Capítulo 5

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Las luces se movían con desesperación. Gritos, murmullos y maldiciones se escuchaban a mi alrededor.
Mi respiración estaba agitada, la cabeza me daba vueltas, mis piernas temblaban y un brazo secundario estaba dañado.
Seguía corriendo, tratando de no hacer ruido, buscaba algo que sirviera de escondite. Unos pasos adelante, el suelo se derrumbó bajo mis píes y la oscuridad se apoderó de mi vista.

—Oye—se escuchaba una voz lejana y temerosa—oye, ¿estás muerto?
Comencé a abrir los ojos con lentitud y noté que era de día. Me sentía adolorida, mi brazo secundario era una bomba de dolor junto con mi pierna izquierda.
—¡No estás muerto!—se escuchó ahora ya no tan lejana y temerosa la voz, ahora era algo chillona—¿eres un extraterrestre?
Volteé a ver a la criatura, y definitivamente era un humano, muy pequeño y al parecer, bastante inocente.
—¿Quiénes están aquí?—le pregunté a la criatura alejándome un poco de la luz—¿te siguieron?—mi voz sonaba agitada y asustada, ya había recordado lo que había pasado anoche. Nunca pensé que escapar de de esos seres despreciables fuese tan difícil.
—Oye... ¿me puedes ayudar a despertar a mi mamá?—dijo la criatura dejando ver un rostro triste, el cual enrojeció con rapidez—no despierta y tengo mucha hambre—la criatura no parecía ser mala, y debo admitir que no podía evitar sentir cierta ternura, no todos los humanos podían ser tan malos, ¿no?
—Está bien, espera—me puse de píe y volteé a ver a mi alrededor, no había nadie, más que la criatura que comenzaba a llorar.

Después de unos cuantos intentos fallidos por salir de ese hoyo, logre salir, pero un nuevo dolor apareció en mis costillas que me aquejaba con desesperación.
—¿Dónde está tu mamá?—le pregunté al pequeño.
—En casa—dijo mientra se secaba las lágrimas con su muñeca.
—Y, ¿dónde está tu casa?—respondí con paciencia. Los dolores me causaban ansiedad.
El pequeño levanto su brazo derecho señalando un camino casi cubierto por arbustos y ramas. La criatura humana caminaba delante de mí, estaba sorprendida de su indiferencia ante mi aspecto, no hacia preguntas, sólo caminaba con seriedad y tristeza, en cierto punto, era bastante deprimente ver a una criatura así. El pequeño tenía un cabello negro, vestía un atuendo descuidado y su rostro estaba algo sucio, en sus brazos sostenía una figura de tela, al parecer un juguete con forma de una criatura de la Tierra; con brazos y piernas largas, las cuales iba arrastrando el pequeño mientras caminaba, las orejas de su juguete eras pequeñas, parecidas a un humano, aunque pensándolo bien, ese juguete era parecido a los humanos, pero menos desarrollado.

Al pasar de unos minutos, el pequeño corrió hacía una casa bastante vieja y entró en ella haciendo señas desesperadas.
—¡Aquí está mi mamá!—decía asustando—¡ven rápido!—vino hacía a mí y me tomo de la mano para apurar mi paso.
El entrar al lugar no me resultó del todo agradable, ya que había cosas tiradas por todos lados, las paredes se encontraban rayadas, y un olor flatulento invadía el lugar.
El pequeño me jalaba apurado, y después de pasar un par de habitaciones, pude ver el cuerpo de una humana tendida en el suelo, se veía bastante mal; el cabello revuelto, ropa rota y algo blanco salia de su boca.
—Ayudala—me pidió con ojos suplicantes—es mi mami—el pequeño camino hacía su madre y se sentó a su lado para recargar su cabeza en su hombro, al tiempo que tomaba su mano.
—Está bien—dije con una voz débil, saliendo así de mis pensamientos. Me acerqué al cuerpo de la mujer, y limpié su boca con un pedazo de tela que estaba tirado. Toqué su cabeza y su cuello, pero se sentía fría y sin ningún rastro de vida. Volteé a ver al pequeño que seguía agarrando la mano de su madre y con su mirada me suplicaba que dijera algo.
—Tu mamá no está viva, ella a muerto—decir eso me resultó más difícil de lo que pensé.
—¿Está en el cielo?—dijo mientras un par de lágrimas salían de sus pequeños ojos oscuros. Se puso de píe y caminó hasta una mesa para sentarse en una de sus sillas—siempre le dije que las agujas eran malas.
Mi corazón latía de impotencia al ver el ser inocente triste y devastado, él era un humano, pero no todos eran perversos, él era un ejemplo de eso.
—¿Tienes hambre?—dije mientras me sentaba en una de sus sillas.
—Sí—dijo débil mientras abrazaba a su juguete—quiero pan con mermelada.
—Oh, claro. Y, ¿dónde están?—. No tenía idea de lo que el pequeño hablaba—¿qué es pan y mermelada?
—¿En serio eres un extraterrestre?—me miró impresionado.
—Vengo de otro planeta—me limité a decír.
—¿Dios te ha enviado? ¿Serás mi nueva mami?—se puso de píe emocionado, sus ojos irradiaban inocencia y amor, ansias de ser amado.
—Sí, seré tu nueva mami—dije mientras sentaba al pequeño en mis piernas—yo te protegeré.

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