Por mucho que hubiera deseado agradar a mi tía, frases como aquélla, frecuentemente repetidas, me impedían hacerlo. En este momento, en que iba a emprender una nueva vida, ya ella se encargaba de sembrar por adelantado aversión y antipatía en mi camino. Me veía transformada ante los ojos del señor Brocklehurst en una niña embustera.
¿Cómo remediar semejante calumnia?
«De ningún modo», pensaba yo, mientras trataba de contener las lágrimas que acudían a mis ojos.
-El mentir es muy feo en una niña -dijo Brocklehurst-, y todos los embusteros irán al lago de fuego y azufre. No se preocupe, señora. Ya hablaré con las profesoras y con la señorita Temple para que la vigilen.
-Deseo -siguió mi tía- que se la eduque de acuerdo con sus posibilidades: es decir, para ser una mujer útil y humilde. Durante las vacaciones, si usted lo permite, permanecerá también en el colegio.
-Tiene usted mucha razón-dijo Brocklehurst-. La humildad es grata a Dios y, aunque desde luego es una de las características de todas las alumnas de Lowood, ya me preocuparé de que la niña se distinga entre ellas por su humildad. He estudiado muy profundamente los medios de humillar el orgullo humano, y hace pocos días que he tenido una evidente prueba de mi éxito. Mi hija segunda, Augusta, estuvo visitando la escuela con su madre, y al regreso exclamó: «¡Qué pacíficas son las niñas de Lowood, papá! Con el cabello peinado sobre las orejas, sus largos delantales y sus bolsillos en ellos, casi parecen niñas pobres. Miraban mi vestido y el de mamá, como si nunca hubieran visto ropas de seda. »
-Así me gusta-dijo mi tía-. Aunque hubiese buscado por toda Inglaterra, no hubiera encontrado un sitio donde el régimen fuera más apropiado para una niña como Jane Eyre.
Conformidad, Mr. Brocklehurst, conformidad es lo primero que yo creo que se necesita en la vida.
-La conformidad es la mayor virtud del cristiano, y todo está organizado en Lowood de modo que se desarrolle esa virtud: comida sencilla, vestido sencillo, cuartos sencillos, costumbres activas y laboriosas... Tal es el régimen del establecimiento.
-Bien. Entonces quedamos en que la niña será admitida en el colegio de Lowood y educada con arreglo a su posición y posibilidad en la vida.
-Sí, señora; será acogida en mi colegio, y confío en que acabará agradeciendo a usted el gran honor que se le dispensa.
-Entonces se la enviaré cuanto antes, porque le aseguro que deseo librarme de la responsabilidad de atenderla, que comienza a ser demasiado pesada para mí.
-Lo comprendo, señora, lo comprendo... Bien: tengo que irme ya. Pienso volver a
Brocklehurst Hall de aquí a una o dos semanas, ya que mi buen amigo, el arcediano, no me dejará marchar antes. Escribiré a Miss Temple que va a ser enviada al colegio una niña nueva para que no ponga dificultades a su admisión. Buenos días.
-Buenos días, Mr. Brocklehurst. Mis saludos a su señora, a Augusta y Theodore y al joven Broughton Brocklehurst.
-De su parte, gracias... Niña, toma este libro. ¿Ves? Se titula Manual del niño bueno, y debes leerlo con interés, sobre todo las páginas que tratan de la espantosa muerte repentina de Marta G..., una niña traviesa, muy amiga de mentir.
Y después de entregarme aquel interesante tomo, el señor Brocklehurst volvió a su coche y se fue.
Mi tía y yo quedamos solas. Ella cosía y yo la miraba. Era una mujer de unos treinta y seis o treinta y siete años, robusta, de espaldas cuadradas y miembros vigorosos, más bien baja y, aunque gruesa, no gorda; con las mandíbulas prominentes y fuertes, las cejas espesas, la barbilla ancha y saliente y la boca y la nariz bastante bien formadas. Bajo sus párpados brillaban unos ojos exentos de toda expresión de ternura, su cutis era oscuro y mate, su cabello áspero y su naturaleza sólida como una campana. No estaba enferma jamás. Dirigía la casa despóticamente y sólo sus hijos se atrevían a veces a desafiar su autoridad.

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Jane Eyre
RomansJane Eyre, una muchacha educada en un orfanato y de triste infancia, es contratada por Edward Rochester para trabajar como institutriz de una niña en Thornfield House. La aislada y sombría mansión, así como la inicial frialdad del dueño de la casa p...