Carisma

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Edward se despertó con agitación debido al movimiento brusco del Vehículo recreativo. Alguna fuerza uniforme agitaba el vehículo de un lado al otro, mientras que este causaba un tremendo chillido al rechinar sus partes oxidadas.

Edward reaccionó con preocupación pero certeza, primero avisó a su compañera de la situación, repitiéndole varias veces que despertara.

"Unos minutos más, no es el fin del mundo" respondía River.

Edward pronto se dio cuenta que era inútil, ni una tormenta de fuerza descomunal podía despertar a su compañera antes de las 7 de la mañana. Con pocas opciones, el joven se dirigió al frente del vehículo y separó las cortinas que cubrían las ventanas delanteras. A su sorpresa no se trataba de una fuerza única y potente, sino de esos entes azules antropomórficos que conocían como Fríos. Tres de ellos agitaban la parte frontal del vehículo, cuyas luces brillaban con fuerza en medio de la obscura carretera.

"¡Maldita sea!" exclamó el joven sorprendido "Si me atrapan juro que tú sigues, River" dijo al aire.

En el momento que se abrieron las cortinas, dos Fríos vieron a Edward asomarse por la ventana. El joven reaccionó con rapidez, se dejó caer sobre el asiento del conductor, abrochó su cinturón de seguridad y encendió el vehículo, lo cual solo enfureció a los seres que agitaban la pesada pieza de maquinaria de transporte.

"Diles que no voy a salir, la cama es mi esposa ahora" murmuraba River.

"River, eres de lo peor" gritó el joven desde la cabina de conducción.

"También te quiero ma', apaga la luz"

Edward observó que no sería capaz de arrancar el automóvil en tales condiciones, pues aún batían los entes obscuros el exterior de la casa rodante. El joven no pensó dos veces en apagar las luces en un intento por que la oscuridad les hiciera perder interés a los seres que les atacaban.

En efecto el abatimiento cesó de momento, pero aun dos Fríos golpeaban contra las ventanas frontales del VR. Edward esperó en silencio, viendo hacia el vacío de la obscuridad absoluta que lo rodeaba, escuchando con angustia cada golpe que los seres daban contra su última esperanza. Contaba segundos en su cabeza, esperando un momento indicado para encender las luces de nuevo y avanzar con rapidez a través de la desolada carretera. Edward sujetaba las llaves con su mano derecha mientras contaba. El silencio era interrumpido por los tremendos golpes del par de entes en el exterior. El joven, aun en pánico, continuaba contando pacientemente.

"45...46...47...48..." Se escuchó un golpe temible que hizo pedazos de vidrío pequeños saltar hacia el interior... "50....51...52..." Un grito átono e innatural retumbó en el exterior... "55...56...57..." Un pedazo de vidrío, de tamaño considerable, cae sobre la cabeza de Edward... "Mierda..." Un golpe más es seguido por el sonido de la ventana rígida rindiéndose en pequeños trozos de vidrio que caen sobre Edward mientras él se cubre el rostro. Sin un momento de duda, el joven arrancó el motor y encendió las luces en menos de un par de segundos.

Frente a él se postraban intimidantes los Fríos que le amenazaban. Con el único intento de obtener velocidad lo más rápido posible, Edward no reaccionó a su presencia y de inmediato arrancó de reversa.

Siendo como el vehículo carecía de espejos retrovisores y las ventanas traseras estaban entabladas, el joven enfocó su atención en deshacerse de los seres aún montados en el frente del vehículo. Movía el volante bruscamente hacia los lados, causando apenas leve agitación por parte de los Fríos, quienes habían sido empujados hasta la parte final del cofre del VR. Edward confiaba nada más que en su suerte para no terminar muerto. Finalmente uno de los Fríos soltó con ambas manos la saliente metálica de la que se sujetaba y cayó sobre la carretera.

Proyecto 0: Weebs vs el apocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora