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Las finas columnas de humo advertían de que las fogatas y antorchas del territorio enemigo se habían apagado. El sol asomaba en el horizonte haciendo saber que llegaba el día y que la oscuridad de la noche se extinguía. El guardián veía desde su puesto cómo se preparaba el enemigo. Veía guerreros entrenando, generales dando ordenes... hasta que aquel movimiento cesó alertando al guardián de que el momento llegaría pronto. Veía como como el rey se acercaba custodiado por su consejero a la izquierda, su mejor guerrero a la derecha, y todo su ejército en formación a sus espaldas. El guardián se mantenía inmóvil, sin mostrar miedo alguno mientras el rey comenzaba a hablar.
Fueron en vano aquellas conversaciones entre Reyes hasta que finalmente el enemigo desistió de negociar y envío a tres guerreros a las puertas de la ciudad. El guardián bajó de su torre y se dirigió a las puertas las cuales mostraban a los enemigos mientras se abrían. El guardián cruzó las puertas y un largo silencio se hizo presente cuando se colocó frente a sus enemigos.
Los dos ejércitos miraban aquella batalla de tres hombres contra uno. Las espadas chocaban entre sí o en los escudos, hasta que una de ellas se hundió en el corazón de uno de los hombres. El guardián había acabado con el primero. Seguidamente la afilada hoja de su espada hirió de muerte al segundo. Acabo mostrando toda su fuerza hundiendo la espada en la barriga del tercero hasta la cabeza, empalándolo para amedrentar al enemigo. Un fiero grito del guerrero hizo aquel silencio mas eterno de lo que antes era, y dando la espalda al enemigo entró por las puertas de su ciudad como un héroe.

El Guardián de TroyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora