Capítulo 1.

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Los ratones se escondieron atemorizados al oír el motor de un coche pasar por su lado y cómo las ruedas de goma levantaban el agua de los charcos que la lluvia había formado anteriormente. Era una furgoneta negra que se dirigía sin prisa alguna hacia la carretera por la cual deambuló unos minutos hasta llegar a su destino: Las afueras de la ciudad. Al llegar, apagó el motor al encontrarse delante de unos edificios abandonados. Miró a través de las ventanas y vió al mismo grupo de borrachos que había la última vez que vino, que no fue ni hace tres días. Bajó del coche y cerró la puerta de un golpe. Caminó haciendo sonar sus zapatos contra el asfalto y prefirió ignorar los degenerados comentarios que esos borrachos les dirigían a cada chica que pasaba. Aún no quería meterse en problemas.

Al llegar a la puerta principal, el vigilante le saludó con un leve movimiento de cabeza y le dejó pasar, para así perderse en aquellos abandonados pasillos. Oía la música lejana e incluso podía olfatear en el aire el olor a tabaco y a otras drogas que seguramente se estaban consumiendo en las habitaciones contiguas al pasillo por el que paseaba.

Golpeó dos veces una puerta de metal y esta se abrió para mostrar a un chico de baja estatura que sonreía abiertamente.

Chico: Hola Paul -saludó dejándole pasar- Te estaba esperando. La lucha empieza en diez minutos.

Paul: De acuerdo -gruñó.

El chico salió corriendo de la habitación al ver que su luchador traía un humor de perros. Paul cerró los ojos en aquél silencio y empezó a expirar y a inspirar para relajar sus nervios. Volvió a abrir los ojos y empezó a despojarse de sus ropas. Se sacó la característica chaqueta de cuero y su camisa marrón oscura para quedar a pecho descubierto. Sus dedos se deslizaron por la cremallera del pantalón y posteriorment por el botón y dejó caer los tejanos al suelo. Estos fueron sustituidos por unos pantalones que él usaba para boxear. Se acercó a una mesa y empezó a agarrar esparadrapo para envolver sus puños, para así no sufrir alguna contusión o rotura de algún hueso. Una vez listo, decidió agarrar la ropa que se había quitado y empezó a doblarla para así guardarla en su taquilla. Mientras realizaba esa tarea, un pequeño papel calló de sus pantalones. Se agachó al suelo y agarró el papel. La parte de atrás, era de color blanco, en cambio la parte delantera había una fotografía. Era su chica. Se la quedó viendo unos segundos y frustrado, volvió a meter la pequeña fotografía en el bolsillo derecho del pantalón sin siquiera preocuparse por si se rompía. Cerró la taquilla de un portazo y caminó hasta la puerta para cerrarla furioso.

Caminaba sólo por el pasillo mientras trataba de alejar su recuerdo. Sus labios, sus ojos, su cabello, su sonrisa, su tacto... todo parecía cobrar vida en su interior y eso le estaba torturando. Cuándo a penas faltaban unos quince metros para acabar el pasadizo, se detuvo y golpeó con gran fuerza una pared, creando allí un gran agujero. Su cuerpo convulsionaba. Sabía que su cuerpo deseaba convertirse en lobo, pero él no lo quería. No quería que la manada contactara con él.

??: Bienvenidos señoras y señores -decia una voz lejana y Paul empezó a caminar hacia ella- ¿Están listos para la pelea de sus vidas? -la gente empezó a gritar animada- Empecemos.

Las puertas se abrieron y salió Paul caminando lentamente. Las luces del almacén del edificio eran cegadoras, aún no se acostumbraba a ellas. Sentía los gritos de júbilo del público que había decidido asistir ese sábado por la noche a esa pelea ilegal. Sentía cómo muchas mujeres de todas edades le decían todo tipo de cosas y él trataba de ignorarlas. Sus ojos se detuvieron en un rubia que se encontraba en primera fila. Ella le miraba fijamente y el no perdió la ocasión para esbozarle una sonrisa y guiñarle el ojo. La chica se sonrojó y miró dirección al ring. Ya tengo algo con lo que disfrutar después de ganar la pelea pensó Paul en su cabeza.

Nobody said it was easy #Book2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora