21.- Capítulo veintiuno

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Frederick se movía de un lado a otro, rezando para que Viktor no demorara y llegara rápido a la casa. Su acompañante se encontraba tumbada en la cama, inconsciente y muy enferma.

Aún no podía creer la suerte que tenía de haber sido él precisamente el que encontrara a Alina, aunque el alivio de haberla encontrado con vida no duró mucho, Alina se encontraba en un estado caótico, estaba sucia, deshidratada y enferma.

Frederick temía por la vida de Alina, ahora que Otto estaba detenido no sabía a quién recurrirían para atender a Alina. La puerta de la entrada se abrió, Frederick cobijó a Alina y salió rápidamente de la habitación.

Viktor entró a la casa, las lágrimas que había estado reteniendo desde el bosque comenzaban a emanar de sus ojos, no era Alina la mujer a la que Gibbs había asesinado, pero entonces ¿Dónde estaba Alina?

Frederick alcanzó a ver a su amigo dirigirse al salón, mientras Viktor se servía un trago, su mejor amigo lo seguía silenciosamente. Frederick vio el semblante de Viktor y no le gustó nada como se veía, se acercó a él y recargó la mano en su hombro con cuidado.

Este al sentir el contacto de su amigo, se secó las lágrimas de su rostro y le ofreció un trago.

–Encontré a Alina.

Viktor tardó unos segundos en entender lo que su amigo le decía.

–¿Qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Dónde está?

La expresión que le ofrecía no hizo que albergara buenas esperanzas, Frederick comunicó que Alina se encontraba descansando, pero que no se encontraba del todo bien.

–Está muy enferma, cuando la encontré estaba vomitando, en el momento que me vio, se desmayó, no sé si por el susto o por alivio, desde entonces no ha despertado. Esta demasiado delgada, casi tanto como cuando estaba en el campo, tiene sangre seca en la cara, no sé si sea de ella, aunque no se nota herida a primera vista. Estaba esperándote para despertarla.

– ¿Esta arriba?

–Sí, solo prepárate para verla.

Subieron lentamente. Viktor sentía alivio por tener a Alina de vuelta en su casa, bajo su protección, pero ¿Qué pasaría si no podía cuidarla como se debía?

Entraron a la habitación sin hacer ruido, Alina aun dormía, Viktor enmudeció al verla, era verdad estaba demasiado delgada, el pelo lo tenía revuelto y varias ramas y hojas se mantenían enredadas, el olor que desprendía no era agradable. Viktor y Frederick ya estaban acostumbrados a ese olor, los campos olían igual o peor, así que no se inmutaron ni un poco cuando se acercaron a ella. La cara la tenía llena de sangre seca, Viktor necesitaba revisarla, necesitaba saber que estaba bien, pero le costaba despertarla, Alina necesitaba descansar.

Recordó que lo más probable era que Alina no hubiera ingerido alimentos, así que decidió ir a cocinarle algo, dejó a Frederick con ella por si despertaba.

Antes de cerrar la puerta, se giró y le pregunto a su amigo:

–¿Crees que mi hijo aun este vivo? –La pregunta venia rondando su mente desde que Frederick le dijo que Alina estaba con vida, pero antes de siquiera preocuparse por eso, le importaba saber que Alina se encontraba bien, ahora que la veía la preocupación por su hijo acrecentó.

Frederick no respondió, se limitó a encogerse de hombros.

La comida de Alina estaba lista para cuando despertara, Frederick le había pedido permiso a Viktor de poder invitar a Sylvia a su casa, esta no llevaba muchos días en la ciudad y para Frederick era muy difícil separarse de ella.

Sylvia también había sufrido mucho, primero con el interrogatorio de su novio, y ahora su ausencia por las horas que Viktor lo ocupaba buscando a Alina.

Viktor accedió a regañadientes, necesitaba a su amigo a su lado y si para tenerlo, tenía que soportar a Sylvia, lo aceptaría.

Frederick mandó por Sylvia, y él se quedó a hacerle compañía. Juntos esperaron a que Alina despertara.

–¿Qué haremos ahora sin Otto? –Preguntó Frederick.

–No tengo idea, no conozco a otro doctor que comparta nuestros ideales. –La preocupación de Viktor era palpable, no solo le preocupaba la salud de Alina, si no que ¿Qué harían el día que Alina tuviera que dar a luz?

–Yo tampoco conozco a nadie, aunque...

–¿Aunque qué? –A Viktor no le importaba nada, solo quería ver a Alina y a su hijo vivos.

–Sylvia estudió un poco de enfermería, si tú quieres, yo podría decirle que revise a Alina y que este aquí el día que Alina dé a luz.

A Viktor esto no le hizo gracias, aún no confiaba plenamente en Sylvia, aunque le alegraba en verdad ver feliz a su mejor amigo, para él Sylvia Müller siempre sería una fiel seguidora de Hitler.

–¡Viktor! –Alina gritó desde la planta alta.

Viktor y Frederick interrumpieron enseguida su plática y corrieron al piso superior, Frederick siempre había sido más rápido que Viktor, así que fue el primero el llegar. Alina al ver a su amigo de pie frente a ella no pudo hacer más que romper a llorar.

Viktor llegó, agitado y con el sudor asomándose por su frente. Sus ojos se toparon con los vidriosos ojos de Alina, sin importarle nada, Viktor empujó a su amigo y corrió a abrazar a Alina.

–Con permiso, amigo mío. –dijo Frederick, sobándose el brazo.

La pareja lo ignoró, quiso darles privacidad así que cerró la puerta y fue a esperar a su novia a la parte inferior de la casa.

–Tranquila Püppchen, ya estas a salvo.

–Estas bien, estaba tan preocupada por ti.

–¿Por mí? – Viktor la tomo del rostro.

¿Cómo podía preocuparse por él, cuando era ella la que estaba perdida en un bosque, sin comida y nadie a su alrededor?

–No sabía nada de ti, no sabía si habías salido bien del interrogatorio, me imagine lo peor.

– ¿Te atreviste a preocupar por mí, cuando eras tú la que necesitaba toda la ayuda? –Viktor estaba impresionado con su mujer.

Alina solo asintió y siguió llorando sobre el hombro de su hombre.

El timbre de la puerta sonó, Frederick para no interrumpir a la pareja fue el a atender, era Sylvia.

Sylvia al ver a su novio, sonrío y lo rodeo con sus esbeltos brazos, Frederick la abrazo por la cintura y se besaron con pasión.

–Te extrañe tanto.

–No tienes ni idea de lo que es estar separado de ti. –la volvió a besar.

Él la guía hasta el salón, le sirvió un trago y juntos se sentaron.

Frederick, aunque sabía que Viktor se enojaría con él, le contó a Sylvia todo sobre lo acontecido con Alina, le pidió de favor que la revisara, porque ambos tenían temor de que el bebé estuviera muerto. Sylvia aceptó. Ahora solo restaba que Viktor diera su autorización.

 Ahora solo restaba que Viktor diera su autorización

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En el corazón de un AlemánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora