Capítulo 3.

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Narrador omnisciente.

El atardecer, rojo como la sangre, había dado paso a la oscuridad de la noche. Las nubes que cubrían el cielo, poco a poco, fueron desapareciendo para mostrar una gran galaxia de constelaciones.

En el silencio del bosque y bajo el compás que balanceaba a las hojas de un lado a otro por el viento una pareja se encontraba aventurada en el bosque dispuestos a acampar en un hermoso claro que ellos habían visitado varias veces en su juventud. Ese fin de semana, según las noticias, habían previsto una lluvia de meteoritos y ellos, felices, estaban dispuestos a pasar una bonita velada contemplando el cielo. Asombrados, compartieron la emoción de ver cruzar el cielo una estrella fugaz blanca como la nieve. Al salir del bosque, ante sus ojos, pudieron ver asombrados una gran luna llena.

???: Que preciosa se encuentra la luna esta noche Marc. 

???: Estoy de acuerdo contigo cielo.

Siguieron andando a paso ligero por el claro, dispuestos a llegar a su lugar favorito pero una extraña sensación los detuvo. La luna emitía una luz fuera de lo común y eso les causaba terror y asombro a la misma vez. De repente, miraron allí donde la luna se perdía y lograron ver un cuerpo tumbado en el claro. La mujer, inquieta, prefirió quedarse allí quieta mientras su marido se acercaba cautelosamente a ese cuerpo. Al encontrarse cada vez más cerca, pudo contemplar el rostro de una chica joven, no debía pasar los 25 años. Se agachó a su lado y contempló su rostro y algún signo que le diera la evidencia de porque se encontraba allí tumbada. No había nada. Al volver a mirarla, pudo contemplar una larga melena rubia tendida en el césped que incentivaba la palidez de su rostro. Quiso acariciarle el rostro cuando sus ojos empezaron a moverse lentamente. Se abrieron lentamente y una mirada perdida se clavó en él. 

???: Hola, ¿sabes como te llamas? -se atrevió a preguntar mientras analizaba la mirada azulada inquietante que le brindaba esa joven. 

???: Recuerdo... Recuerdo un nombre -susurró en un tono de voz apenas inaudible. 

???: ¿Que recuerdas pequeña?

???: Recuerdo que me llamo Amber. 

La mujer se acercó lentamente hacia su marido y se arrodilló a su lado para ver a esa muchacha. Parecía perdida, aturdida y sin ningún signo de recuerdos de su antigua vida. Después de dejar que la muchacha se acostumbrara a la compañía de ellos dos decidieron tomar rumbo de vuelta hacia la carretera, donde tenían el coche aparcado. Una vez llegaron, subieron los tres al coche y tomaron rumbo a la Push.

Una vez en la Push, fueron hacia su casa, en Forks. Allí le brindaron comida, ropa y sabanas limpias para pasar la noche. A partir de entonces, todo cambió.

La família Steven después de poner una denuncia en la comisaria de Forks y esperar durante dos años a algún signo de los familiares de esa chica, decidieron acoger a Amber bajo su tutela. Decidieron adoptarla como a su propia hija. 

Quatro años después, la muchacha recién cumplía los 22 años cuando decidió aceptar la oferta de la señora Potts de trabajar en la biblioteca de Forks, junto a ella. 

Amber: Papa, mama, ¿os parece si vamos de excursión a la playa de la Push para celebrar que empezaré a trabajar en la biblioteca de la ciudad? -preguntó feliz. 

Marc: Me parece genial -sonrió levantándose para ir a buscar el coche en la cochera que estaba cruzando la calle.

Ella y su madre, Allie, prepararon un par de toallas para llevar a la playa y alguna que otra cosa para picotear por allí. 


Narra Paul Lahote. 

Esa mañana habíamos quedado con los Quileutes en la playa de la Push. Preparé a la pequeña Maddie con una chaqueta gorda y unos leotardos calientes para ir a la playa. Ella no tenia la temperatura corporal que nosotros teníamos, había salido más a su madre que a mi.

Maddie: ¿Quién viene a la playa? -preguntó cogiendo de la cama el peluche de una muñeca que le había regalado Jared. 

Yo: Pues vienen los tíos, mis amigos, Jared, Quil, Embry...

Ella asintió con una sonrisa y se puso a correr para bajar las escaleras, escena que me causó mucha ternura al verla cogerse de la barandilla para verla bajar escalera por escalera. Yo me acerqué corriendo detrás de ella y ella empezó a reír a carcajadas. A continuación, me ayudó a preparar una pequeña mochila con un sandwich y una botellita de agua. 

En el coche íbamos escuchando la radio a tope mientras Maddie hacía ver que cantaba las canciones que se reproducían sin parar. 

Una vez llegamos a la playa, noté un hedor demasiado familiar al llegar. Los recuerdos del primer día que conocí a Amber vinieron a mi mente. Sonreí en mi interior mientras cargaba en mis brazos a mi pequeña. Andando por la playa solamente logré ver a una família (padre, madre e hija) paseando por allí y jugando a tirar piedras en la orilla. Parecía que el hedor de esa muchacha llegaba a mis fosas nasales y me aturdía un poco. Llevaba unos leotardos como Maddie de color negro, un jersey largo de color rosa pastel, una chaqueta gorda y una bufanda que parecía que le cubría la cara entera del frío. Miré a mi hija en brazos, tapada hasta arriba por la chaqueta y a mi, que solamente llevaba una chaqueta de cuero. 

Sam: Eh, grandullón! -gritó el Alfa.

Me acerqué riendo y a unos dos metros de distancia dejé que la pequeña Maddie tocara el suelo y se acercara corriendo a la manada. Todos la abrazaban y la besuqueaban bajo la atenta mirada de Jared. Aún me sorprendía de como ese chaval se había podido imprimar de mi hija.

Leah: ¿A quién le apetece un partido de fútbol? -preguntó sosteniendo una pelota en el aire. 

Miré a Maddie que estaba siendo atendida por Emily, así que sonreí y dejé la chaqueta a su lado para distraerme con un partido de fútbol. Eramos por un lado Leah, Jacob, Seth y Quil y por otro Sam, Embry, Collin y yo. Brady no pudo asistir debido a que se había imprimado de una muchacha del colegio y estaba intentando conquistarla. 

El partido empezó y estaba siendo muy interesante debido que no habían normas. Todos íbamos sin camiseta y nos empujábamos, nos pegábamos y nos poníamos la zancadilla. Era un juego muy limpio. 

De repente, Quil tiró a puerta, donde estaba Collin pero su tiro se desvió por el efecto y iba en dirección a la familia que había visto jugando nada más llegar a la playa. Esa pelota era demasiado peligrosa. Intentamos correr Jacob, Sam y yo, tratando de recuperar la pelota y los demás intentaban alertar a la familia de esa pelota perdida. De repente, me detube en seco al sentir ese aroma. Ese aroma era irreconocible. Era de ella. Miré rápido a mi alrededor y los chicos leyeron las señales y sensaciones que emitía mi cuerpo. Miré por última vez a esa familia y vi como la muchacha se percató del balón que venia veloz hacia ellos y empujó a sus padres hacia un lado mientras ella se tiraba hacia otro lado. El aroma venía de ella.

Me acerqué corriendo desesperadamente, superando a mis dos compañeros. Pero antes de poder a acercarme para comprobar en que estado se encontraba esa muchacha, un señor se interpuso en mi camino.

Señor: ¿Se puede saber que a que demonios estabais jugando? -preguntó enfadado.

Yo: Lo lamento. Estabamos jugando un partidillo de fútbol y a uno de mis amigos se le ha desviado la trayectoria del balón. 

Empecé a hablar aceleradamente mientras intentaba descubrir la dueña de ese aroma. La bufanda que llevaba anteriormente estaba tendida en el suelo dejando ver una larga melena rubia. La madre de la muchacha se acercó acalorada a la niña quitándose los guantes para sujetar las manos blancas como la nieve de esa muchacha. De repente, todo lo que me ataba al suelo desapareció, mis ojos se cruzaron con esos hermosos y conocidos ojos azules. Era ella. Era ella sin dudarlo.

<<Estas seguro Paul?>> Preguntaban todos en mi cabeza, asombrados. 

<<Estoy seguro. Es ella. Es la madre de Maddie. Es... Amber. Y la historia se esta volviendo a repetir>>.


Nobody said it was easy #Book2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora