Capítulo 3

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Habían pasado 4 días, la comida se agotaba y el agua cada vez era más escasa.
Nos hemos encontrado viajando en una oscuridad que parece ser interminable, como todo viaje a tenido buenos momentos; mundos de varios colores, galaxias gigantes.., un mundo completamente diferente y lleno de sorpresas. También hemos sufrido de malos momentos, y es que la convivencia con él Señor Quiklet no es del todo amena, es una persona que necesita qué respetes de su espacio, pero ¿cómo darle espacio sí es una maldita nave pequeña con tres personas?.
—Brok, ¿cuánto crees que nos tome llegar?—dije sin quitar la mirada a la ventanilla.
—Él Teniente dijo que nos tomaría 5 días... solo uno más, Abdera. Además, esto no es tan malo, solo ve que hermosa vista tenemos—se acercó a la ventanilla y puso su mano en mi hombro— ánimo, disfruta el viaje—fijo la mirada en la ventanilla y apretó más mi hombro— no sabemos si volveremos a ver esto... hay que disfrutarlo.
Sus palabras me hacían un nudo en la garganta, un escalofrío invadió mi cuerpo.
—Giraremos 45 grados a la izquierda— dijo el Señor Quiklet.
—No podemos hacerlo—dije rápidamente—tenemos ordenes estrictas de...
—Mira niña, me importa un carajo tus órdenes, aquí mando yo, soy el Capitán, además ¿quién tiene la experiencia aquí? Hazme el favor de cerrar la boca y hacer lo que digo.
—Sí...—dije casi susurrando. Era el hombre más molesto e irrespetuoso que conocía.

—¿Cuántos has contado?—dijo Brok aburrido.
—Ya conté 127—suspiré—tengo mucha hambre. Contar planetas ya me aburrió.
—Ojalá todos ellos fueran habitables, ¿lo imaginas?
—Sería genial, pero están congelados o muy, pero muy calientes.
Volteamos de nuevo a esa ventana, representaba nuestro único consuelo.

—El planeta Azul... es azul... —dije sin apartar la vista de la ventanilla.
—¡Eres una genio! Jamás imaginé que fuera Azul—dijo Brok burlándose.
—¡No! ¡El planeta Azul, Brok! ¡Ahí!— dije casi dando brinquitos.
—¡Oh por Dios! ¡Quiklet! ¡Quiklet!— corrió Brok hacía el viejo que parecía estar muerto.
—¡Maldición! ¡¿Qué!?
—El planeta Azul, ¡ahí!—dije apuntando hacía aquella pequeña pelotita azul.
Él Señor Quiklet se puso de píe en un salto, corrió hacía donde estaba yo y pude observar su cara de incredulidad.
—¡Por una maldita maldición!—dijo eufórico. Por primera vez había visto al cascarrabias sonreír de oreja a oreja—¡A sus lugares, mocosos!
Nos ubicamos donde nos correspondía. Me puse el cinturón, no quería morir sin antes ver ese deseado planeta.

—Si sucede algo, fue un placer compartir el viaje con ustedes. Aunque él Señor Quiklet es muy cascarrabias—dije manteniendo mis lágrimas. Los tres sonreímos y para mi sorpresa él Señor Quiklet hizo una especie de saludo.
—¿Cinturones puestos?— dijo el Señor Quiklet con la voz temblorosa.
—¡Sí!—dijimos Brok y yo.
—Bueno, prepárense...estamos a punto de entrar al planeta azul.
Volteé a ver a Brok, él parecía estar más pálido. Me miró y sonrió, como queriendo demostrar que todo estaría bien, pero yo sabía que no era seguro. —Toma el mando secundario, necesito que me ayudes. Y no importa que pase, no sueltes el maldito volante ¿entiendes?—dijo el Señor Quiklet. Sus ojos parecían querer salirse.

La nave seguía avanzando con rapidez, el planeta que parecía ser una pelotita, ahora parecía estar a punto de aplastarnos. El planeta era bastante grande, había unas figuras cafés, verdes y blancas. Tan sólo espero que haya vida, aunque por fuera, el planeta era muy bello.
El volante cada vez se endurecia más, era necesario usar de toda mi fuerza. Él Señor Quiklet había cambiado de color, sus dientes se apretaban fuerte, parecía estar a punto de explotar.
—¡No lo sueltes!—dijo gritando.
—¡No lo haré, Señor!—dije con ganas de vomitar, esto era demasiado para mi estomago.
—¡Deja de llamarse Señor!—me miro molesto.
—Lo siento, Quiklet.
—Sigue viendo al frente, estamos a punto de...
Un fuerte golpe movió la nave violentamente, ahora no se veía nada más que fuego...¿fuego?
—¡La nave se incendia!—grite asustada.
—¡No sueltes el volante!—dijo Quiklet sin dejar de ver al frente, ese color rojo que no se apartaba de nosotros.
—¡Los motores están locos!—grito Brok desde atrás.
—¡Manual! ¡Motor manual!—dijo Quiklet.
En la nave el calor era insoportable, era como estar cocinandonos lentamente. El fuego no parecía cesar, las paredes parecían querer derretirse. La nave parecía estar a punto de morir.

Yo me aferraba al volante, mis manos dolían de la fuerza que usaba, estaban rojas. Mis píes, mis píes parecían estar a punto de derretirse.
La nave se movía violentamente, tirando al suelo todo, el botiquín de primeros auxilios estaba a mis píes.
—¡Diablos!—pensé con preocupación— no quiero morir así.
El fuerte movimiento cesó. El fuego iba desapareciendo para dejar ver un color blanco. ¿Y ahora qué diablos?
—¿Qué es esto?—pregunte asustada. ¿Acaso eso blanco era peor que el fuego?
—Son nubes... nubes blancas—dijo con una especie de cara infantil.
—Wow, blancas—dije impreocionada. Y es que, en Adeus las nubes eran anaranjadas.
—¿Cómo van los motores?—dijo Quiklet a Brok.
—Señor... no hay motores—dijo Brok mirando al piso.
Quiklet se quedo con la boca abierta, me miró. Yo sabía perfectamente lo que quería decir.
—¿Esta el paracaídas en buen estado?—pregunté.
—Bueno... ¡Sí! Está en buenas condiciones.
—Bueno, cuando miremos Tierra o... algo dejamos salir el paracaídas—dije decidida.
Quiklet me miro impresionado y sonrío.
—Ya escuchaste a la Señorita—dijo Quiklet.

La nave iba cayendo de una manera suave, que parecía un sueño.
Después ese sueño acabo, las nubes blancas iban haciéndose cada vez más escasas dejándolas atrás, mientras que un color azul se miraba frente a nosotros, un color azul que parecía interminable.
La nave caía en picada, algunas de sus partes se iban desprendiendo, por ejemplo, partes de las paredes reforzadas.
—¡Estamos esperando!—dijo Quiklet.
¡Dios, cuanta presión! Ahora sus vidas dependía de mí.
El color azul parecía estar más cerca. Quiklet y Brok me miraban desesperados.
—¡Ya!— grite decidida.
El paracaídas nos hizo movernos violentamente. A mi lado había un Quiklet inconsciente y detrás de mí, un Brok en pánico.
Frente a mí, un color azul intenso amenazandome con la muerte, se convertía en un color negro.

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