No era él

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          No era él, lo sabía, la imagen que estaba viendo no era la suya. Había algo dentro de él, alguien. Quizás era que él estaba dentro de otra persona. Ese rostro me parecía conocido, pero muy vagamente, como alguien a quien se ha visto muchos años antes solo un par de veces, y no se puede recordar donde. Se tocaba el rostro, con tanta naturalidad que, obviando lo de por si increíble de la situación, nadie hubiese notado el fenómeno que se había producido en su apariencia y que debiera haberle perturbado visiblemente. Comparaba de forma metódica cada facción de ese delgado rostro con el suyo hasta antes de esa mañana. La nariz perfilada, la piel morena, los labios delgados, el cabello oscuro y los ojos grises. Al acostarse la noche anterior había visto, como todas las noches, su regordete y pecoso rostro coronado por unos penachos rojos imposibles de peinar. También era más alto y esbelto, la imagen de cómo siempre quiso verse. ¿Cuál era la causa de este cambio? Yo la ignoraba totalmente, así como desconocía las consecuencias que traería esta transformación a la vida de mi amigo y la mía.

          Teníamos ya unos tres años compartiendo ese pequeño departamento. Ambos éramos del interior del país y habíamos venido a la capital a estudiar. No podíamos pagar un departamento cada uno y no estábamos acostumbrados a la vida en los arrabales, donde se puede conseguir una casa o un anexo grande a un bajo costo, por eso decidimos arrendar allí mismo, en una urbanización de clase media alta donde valíamos cada día un poco menos y nos miraban con desdén. Yo había abandonado hace un año la carrera de filosofía y realmente no podría culpar a nadie por verme por encima del hombro, mi aspecto común era deplorable, me la pasaba ebrio o halado y siempre tenía la mirada perdida de un loco sin remedio. Mi compañero era diferente pero no menos rechazado, su carácter era débil (no es que el mío fuese muy fuerte) y no lograba mantener la vista alta frente a nadie. Estudiaba contabilidad y no era nada brillante, además de que le iba terriblemente con las mujeres, incluso peor que a mí. Yo por lo menor me conseguía uno que otro culito, no del todo feas aunque siempre locas. En tres años no le conocí una novia a mi compañero, llegué a pensar que no le gustaban las mujeres pero no era el caso, solo era demasiado inseguro o mejor dicho se dejaba dominar por su inseguridad. Pero qué coño, ahí estaba él imbécil con esa cara de armenio infeliz y yo ni idea tenía de lo que estaba pasando. Entonces le dije:

—Si no fuese por tu voz de gocho deprimido no sabría quien eres, pero este asunto no me agrada en los más mínimo. Todo esto es muy extraño así que mejor dime que está pasando aquí antes de que todo acabe muy mal para ti.

          El sabía a qué me refería y que le convenía hacerme caso, nunca habíamos tenido un problema en todo este tiempo pero él me había visto varias veces llegar a los puños o hasta a las puñaladas con alguien solo por una mala mirada. Nunca supe cultivar el don de la paciencia y en este momento la estaba perdiendo.

—No te preocupes chico.— Me dijo sin voltear a verme.— En un momento te explico que es lo que está pasando y porque este cambio en mí, solo te digo que mi vida ha cambiado para bien y para siempre, desde ahora seré lo que quiera ser.

          Ustedes pensaran que eran las palabras de un hombre feliz, pero no se escuchaba de esa manera. Su tono de voz era muy bajo y en su rostro, que alcanzaba a ver a través del espejo, se notaba una expresión melancólica y perturbada. Tenía unas enormes ojeras y estaba temblando considerablemente. Se vistió a toda velocidad y cruzó la puerta sin decir una sola palabra.

          Yo estaba tirado en el sofá, pensando en lo que me dijo cuando me paré y lo vi así, transformado. Simplemente me dijo: "Soy yo. Hoy soy quien siempre quise ser". Me lo dijo con la voz de un completo trastornado y con una expresión en el rostro que a una persona no tan acostumbrada a los desvaríos de la razón y tan despreocupada por su propio destino sin duda le hubiesen asustado. Apenas eran las nueve de la mañana y no tenía nada que hacer en todo el día. Por primera vez en varios meses había comida en la nevera, seguro comprada por él aunque no sé en qué momento, así que me preparé un sándwich de mortadela con tomate y me puse a leer un atlas de historia natural. Me puse a pensar que quizás lo único que compartía con mi extraño compañero era la necesidad de comer y que no era muy cuerdo de mi parte estar tan poco preocupado por todo el asunto del cambio de cuerpo o lo que sea que estuviese pasando. Pero al cabo de un rato no me importó tampoco eso y decidí seguir durmiendo.

