4. Tomates y babas

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Estúpido despertador. Me desperté envuelta entre las mantas y con muchísimos sueño, como todas las mañanas. Me levanté de la cama y miré la hora, genial, segundo día de clase y ya llegaba tarde.
Fui al baño corriendo tan rápido que casi estampo mi preciosa cara en la puerta. Me arreglé y bajé a desayunar. Corrí a mi habitación a coger la mochila, y todavía me sobraban 10 minutos.
Salí a la calle y empecé a caminar hacia el instituto. La calle estaba desierta. Mis amigos solían ir antes a clase para hablar y estar por allí, no entiendo muy bien el por que, con lo bonito que es dormir.
-BU- Escuché que alguien gritaba a mi espalda. Me llevé un buen susto, me giré casi de un salto y me puse en posición de ninja. Me encontré con Mateo, que no paraba de reírse. Eran las ocho de la mañana, y digamos que yo no estaba de muy buen humor...
-¿¡Pero de dónde leches has salido!?- Le grité
-Pues verás, mi mamá y mi papá estaban muy enamorados, y un día...- Me empecé a reír
-Sabes que no me refería a eso
-Lo sé, pero he conseguido sacarte una sonrisa- Dijo triunfante
-En serio, ¿Qué haces en el pueblo?
-Vivo aquí
-¿Qué?
-¡Sito!- Me respondió, y los dos nos empezamos a reír.

Empezamos a andar hacia el instituto, y me contó que se habían mudado a la casa de enfrente y que le encantaba el pueblo. Le comenté que mucha gente de clase vivía en aquel pueblo, y que todos éramos grandes amigos. Estaba segura de que dentro de poco, Mateo formaría parte de nuestro grupo.

Cuando llegamos al instituto, llegó Charlie y se acercó a saludar a Mateo.
-Hola Ali Oli- Me dijo y le fulminé con la mirada.
-Ya sabes que odio que me llaméis así.
-Cierto. - Se acercó a Mateo y le susurró: nunca, nunca la llames Ali Oli, hoy porque estas tú delante, la última vez, me tiró un zapato.
-¡Charlie!- Repliqué. Mateo se empezó a reír, e hizo que me sonrojara. Los dos se despidieron y se fueron hacia el grupo de chicos.
Vi a Marta sentada en la escalera y me acerqué.
Nos pusimos a hablar y al cabo de un rato me dijo:
-Deja de mirarle.
-¿A quién?
-A Mateo.
-¡No le estaba mirando! -Grité mientras me ponía roja como un tomate.
-Se te caía la baba.- Dijo ella riéndo.
-¿Vas a ir a la fiesta del sábado?- Pregunté intentando cambiar de tema.
-Pues claro, todo el instituto está invitado. Va a ser la fiesta del siglo.
Y entonces, sonó la campana, era hora de entrar en clase. Miré el horario porque no recordaba lo que tenía a primera hora, matemáticas. Qué gran forma de empezar el día... Suspiré, y como no me quedaba otra opción, entre en el aula. Allí me esperaba Mateo señalando la mesa que tenía al lado. Me senté con él, y en un abrir y cerrar de ojos las clases habían acabado. Era hora de volver a casa.
-No me he enterado de nada de lo que han explicado los profesores. - Dije lamentándome mientras recogía mis cosas.
-No es para tanto, es el segundo día, falta mucho para los exámenes, todavía no hay que preocuparse.
-Eres muy mala influencia señorito Salvatore.- Dije riendo.
-Y tú muy mala en el tres en raya.
Reímos los dos. Solo quedábamos nosotros dentro del aula. Me dirigía a la puerta y le dije:
-Mañana quiero una revancha.
Salí del instituto, y en el camino a casa no pude dejar de sonreír.

Silenciosa LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora