Capítulo 2. Álvaro

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—Melody, ponme otra.

—Ni hablar. Te has bebido ya tres copas, así que no pienso ponerte ni una más —me recrimina.

—¿Te he dicho ya lo sexy que estás de camarera? —La miro, poniéndole ojitos.

—No seas pelota, que sabes que esas cosas no te funcionan conmigo. Acuérdate de que no me van las pollas —dice, y me da una palmadita en la mejilla mientras en la disco suena Bailando, de Enrique Iglesias.

Bufo. Odio esa canción.

—La última, te lo prometo. —Junto las dos manos como si estuviera rezando y le pongo morritos—. Y te doy una propinilla, venga.

—Hecho, pero primero págame.

Le dedico una media sonrisa y saco la cartera del bolsillo de los vaqueros. Cojo un billete de veinte euros y se lo tiendo sin borrar la felicidad de mi rostro. Mel me quita el dinero de las manos, se lo guarda en el canalillo y se marcha para preparar mi cubata y mi cambio.

He ganado.

Un minuto después, regresa con un vaso lleno de algo que no es lo que yo he pedido y lo planta encima de la barra.

—¿Qué cojones es esto? —le espeto señalando con la cabeza la porquería que me ha traído.

—Un zumito de piña. A ver si se te quita toda la tontería de una vez.

—¿Estás de coña? Ya puedes estar devolviéndome los veinte euros si no quieres que te pida la hoja de reclamaciones.

—Me da igual, Buenorro. No puedes seguir así. Tienes que dejar de emborracharte cada noche, si no, me veré en la obligación de meterte en un centro de alcohólicos anónimos —me dice muy convencida.

La fulmino con la mirada.

—Te odio.

—Me amas. —Mel me lanza un beso y se pone a atender a la gente de la barra.

Me las va a pagar.

Le doy un sorbo a la bebida de mocosos y hago una mueca de asco.

Joder, menuda mierda de vida y menuda mierda de todo.

Me quedo un rato esperando a que Mel termine de poner copas para que se venga a escuchar mis penas como ha estado haciendo durante estos últimos meses. Sin embargo, mis ojos se van hacia la entrada de la disco y observo una silueta que me resulta familiar. A pesar de las luces de neón y de todo el barullo de gente, no se me ha hecho muy difícil reconocer a ese capullo. Se me empieza a tensar todo el cuerpo. ¿Qué hago? ¿Voy y le rompo las piernas? ¿Le pego una paliza hasta dejarlo inconsciente? Todo esto es demasiado poco comparado con lo que hizo. ¿Y cómo cojones se atreve a salir de su casa con la incertidumbre de si se encontrará conmigo o no? Muy listo no es.

—Como sigas apretando los puños de esa forma, se te van a descolocar los dedos. —Mel interrumpe el asesinato mental que estoy tramando. En cambio, yo sigo sin desviar la mirada de ese cabrón, que está tan contento haciendo tonterías con sus colegas como si no hubiera pasado nada—. ¿Qué te ocurre?

—Mira allí. —Señalo con la cabeza el lugar donde se encuentra el tipo al que voy a matar esta noche.

Mel posa su mirada en ese; después me coge del brazo con fuerza y me obliga a mirarla fijamente.

—Ni se te ocurra hacer nada, Álvaro.

Estoy a punto de echar humo por la cabeza como siga aguantándome toda esta rabia.

Respiro hondo; no funciona. Vuelvo a intentarlo; sigue sin funcionar.

No puedo, tengo que sacarlo todo.

Entre las nubes y las estrellas (Between #1) COMPLETA EN AMAZON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora