Me despierto a la mañana siguiente en mi cama. Me encuentro sola en la habitación. Me quedo un rato mirando al techo, pensando en todo lo de ayer: mi padre secuestrado, mi madre en alma en pena, mi hermano ignorante de todo en Hawaii, Nick abrazándome...
Me incorporo en la cama, salgo de ella y voy hacia el espejo de cuerpo entero. Casi me asusto de mí misma, y normal. Todavía llevo puesta la ropa de ayer, sudada, arrugada y sucia. También mi pelo está alborotado, la coleta medio deshecha y los pelos se me disparan en todas direcciones. Voy al baño a lavarme. Me desvisto rápido y me ducho. Cuando termino, me enrollo la toalla alrededor del cuerpo y deshago los nudos de mi pelo mojado. Me dirijo hacia mi habitación a vestirme. Descubro un papel blanco doblado a la mitad encima de mi mesita de noche. Es una nota:
"Quiero y necesito hablar contigo. Nos vemos en el gimnasio a las 13:20. Nick."
Eso es dentro de media hora. Me pongo unos leggins negros, una camiseta básica gris de manga corta, me calzo unas zapatillas Adidas y me recojo el pelo en una trenza de espiga. Salgo de mi habitación y camino hacia la de mi madre. Pego mi oreja en la puerta. No se escucha nada. La abro despacio para hacer el menor ruido posible. La cama está medio deshecha y encima, mi madre dormida abrazada a una camiseta y una foto de mi padre. Se me hace un nudo en la garganta y me entran ganas de llorar, pero respiro hondo y me contengo. Me acerco a ella. Tiene la cara roja y mojada por las lágrimas. Cojo una manta y la tapo. Le doy un beso en la cabeza y salgo de la habitación cerrando la puerta detrás de mí. Voy en busca de mi móvil y mis llaves. Salgo por la puerta principal. Fuera hay dos policías dándome la espalda. me acerco al portal para salir a la calle, pero uno de ellos me lo impide.
- Lo siento, no puede salir. Hemos recibido órdenes de no dejar entrar ni salir a nadie.
- Pero...
- Nada de peros. Las órdenes son las órdenes.
Frunzo el ceño y giro sobre mis talones para volver al interior de la casa. Voy a paso rápido hacia la cocina para salir por la puerta de atrás. Cruzo el umbral, la cierro y corro hasta el muro. Esta vez voy a tener que saltarlo sin ayuda. Alcanzo una maceta vacía y le doy la vuelta para impulsarme sobre ella. Salto y me agarro fuerte con las manos al borde del muro. Hago una flexión y paso la mitad de mi cuerpo por encima hasta quedar colgando. Paso mi pierna izquierda también y luego la otra. Me dejo caer. Listo. Echo a correr en dirección al gimnasio.
Sofocada por la carrera, abro la puerta de acceso al local. Entro en la sala de entrenamiento donde me espera Nick dándole puñetazos a un saco de boxeo. Carraspeo para llamar su atención. Se detiene y me mira.
- Hola, Melissa.
- Hola, ¿querías verme?
- Sí. Acércate.
Voy caminando hacia él. Nick coge una toalla de su mochila y se seca el sudor de la cara
- ¿Cómo estás?
- Tirando.
- Lo tomaré como algo bueno.
- A ver, cuéntame - le digo impaciente.
- Quieres recuperar a tu padre, ¿no?
- Por supuesto. ¿Qué pregunta es esa?
- Pues vas a necesitar mi ayuda. - levanto una ceja.
- ¿Y cómo me vas a poder ayudar tú?
- No sólo me dedico a daros estas clases. Yo... - se para, dubitativo.
- ¿Tú...? - le incito a seguir.
- Ven, te lo enseñaré.
Camina hacia una puerta cerrada con llave de la cual no me había dado cuenta de su presencia hasta ahora. Saca la llave y la abre. Da a un pasillo muy largo que va descendiendo por debajo del nivel del suelo. Le sigo por él. Llegamos hasta un cruce de dos caminos. Cogemos el de la derecha, que va a dar a otra puerta. Blindada. No me imagino lo que puede albergar como para necesitar tanta seguridad. En la pared hay un panel con un escáner de huellas dactilares y teclas con números. Presiona su dedo índice sobre el escáner y una lucecita lo recorre de arriba abajo. Da su aprobación y teclea un código bastante largo que no me da tiempo a memorizar. La puerta se abre con un chasquido. No doy crédito a lo que veo. Es una sala grande con muchas pantallas a lo largo de las paredes y en el medio una mesa muy grande. No es una mesa cualquiera, esta, en toda su extensión, es una pantalla táctil.
- ¿Qué es este sitio? - pregunto todavía flipando.
- Es el Cuartel Secreto de Espionaje del FBI.
Le miro con los ojos como platos.
- Me estás vacilando.
- Te digo la verdad.
Mis ojos vuelven a pasearse por la estancia llena de alta tecnología de última generación.
- Y si es secreta, ¿por qué me la enseñas a mí?
- Porque estamos en una situación que lo requiere - su mirada se posa sobre la mía - y porque confío en ti.
- Apenas me conoces.
- Más de lo que tú piensas.
- ¿Me has estado espiando? - le dirijo una mirada acusadora.
- A tu padre y, digamos, de vez en cuando aparecías tú en mi campo de visión.
- ¿Por qué lo hiciste?
- Es complicado.
- Seré capaz de entenderlo.
- Más adelante.
- Está bien.
Aún estoy asimilando todo este torrente de información. No me creo que esté al lado de un espía del FBI, el cual creía que simplemente era un chico que daba clases de defensa personal a adolescentes como yo. Me mareo y me siento en el suelo. Nick me imita.
- ¿Por qué me enseñas todo esto?
- Bien. Organicé estas clases para descubrir a chicos y chicas jóvenes que pueda reclutar para mi equipo de espías. Algunos de los que lo componen ya están a punto de jubilarse y necesitamos nuevo personal. Ya he escogido a varios de tus compañeros, pero ellos todavía no lo saben.
- ¿Y por qué soy la primera a la que le cuentas todo esto? Soy la más torpe de todos y no se me da demasiado bien.
- Tú eres especial. Tienes un gran potencial y solo necesitas entrenamientos extra de lucha si quieres rescatar a tu padre conmigo.
- ¿No deberías consultarlo primero con tu superior? - se ríe.
- Aquí yo soy el jefe y yo te daré personalmente esos entrenamientos especiales.
El hecho de que ahora vaya a pasar más tiempo con él a solas me emociona y me pone nerviosa a la vez, por lo que no tardo en ponerme colorada. Espero que no se de cuenta.
- Y... ¿cuándo empezamos?- le pregunto deseosa.
- Ahora.
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Zona de guerra (Nick Robinson)
FanfictionMelissa ha vivido un infierno los últimos seis años y cree que volver a su casa natal de Long Island le ayudará a olvidar y recordar lo que era ser feliz. No podía estar más equivocada. Cuando piensas que las cosas no pueden empeorar más, lo hacen. ...