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La última gota le quema la lengua, le escuece en la garganta. Esa última gota no le sacia.

Gotas. Gotas llenas de alcohol, alivio. Gotas que te desvanecen, te llevan a otro mundo.

Sonríe.

Siempre es mejor inventarte un mundo que vivir la realidad.

Ojos inocentes le miran, le juzgan, ¿pero qué más da?

Ojos que alguna vez le miraron enamorados, lloran el amor que le tuvieron, lloran gotas de decepción.

Busca algo que le llene, intentando dejar atrás ese vacío.

Sus ojos se nublan, su respiracion es irregular, las letras se mezclan y las cosas sólidas desaparecen.

Y lo siente, siente las gotas, ardiendo. Arde pero le sienta bien.

Pero eso solo dura horas. Sacia su vacío por horas. Porque al fin y al cabo, solo son eso, gotas.

Nunca hay suficiente, siempre son más gotas.

Siempre es más.

Hasta que despierta, y esos ojos que le miraban ya no están. Aunque siempre estuvieron juzgando, almenos estaban ahí.

Lo que alguna vez le hizo sentirse lleno, le dejó sin nada.

Su mundo inventado le había consumido antes que su realidad.

Solo son gotas.

O quizás son algo más que eso.

Porque nunca es agradable sentirse solo, y sobretodo si tuviste oportunidades para evitarlo y no hiciste nada al respecto.

Nos concentramos en encontrar aquello que nos llene, aquellos que nos haga sentir amados.

Cuando a veces somos tan estúpidos y ciegos que no vemos que lo tenemos delante de nuestras narices.

[Texto mío]

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