Habían llegado a un restaurante muy elegante, a decir verdad. Al entrar, la decoración asombró mucho a Anna. Se sintió fuera de lugar al ver la vestimenta de las demás personas; vestidos, zapatos, relojes, anillos, sacos y todo de marca. Apretó el brazo de Klaus, este gesto lo mandó a voltearse con algo de preocupación.
—Tranquila. Estoy aquí.
Anna se mordió el labio y empezó a sentir sus dedos enfriar. Llegaron a donde se encontraba la persona que daba las reservaciones y lo saludaron.
—¿En qué puedo serviles?
—Tengo una reservación.
—¿A nombre de quién?
—Klaus Smith.
—Oh, ya veo. El famoso músico ha llegado al fin.
—Sí, bueno, ¿podría mostrarnos dónde?
—Bien. Sígame, por favor. Les mostraré su lugar.
Klaus miró de reojo a Anna, quien veía todavía con asombro todo el lugar. Ambos siguieron al señor. En el camino varias señoras voltearon a ver a la pareja. Anna se mordía el labio con el miedo de tropezarse y caer enfrente de todas esas personas que la miraban con desapruebo, porque dizque iba en fachas. Sin embargo, contemplaban a Klaus. No se creían que un famoso estaba en aquel restaurante y más él, quien no acostumbraba a ir a lugares con demasiada demanda y, para rematar, acompañado por alguien. Alguien a quien jamás vieron en las noticias o por decirlo de una forma grosera: una persona común y corriente o una más.
Llegaron a la mesa y antes de sentarse, Klaus recorrió la silla de Anna y le cedió el asiento. «Todo un caballero», pensó la chica con emoción. Al recibir las cartas comenzaron a ver qué les ofrecía de comida el restaurante.
Anna intentó no abrir los ojos al ver los precios, pero Klaus lo notó y soltó una risa ronca.
—No te preocupes por el precio, Anna. Tú solo pide.
—No, ¿cómo crees?
—Anna.
—Es que, Klaus, no puedo, todo esto es demasiado caro, y-yo me siento...
—No te sientas mal. Si estamos aquí es porque yo te invité.
—Pero...
Haciendo caso omiso de la última palabra de Anna, Klaus llamó al mesero y este se acercó con rapidez. «La ventaja de ser famoso», caviló la castaña.
— ¿Qué les puedo ofrecer?
—¿Puedo hacerle una pregunta... —Klaus miró el gafete del mesero— Leo?
—Claro, señor.
—Supongamos que usted invita a salir a una señorita...
—Klaus...
El músico la ignoró.
—Pero de repente esa señorita se arrepiente de haber salido con usted al ver los precios del restaurante. ¿Usted qué le diría por ello?
—¿La verdad, señor?
—Sí, vamos, dígala. Hay confianza.
—Bueno, creo que le diría que no se preocupe por un montón de números, que al final de cuentas son eso, números. Porque para mí lo que más vale es ella, de la cual estoy enamorado y haría todo para hacerla sentir bien y cómoda.
—Wow... Leo, me dejaste sin palabras.
Leo sonrió a medias y agarró de nuevo su lapicero para proseguir con el pedido.
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En tus labios [ET #1]
RomanceAnna Lux tiene una vida muy ordinaria. Sale todos los días en la mañana para ir a trabajar y tiene problemas tanto familiares como personales. En su tiempo libre lee libros en su web favorita, escucha música que nadie más jura haber escuchado y bail...