I.II

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    Lo encontré debajo del mismo árbol mirando la puesta de sol. Sin pensarlo, me siento a su lado.

-¿Cómo vas, Garu?

-Yo la quería, ¿sabes? – me mira con ojos tristes, aún más que aquella vez.

-Te duele ahora. El tiempo te curará esa herida.

-¿Acaso has estado enamorada alguna vez para saber el daño que causa una flecha de Cupido?

-No… pero…

-¡Pues cállate! ¡No sabes de lo que hablas!

-Yo sólo quiero ayudarte…

-No necesito tu ayuda.

-Bueno. Si necesitas algo, estaré disponible para lo que quieras… - dije con voz entrecortada y temblorosa que anunciaba un llanto inminente – lo que sea.

    Me levanté y comencé a andar. Esperaba que me detuviera en aquel instante, que me dijera algo como “Uuderj, espera” y pudiera darle mi apoyo como años atrás , darle ese abrazo tan reconfortante y sanador como aquel que ha olvidado ya… pero no. Nada. Pasos más adelante me digné a mirarlo de reojo. Estaba cogiendo un poco de césped del suelo cuando le acercó un mechero y empezó a quemarlo. Dudé entre quedarme e irme. Por un lado, si me quedaba, podría intentar animarlo aunque estuviera así de borde y me dañase. Por otro, si me fuese, lo dejaría recapacitar y yo no saldría dañada. Mi estilo no es dejar a los demás tirados por mucho que me hagan, así que volví a su lado.

-No pienso irme y dejarte así.

-¿Por qué?

-Soy tu amiga desde los tres años. Siempre estaré contigo cuando me necesites. Pase lo que pase, digas lo que digas.

-¿Y Tali?

-Tali también lo es. Tampoco pienso dejarla tirada como un perro.

-He visto cómo te trata ahora. No deberías insistir más con esa amistad que va quedando cada vez más inexistente.

-Tienes razón, pero si dejase las cosas a la primera zozobra, ¿qué habría sido de todos vosotros?

-Esto ya no es una zozobra, Uuderj, ella no quiere nada contigo porque te ha visto hablando conmigo. No quiere seguir siendo tu amiga, ¿entiendes?

-Entiendo… pero no quiero rendirme.

-Cabezota – suelta con tono irónico y consigue que me ría –.

-Bueno, mi trabajo aquí ha terminado – digo levantándome – .

-¿Eh?

-Ya estás bien. Así que, ya lo he conseguido y me puedo ir tranquila – estas palabras mías hacen que Garu se levante también.

-Vale. Te dejo ir. Pero antes tengo que hacer una cosa…

-¿Qué co…? – un abrazo suyo me interrumpe la pregunta.

-Gracias, Uuderj. Siento haberme comportado así cuando sólo querías ayudar.

-Da igual, tranquilo. Creo que me voy acostumbrando ya.

-No deberías. Acabarás loca de soportar tanto. Te lo digo como tu amigo que soy.

-Hace un momento no te importaba.

-Hace un momento estaba roto, eso no cuenta. No lo pensaba en serio.

   Me reí de lo que dijo y se le vio molesto por mi risa.

-¡Es verdad! ¡No te rías!

-Vale, vale, marimandón.

    Hubo un instante de silencio al decir eso. Creí que le había hecho daño ya que vi cómo la expresión de su rostro iba cambiando de tener una sonrisa radiante y alegre a estar serio y con la mirada triste.

-Garu...

-Tranquila, estoy bien. Es sólo que...

-Te he recordado a Tali.

-Sí. Ella me llamaba así cuando le llevaba la contraria y, la mayoría de las veces, se la llevaba solamente para hacerla rabiar. Siempre se acababa enfadando y yo la besaba para que dejara de estar enfadada.

-¿La echas de menos, verdad?

-Claro... sigo queriéndola demasiado, pero es que odio que sea tan celosa.

-¿Tanto?

-Muchísimo. De las únicas que no se ha quejado ha sido de mi hermana y tú. Mi hermana porque es ella y sabe que no puedo.

-¿Y yo?

-Dice que no tendrías ninguna posibilidad conmigo porque eres... ya sabes.

-No. ¿Cómo soy? - digo algo enfadada.

-Uuderj, no te molestes, pero eres un poco repelente para que un chico se fije en ti...

-¡¿Que soy repelente?!

-Vamos a dejarlo, que al final me quedo sin amiga.

-Vale, pero yo no soy repelente...

-Como prefieras - dijo sonriendo - .

-Pienso que deberías pedirle salir otra vez.

-¿Pero va a querer?

-¿Me tomas el pelo? Claro que sí. Tú no sabes lo que te quiere.

-De acuerdo. Se lo pediré. Una preguntita, ¿cómo lo hago?

-¡Yo qué sé! Sólo soy una chica repelente a la que nadie pediría salir. Usa tu imaginación.

-Supéralo. Seguro que alguien por ahí fuera está esperando que lo conquistes con tu repelencia.

-Jajajajá, qué gracioso, me parto contigo.

-Noto cierta ironía en tu voz, Uuderj - me mira con aire de superioridad pero a la vez con una sonrisita - .

    Después de esta conversación conmigo, una chica repelente a la que nunca se le declararán, decidimos volver. Él no había cogido la bici, así que yo lo acompañé andando. Anduvimos por las calles que había con menos gente. Pasamos por la que más me gustaba. Era ancha, sus casas estaban pintadas de blanco y algunas tenían enredaderas subiendo por sus paredes; otras tenían rosas rojas, rosas y blancas, esta calle estaba llena de vida aunque la mayoría de las casas estaban vacías, pero seguía teniendo su encanto. Al final de ésta había un arco de estilo árabe, precioso. Cuando pasamos por él, vimos a Tali. No estaba sola. Había alguien con ella. Una figura de chico la agarraba por la cadera y le acariciaba el rostro sutilmente mientras acercaba sus labios a los de ella juntándose en un  beso recíproco. Miré a Garu. Estaba destrozado por dentro aunque quisiera demostrar lo contrario.

-Vámonos - dijo secamente - .

-¿Estás bien? - dije preocupada.

-Sí

-¿Seguro?

-Que sí.

    Esa tarde me fui acompañada a casa y llegué contenta porque había conseguido recuperar a un buen amigo, pero triste por verlo tan mal.

Lluvia De CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora