Spelta.

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Mala idea, no fue muy lejos del campamento Mestizo. Terminó entre los santuarios cerca de la línea que separaba los monstruos de la tierra de Dioniso.

La debilidad le hacía tambalear de manera preocupante, Nico pensó en quedarse en el santuario de la Diosa Afrodita ya que estaba más cerca de donde se encontraba, literalmente, pero recordó que las hijas de esta visitaban el lugar a menudo, sin mencionar que esa mujer le recordaba a Eros.

Sus malditos desamores. Optó el camino largo como si su pérdida de sangre fuera una minoridad; y le costó, le costó demasiado llegar al templo de su padre, templo que tiene pinta de no ser venerada desde hace mucho tiempo. El descuido se notaba por sus rocas sucias, por la tierra esparcidas en ellas y la maleza libertina que arropaban los escalones con sus raíces.

Se dejó caer a peso muerto en el suelo dentro del pequeño templo, su respiración estaba errática por el esfuerzo al subir la colina, el piso frío por lo menos calman su fiebre.

Nico podía sentir los vientos que recorren en Érebo acariciar su cabello, fresca y llena de experiencias nuevas, independientemente de ser malas o buenas.

El olor indescriptible del Palacio vacío de Hades, el sentimiento de Soledad y el ruido característico del Río Estigia, provocan somnolencia a Nico. Los párpados le pesan, a pesar de que está acostado en una piedra fría no dio tantas vueltas en llegar a la conclusión de que dormirá ahí. De todas maneras no tiene energía para seguir caminando.

El templo es el único lugar con cierta semejanza a su hogar. Lo calma con su silencio, no dudó en cerrar sus ojos al dejarse caer por Morfeo.

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