          A eso de las cinco de la tarde llegó mi compañero nuevamente a la casa, venía acompañado por una mujer alta y rubia nada fea aunque de aspecto sucio, seguramente una puta. Yo me había bebido una botella de ron en las últimas dos horas y estaba casi totalmente ebrio, como siempre prefería estar. Él pasó frente a mi muy azaroso y ni siquiera notó que yo estaba ahí sentado.

—Que era lo que me ibas a decir pendejo, — Le dije si verlo— creo que tienes algo que explicar, ¿Por qué carajos pareces otra persona? No es que me importe mucho pero después de tres años me había acostumbrado a tu cara de cerdito regañado. — Esto último se lo dije con una sonrisa burlona en mi rostro, aunque seguro por mi tono y mi estado no fue tan amenazante como pensé que sería.

—Me imagino que no has salido en todo el día, así que no me queda más remedio que darte una explicación — Me dijo en un tono que nunca le había oído, muy seguro y además me miraba directamente a los ojos —, digamos que me fue revelado un secreto y un trato. Negocié con cierto sujeto del cual te enteraras en algún momento no muy lejano. Ya pronto vendrá por ti.

—De que mierda estás hablando, ¿quién va a venir por mí? No te la quieras pasar de listo que nunca te ha quedado. — Al decir esto traté de ser lo más rudo posible pero no estoy seguro de que funcionara. Él solo sonrió de forma macabra mientras miraba con lascivia a la rubia que salía desnuda del baño contoneando todo su cuerpo de forma tan erótica que desee tomarla ahí mismo, romperle el cuello a ese imbécil, tomar a la rubia y después largarme de ese lugar. En el momento en que me concentraba para sobreponerme a la borrachera y dar los primeros pasos hacía donde estaba ese bastardo la rubia le dijo algo que era lo último que me esperaba.

—Oye bebé, ¿con quién hablabas? Pensé que no tenías teléfono.

—Con nadie — Respondió él—, solo estaba pensando en voz alta preciosa. Vayamos a los nuestro.

          Mientras el empezaba a besar y a manosear a la rubia yo me levanté. No lograba pensar claramente, ¿Cómo es que ella no me veía? ¿Qué estaba pasando aquí? ¡Estaba en medio de una pesadilla! Solo podía ser eso. Siempre tenía terribles pesadillas donde moría, normalmente luego de matar a unas cuantas personas. Pero si era un sueño no me quedaría a esperar el desenlace en ese departamento. Camine dando tumbos hacia la puerta, entre obscenidades y gemidos de placer fingido, tratando de no caer al suelo. Cuando llegué a la puerta de la habitación y la abrí, ¡oh! ¡Que horror! Del otro lado no había otra cosa más que un abismo de oscuridad infinito. Di dos pasos hacia atrás y caí sentado en el piso. La puta gritaba, ese cabrón la estaba azotando salvajemente mientras yo me sumergía en mi mismo renunciando a la idea de procesar todo ese maldito asunto. En ese momento un hombre cruzo la puerta desde la oscuridad. Tenía el cabello blanco y su piel era muy clara, vestía de forma extraña, llevaba una casaca roja con bordados dorados. Parecía como si viniera de un pasado muy lejano.

—Te he estado buscando desde hace mucho tiempo —me dijo y su voz era como un trueno y sus ojos eran negros, y brillaban en su oscuridad como si guardaran los secretos del universo—. Al fin te hallé, gracias a tu inconforme amigo. Qué triste tu destino, no fue muy difícil para él venderte por un rostro nuevo. Tú no sabes quién eres, o mejor dicho quien fuiste, pero deberás pagar por las acciones de tu antiguo "yo".

          Lo siguiente que supe es que estaba en una mazmorra con una pequeña ventana. Nadie me dirige la palabra, ni siquiera el carcelero que me trae la comida, creo que no habla español. Encontré un lápiz de carbón, no tengo idea de quien lo dejó aquí pero lo usó para escribir esto en la pared a la que da el sol. No sé por qué razón, si alguien lee esto tal vez yo esté ya muerto y no valga de nada. Solo rumio mis cargas de toda la vida como nunca lo hice y me arrepiento de tantas cosas. Ya no sueño en lo poco que duermo y esa es mi única esperanza, que no sueñe porque esto mismo es un sueño, ¿qué más podría ser? Despertaré golpeado y con una resaca, tal vez en el hospital. Esto pasará, ya verán. Ni yo mismo lo creo pero me miento como siempre he mentido. Esto también pasará. Solo necesito un trago.

Encuentros oscuros con el alma humanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora