1- ¿Qué tienes, miedo?

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Escuché gritos chillones y risas que provenían del pasillo como cada mañana casi a la misma hora en este instituto. Sabía a quienes pertenecían pero aún así no despegué mi vista del libro que estaba leyendo.

-Ahí viene el raro ese...- oí que alguien susurró tras de mi como para que le oyera.

Cerré mi libro, me giré sin incorporarme de la silla y ahí estaba, una de las personas mas molestas del universo, Carlos Acosta.

-Qué extraño, tu noviecita de escotes por la cintura todavía no llega.- le respondí con tono irónico mientras que le devolvía esa mirada desafiante.

-¿Qué?¿Celosa? -dijo con una sonrisa de lado mientras levantaba una ceja.

-¿Qué?¿Celoso? Desde que te cambiaron de clase veo que andas bastante preocupado por mi vida. -él iba a responder algo, pero le dejé con las palabras en la boca mientras me levantaba de golpe y me encaminaba hacia la puerta de la clase.

-Hola. -saludó un chico de cabello rubio casi blanco, mientras despedía alegría hasta por los ojos.

-Hola. -respondí yo con una media sonrisa.

-Por lo que veo el estúpido sin vida ya comenzó a molestar.

-¿Cómo adivinaste? -dije con sarcasmo mientras fingía una cara de sorpresa.

-Pff, elemental mi querida Watson. Esto ya es rutina.

-Una rutina odiosa.-apunté yo mientras suspiraba con pesaduría.

-No te preocupes, su vida se basa en tener malas notas, juntarse con drogadictos desgraciados, molestar a la gente, tener una plástica por novia, andar de pelea en pelea...esas cosas. E igualmente tú no eres de las que se mete en problemas, así que...

-Lo sé, pero aveces me da ganas de patearlo y dejarlo sin descendencia.

Él río ante mi confesión.

-No te rías, es algo serio. Ya me estoy hartando... ¡Y todo es tu culpa! Tendrías que agradecerme por tan buena amiga que soy.

-¿Y ahora me culpas a mi? -se hizo el desentendido mientras caminábamos hacia nuestros bancos.

-Sí, porque siempre se te ocurre decir lo primero que se te pasa por la mente y después quedamos metidos en problemas. -me quejé esquivando una bola de papel que tiró un idiota.

-Lo sé, y lo acepto...pero soy sincero, ¿qué le voy a hacer? -dijo encogiéndose de hombros.

-Bueno, pero puedes ser sincero y medir las consecuencias, así todo sería mas fácil.

-Sí, pero no sé, no puedo...tampoco puedo cambiar mi forma de ser...

-¡Hey! -le corté.- Yo nunca dije que cambiaras eso, solo que seas mas precavido con lo que dices.

-Sé que no lo dijiste, pero lo debes de pensar varias veces, estoy seguro.

Vi que su ánimo ya no era el mismo que el de hacía tan solo unos minutos mientras que hablábamos en la puerta de la clase y pinché uno de sus cachetes con mi dedo índice (sabía que él lo odiaba).

-¡No me toques la cara!

-¡Y tu no seas bebé, chillón! -me quejé al oír su grito.

Justo entró la profesora de literatura y él solo pudo dedicarme una mirada con el entre cejo fruncido haciéndose el enojado.

* * *

-Se llama Henry Liu. -dijo mientras escribía en su cuaderno y sacaba apuntes del libro de biología.

Opuestos e iguales [pausada temporalmente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora