Capítulo 5. Ari

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—Tenemos que contaros una cosa —nos dice mi madre a mi hermano y a mí en cuanto llegamos a casa.

Estoy de brazos cruzados mirando a la sargento y a su noviete Alfonso, preparada para la bomba que van a soltar. Como digan que se casan, me tiro por un puente.

—Alfonso y yo hemos decidido vivir juntos —suelta ella tan feliz—. Mañana mismo empieza a traer sus cosas a esta casa.

Mi hermano y yo intercambiamos una rápida mirada.

—Me parece bien —comenta Pablo dirigiendo su vista hacia Alfonso, y yo miro a mi hermano con la mandíbula a punto de que se me caiga al suelo.

Menudo traidor. ¿Cómo que le parece bien? ¿Se ha vuelto loco? Creo que todos han perdido la cabeza en esta casa.

La sargento me mira, esperando a que diga algo.

—Qué pronto has olvidado a papá, ¿no? —le espeto.

Mi padre era lo único que mantenía unida a esta familia y el que siempre me apoyaba en todo. Desde que se fue, mi madre ya no es la misma; se ha vuelto una persona fría y distante, aunque antes tampoco es que fuera la mejor madre del mundo, pero un poco más cariñosa sí. Y ahora tengo que aguantar a Alfonso merodeando por aquí todos los días, como si no tuviera bastante con sus visitas esporádicas a cualquier hora, y seguramente se traerá de vez en cuando a su hijita del alma, una descerebrada con la que me llevo fatal.

¡Qué ganas tengo de cumplir los dieciocho e irme de esta casa!

—No me importa lo que digas, Ariadna. Merezco ser feliz —me contesta mi madre.

¿Feliz? Venga ya. ¡Si hace unos meses que se conocen!

—Pues lo siento, pero conmigo no cuentes para reuniones familiares —le digo, y subo corriendo las escaleras hasta llegar a mi habitación.

Moon viene a recibirme.

—¿Me has echado de menos? —Le acaricio el lomo y ronronea. La cojo en brazos y me tiro en la cama con ella.

Entonces mi mente comienza a darle vueltas a todo.

¿Cómo se le ocurre meter a ese tipo en casa? No me lo puedo creer. Cada vez soporto menos a la «Doña Perfecta» de mi madre.

Creo que me vendrá bien escuchar un poco de música para alejarme de la realidad durante un rato, así que me levanto de la cama y me acerco a mi mochila, que la he dejado tirada en el suelo. Busco el iPod en el bolsillo pequeño, pero no lo encuentro. Abro el grande y tampoco está. Cojo la maleta y la deshago entera, pero no hay ni rastro. ¿Dónde lo habré dejado? Estoy segurísima de que en el tren lo tenía, aunque puede ser que se me haya caído...

Menudo día. Y encima el tío de hoy me roba un Kinder Bueno. ¿De qué va? Espero no encontrármelo más, porque tiene pinta de tener un ego demasiado grande.

* * *

Me despierto con las ganas de querer quedarme hibernando toda la vida. ¿Por qué tengo que madrugar?

Miro la hora.

¡No puede ser, me he dormido! Son las ocho menos cinco y tengo que estar dentro de veinte minutos en clase.

Me levanto de un salto de la cama y voy hacia el baño para darme una ducha rápida. Al salir, me dirijo a mi cuarto para buscar algo decente que ponerme y enseguida me arrepiento de no haber preparado la ropa ayer por la noche. Elijo mis vaqueros de siempre, una camiseta básica blanca de manga corta y mis Converse de color rosa favoritas. Me visto rápido y me paso el cepillo por el pelo, intentándolo desenredar todo lo que puedo. Agarro mi mochila y mi carpeta, y bajo corriendo las escaleras.

Entre las nubes y las estrellas (Between #1) COMPLETA EN AMAZON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora