento en que mis manos empezaron a hacerle cosquillas sin parar. Reía, pataleaba, se retorcía... Y absolutamente nada iba a detener mi tortura hasta conseguir mi objetivo. Aunque por alguna extraña razón, el objetivo había pasado de querer despertarla a disfrutar de esa risa contagiosa que iluminaría el día de cualquier ser humano.

Sentía como me iba quedando absorta observándola, deteniendo poco a poco mis movimientos mientras ella continuaba riendo y tratando de recuperar el aliento.

‒Ya estoy mayor para que me hagas estas cosas –dijo con dificultad.

‒¿Quién te hizo creer eso? –le pregunté poniéndome seria.

‒Bueno, el tiempo no pasa en vano para nadie.

‒Eso es cierto. Pero hasta hace unos cuatro años, una chica luchaba contra el mundo para que nadie le arrebatara su niñez. Y esa es la misma chica que acabo de ver riéndose a carcajadas como si tuviera cinco años.

‒¿Tú quieres a esa niña? –preguntó con voz de bebé

‒Yo...a...adoro a esa niña.

Después de permanecer unos instantes observándome fijamente y sonriendo con complicidad y alivio, atrajo de nuevo mi cuerpo hacia ella para abrazarme. Pude sentir como un suspiro se escapaba de su interior, mientras se aferraba con todas sus fuerzas a mí. Y aunque podría haber estado en esta posición el resto de mi vida, sabía que no podría soportarlo mucho tiempo más, sin que mi corazón saliera desbocado o un impulso me invadiera, llevándome a cometer un error. Así que me vi obligada a interrumpir el momento.

Ver Con El Corazón (Portiñon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora