❖ u n o ❖

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El tacto de una roca jamás pulida vibró en los tímpanos del chico. Sus ojos se debatían, indecisos, entre presenciar a la hermosa titiritera mover sus hilos o dejarse caer en la red que formaba su voz.

—Dios nunca estuvo de tu lado —cantó en un susurro—; cae en las oscuras tinieblas de la perdición. Va, sé que lo deseas.

El pelirrojo estaba en un extraño estado de trance e inmovilidad, mientras Scarlet lo miraba con el caos que siempre guardaban sus grandes ojos.

La respiración de Ayato se ralentizaba, de acuerdo con un compás con más silencios, Pronto dejó de sentir sus manos y sus pies, los cuales a pesar de ello, parecían tener aún movimiento. Pero él no era quien los controlaba, era esa rubia que se encontraba delante suyo, con una escalofriante sonrisa y una mirada vacía que expresaba más de lo que se veía.

Sin embargo, cuando parecía que el pelirrojo ya estaba perdido en las inmensidades del temor y bajo su manejo, su cuerpo se movió, como si hubiese vuelto a la vida que nunca poseyó.

Scarlet frunció el ceño a la vista de cómo su maravilloso y tétrico don había fallado. Le parecía absurdo.

—Es... imposible.

Su rostro mostraba una frustración incalculable, una desilusión interminable. Con el paso de los segundos y las milésimas del tiempo que tanto apreciaba, daba a ver que ese fracaso le comenzase a agradar, incluso a deleitar, exhibiendo una inquietante sonrisa que albergaba miles de contradictorias emociones.

Impotencia, deseo; confusión, determinación; tristeza; coraje. Ya ni sabía qué articular con sus encendidos labios, que pocas veces habían dicho algo esperanzador.

Eran demasiados sentimientos los que contenía ahora su compleja y maldita alma; demasiadas sensaciones para el corazón oscuro que bombeaba la sangre que corría por sus arterias.

También había una emoción poco conocida para ella, una emoción que jamás en su miserable vida había sentido de esta manera. Y sentirla así, le aterraba y le hacía sentir lástima hacia ella misma.

—Ey, ¿vas a decir algo más? Porque si no es así —El vampiro avanzó dos pasos hacia Scarlet, con seguridad y una pícara sonrisa—, Ore-sama necesita algo de ti...

Un ego tan grande, una picardía insoportable, una voz irritantemente seductora. ¿De veras la mesías oscura del verdadero Dios sentía algo como aquello que recorría su mente y cuerpo por un ser tan repugnante como ese?

—Oh... eres un ser de la oscuridad —Se rió forzadamente pero con fuerza, mientras Ayato la observaba con perplejidad, a priori de secarse las lágrimas que la risa le había causado—. ¡Un ser oscuro! ¡Por favor! ¿No podía tener esta sensación, por lo menos —exclamó enfatizando cada palabra—, con un ser humano?

El pelirrojo estaba completamente confundido. Lo más seguro es que se preguntase si estaba loca o de qué demonios hablaba.

Lo que le estaba ocurriendo, no era nada menos que un tóxico, prohibido y peligroso enamoramiento, para ser algo dramáticos.

A pesar de su desconcierto, el vampiro decidió ejecutar lo que había planeado antes de que la chica se hubiese reído como una posesa: tomar su sangre sin detenimiento, dejarla vacía para siempre, provocarle unas dulces pesadillas, eternas.

Realizar ese propósito era fácil. O eso parecía, desde su punto de vista.

Scarlet no era alguien que con tanta facilidad se dejase consumir por la tentación de nuevas experiencias, y menos una experiencia tan deslumbrante como el notar la muerte.

—Vampiro, ¿eh? —comentó ya calmada, mirando con sus siniestros ojos, los blancos colmillos de aquel egocéntrico vampiro de intenciones impuras. Dejó que la boca del pelirrojo se acercara a su cuello, puesto que ella también aproximaba su rostro al pálido cuello de Ayato—. Lo debí haber notado antes, tu olor es notorio... y atrayente.

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⏰ Última actualización: Jan 24, 2021 ⏰

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god was never on your side ❖; dl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora