10. Gusto en conocerte

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Viernes, 25.08, 6:30 p.m

El viento de aquella tarde nublada de Agosto mecía con suavidad mis cabellos que iban de un lado a otro, picando mi frente y causando cosquilleos en aquella zona. El mes estaba a punto de acabar, e iba dar inicio a uno nuevo: Septiembre, este a su vez iba a traer consigo las típicas noches frías de otoño y una vez que el otoño acabara, vendría invierno y con ello las lucesitas navideñas en los hogares, el muérdago, el frío y el dulce olor a manzana y canela.

Decir que no contaba los días y las horas para que llegara ese momento, era mentira, siempre había amado la Navidad y la magia que traía con ella. Siempre he pensado que Diciembre es algo así como el viernes del año. Sin embargo, una vez que concluyera Diciembre, iniciaría un nuevo año y entonces el mismo ciclo enfermizo se repetiría.

Suspiré mientras caminaba por aquella no tan transitada calle.

Yo odiaba las rutinas y pensar que mi vida siempre había sido una rutina me frustraba demasiado. Levantarme por las mañanas, desayunar, prepararme para ir a la escuela, asistir responsablemente a todas mis clases, regresar por las noches a mi hogar y hacer tareas... era algo que ya me tenía más que cansado y fastidiado, necesitaba algo nuevo en mi vida de manera casi urgente. Lo único que me reconfortaba era que por las madrugadas podía volver a sumergirme en mi mundo imaginario, en donde todo era tan distinto a como lo era mi vida real. En donde algo nuevo y sorprendente pasaba todos los días, en aquel mundo donde Levi y yo eramos los protagonistas, viviendo aventuras nuevas; sólo los dos, conociendo nuevos lugares, experimentando cosas nuevas y fantásticas más allá delos verdes campos y las blancas montañas. En aquel mundo podíamos ser cualquier cosa, Batman y Robin, Sol y Luna, arena y mar, James Dean y Audrey Hepburn... en fin.

Me gustaba perderme en ese mundo que estaba plagado de sueños y esperanzas rotas y frustradas, pues ahí todo era posible. Lo que más me gustaba de aquel pequeño e imaginario mundo fantástico, no era cuan rico podía llegar a ser, o que tan valiente e heroico era, mucho menos todo los lugares a los que podía ir cuando me viniera en gana, no. Todo se resumía en que en ese mundo, Levi estaba a mi lado y yo podía compartir todo eso con él.

Eso sin dudas, era lo que más adoraba de crear mundos e historias fantasiosas y poco realistas.

Era triste, una verdadera pena, porque al final del día no tenía nada de eso...

Ni la suficiente valentía para enfrentarme a nuevos retos cada día.

Ni aquella pequeña porción de emoción y fantasía en mi vida.

Y lo más importante...

Tampoco tenía a Levi a mi lado.

Yo sólo era Eren Jaeger, un estudiante común y corriente que seguía una cansada rutina todos los días y que además, tenía que conformarse con ver sólo de vez en cuando a su amor, dueño de unos bonitos y afilados ojos grises. Metí las manos en los bolsillos delanteros de mis ajustados jeans negros y puse en mi rostro la mejor mascara de despreocupación que tenía, aunque por adentro estuviera lamentándome y maldiciendo por la patética vida que me había tocado.

Así fue que mis pensamientos me llevaron hasta las obligaciones y tareas que tenía que elaborar, en lo que se suponía, eran mis dos días de descanso. Ya estaba en el último año de preparatoria, el más pesado de todos. Ciertamente, extrañaría este lugar cuando concluyera mis estudios ahí... muchas cosas buenas, demasiado buenas, me habían sucedido estando aquí. Extrañaría la dulcería que estaba a dos calles de mi escuela, extrañaría los salones bien limpios y cuidados. Extrañaría a mi profesora de artes plásticas y a mi profesor de inglés.

Querido Levi; EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora