Capítulo 8. Redención.

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Silencio estancado en los pulmones como veneno, palabras que saben a hiel y besos casi translúcidos que todavía saben a mentiras

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Silencio estancado en los pulmones como veneno, palabras que saben a hiel y besos casi translúcidos que todavía saben a mentiras. Oikawa no podía dormir, no podía pensar, ni siquiera se sentía respirar.

Se movía de un lado al otro de la cama, tratando de hallar consuelo a su desasosiego entre los pliegues de las sábanas, entre las arrugas de su corazón; Pero lo único que pudo encontrar fueron los ecos de un amor que todavía le resonaba en el pecho.

Una lágrima rodó por su mejilla al recordar cómo Kageyama le miraba, cómo sus ojos se clavaban en él y cómo le apartó de su lado. Por una vez había decidido no ser egoísta, pero jamás se hubiera imaginado que dolería tantísimo pensar en el prójimo.

"¿Quieres dejar de moverte?" Susurró Iwaizumi.

Un ahogado quejido fue contenido en su garganta; No quería que le escuchase llorar; Todavía tenía parte de su orgullo casi intacto. Tratando de parecer lo más natural y menos sospechoso posible, se bajó de la cama prácticamente de un salto.

"Voy al baño."

Frío. Oikawa tenía frío desde sus desnudas plantas de los pies hasta las mojadas puntas de su cabello. Tratando de evadir su desasosiego interno fue al baño para poder llorar si lo necesitaba y lamerse las heridas en soledad; Como siempre había hecho; Sin necesidad de tener a nadie a su lado. Se mojó una vez más la cara en el lavabo y sin apenas secársela se sentó en uno de los bancos del baño, de espaldas a la puerta, de espaldas a aquella realidad que tanto le estaba envenenando.

Sus errores le habían conducido al borde del precipicio pero aquellas faltas no eran las que le estaban empujando a caer; Eran otras manos las que lo empujaban. Oikawa sabía que había hecho muchas cosas mal, demasiadas, pero ser infiel no había sido una de ellas. ¿Cómo ser capaz de besar otros labios si apenas podía quitarse a Kageyama de la cabeza? La imagen que Kageyama le enseñó se había quedado grabada a fuego en sus retinas y aunque esa foto no podía ser real había algo en ella que le resultaba familiar.

"¿Se puede?" Preguntó una calmada voz desde el umbral de la puerta.

"Aunque diga que no, vas a entrar igual, Iwa-chan."

"¿Qué te pasa?" Preguntó preocupado, adentrándose en el baño.

Cuando por fin pudo verle mejor casi dio las gracias por no haberle visto así en el cuarto; Estaba hecho un desastre. Tenía los ojos llorosos, rojos e hinchados, la mejilla morada y una raja en el labio. Las consecuencias de la pelea con Kuroo habían comenzado a dar sus frutos, quedando ambos con el rostro amoratado y casi con más heridas debajo de la piel que en la superficie.

"Estás horrible." Al escucharlo Oikawa rió y le dolía la cara al hacerlo; La cara, el alma y el corazón. "¿Me vas a decir ya qué te pasa?"

"Te estás preocupando demasiado, Iwa-chan... Estoy bien."

"Esto tiene que ver con Kageyama Tobio, ¿verdad?"

Quiéreme. (Kuroken)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora