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26 de Mayo


Mish... Si su cabeza estuviera en orden juraría que maldijo a media humanidad, penosamente su cerebro se encontraba en el limbo de la idiotez, si de por sí ya era bastante callado una roca era más activa en estos instantes; quiero decir, quedar viendo la puerta como un retrasado dice mucho.

_MM-chan...

Y peor aún, tener el aliento del informante sobre su nuca. Oh por todo lo inimaginable, estaba más que propenso a un estrés poderoso. Sentir la muerte tan de cerca, viajar al pasado y ver toda su vida en un segundo. Mierda, se estaba yendo del plano existencial.

_ ¿Acosador chan?

Ahora tomar la decisión de todo un hombre ¿Voltear o no hacerlo? ¿Escapar rápidamente por la ventana o quedarse a enfrentar a Izaya? ¿Besarlo o perder la oportunidad?

Acoso al informante por tantos meses y está a punto de echar todo a la basura, no esta tan preparado como cree, necesita agallas para hacerlo. Rememora hechos pasados y decepciones románticas, recuerda su primera experiencia sexual con una chica, la misma pelirroja que lo dejo por alguien que si podía platicar con ella. Tiene miedo, mucho miedo de ser rechazado una vez más. Su corazón duele ¿Qué hacer cuando vuelven a quebrantar ese órgano? Un corazón desecho con mucho pegamento.

Presiona los puños fuerte, traga hondo e ingiriere la saliva de su boca, moja sus labios con la saliva de su lengua. Esta listo para afrontar las consecuencias. Algo le arde, tiene pequeñas grietas en la comisura izquierda, fracturas de propiedad, la mordida de un rubio salvaje enamorado. Sería poco honesto soltar que fue un accidente, pues estuvo muy al tanto cuando ocurrió la fractura, de hecho hasta disfruto del fuerte abrazo de Shizuo. No se miro al espejo antes de acostarse, el agotamiento lo volvió masa inútil, no obstante el dolor anuncia que la herida es bastante notoria, su labio inferior debe estar rojo e hinchado.

Por otro lado Orihara está impaciente, chequea con detalle cada rasgo del chico; es de piel clara no tan pálida como la suya, más bien un beige muy blanquecino. Su cabello está teñido de color gris con plata, es delgado y de espalda un poco amplia; lo normal en un adolecente. Sus brazos con signos de poco ejercicio, aunque con pequeños músculos sin exageraciones. Solo hace falta verlo de frente, conocer su aspecto. Comienza a deslizar los dedos por su dorso, muerde su oreja presionando su cuerpo con el suyo, resuelve formulas matemáticas en su cerebro buscando el porqué de sus acciones, no puede creer que un chico así lo obligara a volar hasta Francia y hospedarse en su propio hogar.

Tomar medidas de riesgo, acorralar a la presa quedando cara a cara, sorprender al francés con una batalla de miradas que inmediatamente pierde el oji-oliva, apreciar la cara de un niño asustado que no puede mover las muñecas ya que están sujetas. Por primera vez se miran el uno al otro, sin rodeos ni intervenciones absurdas.

Nariz refinada, orbes y pupilas amplias, labios cortados por un beso ajeno. La cercanía de su respiración mantiene alerta a ambos.

_Si vas a disculparte es un buen momento – no dice nada correspondiente a la petición, no puede – me enfadare si no lo haces.

El informante sobre su acosador, el cabello de Izaya cayendo hacia abajo en dirección del sometido. Jugar al estilo sadomasoquista impidiendo un contacto perfecto, tentando a un niño con el dulce sabor de un beso.

_Entonces... ¿No te disculparas? ¿Ni un "Te quiero"?

El de cabello plata solo sonrió con una mueca característica de la felicidad, no podía expresar nada en palabras, muy en cambio lo podía hacer con acciones. Tomo al azabache de las mejillas y estiro estas hasta ponerlas rojas. Tenía pensado pegar sus bocas pero los nervios son traicioneros y le fallaron en el peor instante. Orihara comprendió la inquietud de su acosador, por un momento imagino que le besaría torpemente; admiro una vez más su rostro, quedo viendo fijo sin moverse.

Notas para IzayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora