O5 | Tic-tac

1K 131 57
                                    

«A pesar de que nuestro diario tiene motivos serios y jamás se prestaría a publicar rumores, numerosas fuentes indican que el corazón de Asterya —descubrimiento hecho por parte de la élite de la Torre del Reloj—, habría sido robado por el barón Aaron Holster, quien se encuentra desaparecido, y posiblemente relacionado con Audrey Lester.

El corazón y atrapar a Lester son la mayor prioridad de nuestra Reina y la detective Valentine.

De probarse lo contrario, nuestro diario presentará las debidas disculpas. Nuestro deber solo es informar al pueblo neobritánico.»

—The Heorte Chronicles

Audrey paseó cerca de los inventos de Leonardo. En las pocas veces que lo visitaba, siempre acababa maravillada. Lo mismo le había pasado en la casa de Evan, aunque no tuvo mucho tiempo para recorrerla.

Estaba consciente del talento de los magos, y eso la hacía envidiarles en el fondo.

Fue hasta la mesa, donde descubrió algo que parecía ser una pistola, con mira incluida, y solo Asterya sabría cuántas cosas más podría tener. Curiosa, se aproximó a tomarla, antes de que el felino saltase frente a ella, gruñendo un largo «kjjj» que la intimidó y la hizo estornudar tres veces.

—No es un juguete —increpó el gato, devolviéndole la brújula.

—No soy una niña... —Audrey trató de excusarse, notando que la brújula había sido anexada a una especie de muñequera de cuero.

—Sé muy bien lo que buscas, y si lo que el Chronicles dice es cierto, espero que lo encuentren pronto.

Evan y Audrey se miraron, deseando saber qué habían informado los periódicos, pero estaban seguros de que no podía ser nada que no conociesen ya.

—¿Eso significa que confías en mí? —preguntó la ladrona con una sonrisa de sarcasmo, y a la vez, un tono de conmoción.

El gato pareció gruñir.

—He conocido peores que tú...

—Ya veo... —dijo Evan, observando la brújula, y notando que esta había quedado como nueva y funcionaba a la perfección. Aunque lo dudó por un par de segundos, acabó entregándosela a Audrey—. Es fácil de usar, ya lo vas a notar. Creo que de momento, sería mejor que tú lo llevases...

Audrey entreabrió los labios del asombro, y tomó el objeto, dudosa, para amarrarlo a su muñeca, y notar que su manecilla ya estaba indicándole una dirección.

—¿No vendrás conmigo? —preguntó temerosa. No sabía qué podía significar dicha acción.

—¿Qué? —rio el mago—. Claro que sí, todavía no te vas a deshacer de mí...

La muchacha sonrió, pensando en lanzarse a abrazar al mago, pero se contuvo. Bajó la mirada, mientras sus mejillas se llenaban de rubor.

—Muchas gracias, Evan.

Él no solo le creía, sino que estaba dispuesto a ayudarla.

El gato les lanzó una mirada sospechosa a los dos, y carraspeó, para después lamer su pata.

—Gracias a ti también, Leo —dijo la ladrona—. Te abrazaría, pero a ti no te gustan los abrazos, y a mí no me gustan los pelos...

—Tampoco vivo de abrazos...

Evan le entregó unos cuantos billetes, que al verlos, el gato sintió que podría reconsiderar lo de los abrazos.

—Estoy seguro de que cuando termine todo esto, a Torre del Reloj le gustaría mucho contar con sus habilidades —dijo el mago.

Asterya: la leyenda de las estrellas fugacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora