Llevo toda la noche dando vueltas en la cama. En una hora me tengo que levantar para prepararme e ir a clase. Las primeras luces del amanecer ya se empiezan a colar en mi habitación y se me hace imposible conciliar el sueño aunque sea por 15 minutos más. Permanezco mirando el techo durante un rato. El sonido del timbre me pega un susto de muerte y espero a que las pulsaciones de mi corazón disminuyan a su ritmo normal. Echo la sábana a un lado, me siento en el borde de la cama para calzarme las zapatillas, me pongo una sudadera por encima del pijama y me encamino hacia la puerta de entrada para descubrir quién a estas horas de la mañana ha venido a tocar las narices. Compruebo que John sigue dormido. Ya podría caer una bomba al lado de casa que él continuaría durmiendo plácidamente. Yo tengo el sueño tan ligero que hasta el caminar de una hormiga por el parqué me despertaría. Salgo al exterior y, como ya me imaginaba, no hay nadie. Es demasiado pronto para que alguien se dedique a hacer estas bromas. Aún así, me acerco al portal para asegurarme. Una caja reposa en el suelo de la calle. "Para la familia Stewart" dice un papel pegado al cartón. Abro la puerta y la cojo para llevármela a dentro. Es muy ligera, si no fuera por que al agitarla suena algo en el interior, pensaría que está vacía. Llego a mi habitación y la poso sobre mi escritorio. Alcanzo unas tijeras y rajo el celo que cierra la caja. Separo las solapas y me encuentro con un montón de porexpan llenándola por completo. Ya de mal humor, esparzo todo el material por el suelo del cuarto dejándolo hecho un cristo. Sigo sacando más hasta que me topo con un objeto diferente. Un pen drive. La rabia da paso a la curiosidad y enciendo el portátil. Lo conecto a la ranura USB y se abre una ventanita. Clickeo en "ver contenido" y la pantalla se pone negra. Luego aparece la cara huesuda y llena de suciedad de un hombre, con varios cortes y moratones, sangre seca en la nariz y el pelo revuelto. Me cuesta identificar la identidad de la persona hasta que automáticamente se me saltan las lágrimas y se me encoje el corazón. Los ojos de mi padre reflejan miedo y agotamiento. Las profundas ojeras son señal de falta de sueño. La imagen cobra vida: es un vídeo. El sonido de su voz que tantas veces me tranquilizó en mis peores noches y tantas veces me aconsejó repiquetea en mis oídos cuando empieza a hablar:
- Hola, cariño. Me han dejado poco tiempo para poder enviarte un mensaje. Quería decirte que no te preocupes por mí. Esta gente sólo quiere que les ayude en un proyecto y podré volver a casa dentro de cinco meses mínimo, depende de cuánto nos lleve el trabajo. Adiós, te quiero. Cuidad de vuestra madre.
Justo se corta al acabar la última frase y una de mis manos se lanza a la pantalla del ordenador como en un intento de tocar la cara de mi padre antes de que desaparezca. Cuando me doy cuenta, tengo el rostro cubierto de lágrimas. Me las seco con la manga y bajo la tapa del portátil. Permanezco en silencio durante minutos pensando: ese proyecto que mencionó mi padre no debe de ser nada bueno, sino, ¿por qué le cogerían a la fuerza, le destrozarían la cara y su voz temblaría y transmitiría tanta preocupación? No tiene sentido. Decido enseñarle el vídeo a mi hermano, tiene derecho a verlo. Miro la hora en mi despertador y comienzo a prepararme para ir a clase. Vestida con uno vaqueros negros, jersey gris de cuello alto holgado y mis botas Panamá Jack bajo a la cocina para hacerme el desayuno. Me miro en el reflejo del microondas cuando cierro su puerta después de meter el tazón de leche y veo que todavía tengo los ojos rojos. Espero que se me pase pronto. Termino los cereales, bebo la leche y subo a lavarme los dientes, Cuando ya estoy completamente lista para irme, entro en la habitación de John, el cual aún duerme, y le dejo el pen encima de su mesilla.
- ¿Y sabes qué me dijo?
- ¿El qué? - pregunto a Jennifer fingiendo interés por la conversación cuando hace tiempo que ya no sé de qué estamos hablando debido a que mis pensamientos están en otra parte.
- Que como me volviera a tirar a su hermano me iba a poner los pelos de la cabeza en el coño - responde indignada.
- Ah... - suspiro con la mirada en un punto fijo.
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Zona de guerra (Nick Robinson)
FanficMelissa ha vivido un infierno los últimos seis años y cree que volver a su casa natal de Long Island le ayudará a olvidar y recordar lo que era ser feliz. No podía estar más equivocada. Cuando piensas que las cosas no pueden empeorar más, lo hacen. ...