Apareció como aparecen los huracanes, sin avisar y arrasando con todo lo que tiene a su paso.
Me devolvió algo que había perdido hacía tiempo. Me devolvió la misma ilusión que se tiene al ver una estrella fugaz y querer pedir un deseo.
Causó en mi una oleada de sentimientos y revivió las mariposas de mi estómago.
No he vuelto a ver un atardecer como el de aquel día, donde comiamos helado y pude disfrutar de su olor mientras estaba apoyada en mi hombro.
Cada vez que se acercaba a mi, era como un volcán expulsando lava, como poner la mano en el fuego (en su fuego), quemaba igual solo que estas quemaduras superaban las de tercer grado, tanto que me han dejado cicatriz.
Tenerla a km era como esperar a que llegasen las vacaciones, a ver florecer en primavera, o volver a sentir el calor de unos besos en invierno.
Pero desde que tomó la decisión de alejarse más, dentro de mi solo hace llover aunque fuera salga el sol con más fuerza que nunca.
Y es que lo nuestro siempre fue vernos en días nublados, supongo que para darnos un poco de color a la vida.